El stress nuestro de cada día


Cada vez son más raras las personas que pueden asegurar que no se sienten estresadas. En todas las actividades que realizamos somos susceptibles de tener estrés: en el trabajo (por una sobrecarga de trabajo, horarios difíciles, presión por resultados, falta de competencias individuales,…), el hogar (por dificultades financieras, sobrecarga de tareas sobre una persona, desencuentros con los hijos o la pareja,…), en el barrio en el que vivimos (por ruidos, inseguridad, contaminación,…), en los medios de transporte (ruidos, aglomeración de gente, largas distancias,…) , en las relaciones sociales de todo tipo,… etc.  

El estrés es una demanda, estimulación o agresión que recibe nuestro organismo y ante la cual tiene que responder, por ejemplo: cuando nos piden de realizar un trabajo, tenemos que pagar una cuenta, tenemos que trabajar y estamos cansados, cuando escuchamos un ruido demasiado alto,… etc. Cuando esa demanda es coherente  con nuestra capacidad de respuesta (más o menos a nuestra medida), decimos que es un buen nivel de estrés que nos permite hacer las cosas bien (por ejemplo la convicción de ganar un campeonato le permite a un deportista de obtener buenos resultados), sin embargo, cuando el estrés es demasiado elevado respecto a las capacidades de respuesta (ganar un partido cuando no se está suficientemente preparado, por ejemplo) decimos que estamos ante una situación de estrés que se torna negativa.

El estrés no es bueno ni malo en sí mismo, es más una cuestión de intensidad y permanencia en el tiempo. Un poco de estrés nos agrega “sabor” a la vida, porque el aburrimiento y la monotonía también generan estrés (por ausencia de estimulación). Cuando el estrés que soportamos es de una intensidad demasiado importante para nuestras capacidades de respuesta estamos ante un caso de sobrecarga de estrés y si esa situación se hace crónica (permanece en el tiempo) nos va a generar toda una serie de síntomas físicos y psicológicos que van a hacer que nuestra eficiencia y productividad general disminuya, así como nuestra calidad de vida;  progresivamente iremos sintiendo cada vez más síntomas, hasta llegar a desarrollar el síndrome del “quemado” (colapso extremo de síntomas), si no lo tratamos a tiempo.

Los síntomas que a menudo se observan son numerosos, entre ellos podemos citar: pérdida de apetito (un comportamiento anoréxico o por el contrario a crisis de boulimia); problemas de concentración y memoria;  desmotivación (pérdida de interés por muchas cosas), fatiga general, tensión y dolores musculares (cefaleas, contracción y fatiga de mandíbulas y la nuca,…); ansiedad (problemas de respiración, palpitaciones, tendencia a morderse las uñas, angustias,…); espiral cognitivo negativo (estoy estresado, pienso en mi estrés, me estreso más y pienso aún más,… etc); aparición o aumento de comportamientos adictivos (tabaco, alcohol, drogas, medicamentos,…), aumento de crisis de asma (en personas que lo sufren), problemas de estómago (aerofagia, gastritis, estreñimiento o diarreas, ulceras,…etc.) , trastornos graves de salud a nivel cardiaco y arterial (pudiendo generar accidentes vasculares); aparición de resfriados y problemas bronquiales a repetición, problemas sexuales (pérdida de la libido); problemas de la piel (herpes, agravación de psoriasis y verrugas pre-existentes).

Si comienza Ud. a sentir algunos de esos síntomas, dígase es que es tiempo de parar un momento y reordenar su vida: comience por tener una alimentación equilibrada (con muchas frutas, verduras y productos sanos que le aporten vitaminas y sales minerales); hacer pausas en su actividad para relajarse (cambio de actividad, siesta, actividades de esparcimiento); practicar una actividad física (deporte o ejercicio regular); aprender a hacer más lenta su respiración; hacer el esfuerzo de  ponerse objetivos razonables y realizables ; tratar de relativizar las cosas que le ocurran,…etc.  

Evite consumir medicamentos y experimentos diversos que apuntar a “curas - milagro”, que no son eficientes realmente. Es usted el que tiene que retomar el control de su propia vida. Si no logra disminuir su estrés con las recomendaciones que acaba de leer, haga una psicoterapia de tipo cognitivo –conductual que ayudará a lograrlo de manera más sostenible.

Los riesgos de los juegos de dinero


Todos alguna vez nos hemos dejado atraer por un juego de dinero, un billete de Loteria, una apuesta en una carrera de caballos, poker, máquinas “tragaperras”,…. Algunos han convertido el juego en una pasión, otros en una adicción. Los jóvenes y las personas frágiles (que ya se han “enganchado” a alguna adicción como: alcohol, tabaco, video juegos, teléfono móvil,…), deben ser particularmente vigilados porque tienen mayores probabilidades de desarrollar una adicción también de este tipo.

Por la situación de crisis económica global, parece ser que el número de personas que juegan por dinero se está incrementando, lo que representa un real riesgo adictivo para la sociedad, y debiera ser controlado en lugar de volver cada vez es más fácil el acceso a todo tipo de juegos: múltiples loterías, casinos, máquinas tragaperras en prácticamente todos los bares, juegos de poker entre amigos, apuestas por internet,…etc. Cabe señalar que, la excitación por ganar es un fenómeno muy peligroso y nadie está libre de dejarse atrapar por la adicción, porque todos tenemos ciertos factores de predisposición a la adicción, pero ciertos los desarrollan más que otros.

Algunas personas se inician en el juego por la búsqueda de placer o de excitación porque sienten que tienen una vida monótona y se aburren (“mi vida no tiene sentido”, “le falta sal a mi vida”, “todo es demasiado normalito”…); otros lo hacen para “ganarse algo” rápidamente (“es la crisis, hay que ver de donde se saca algo”) y es justamente cuando comienzan a ganar que aparece la excitación que esperaban y el dinero fácil que necesitaban; y rápidamente se van convenciendo que tienen “ciertas cualidades” que les permite ganar (“soy fuerte en eso”, “yo le gano a la máquina”, “soy un tipo con suerte”, “soy bueno leyendo las expresiones de la gente, observándoles adivino las cartas que tienen”, … etc. son algunas de las expresiones que escuchamos en nuestros pacientes dependientes), y es esa “impresión” de ser excepcional que representa un factor que facilita el desarrollo de la adicción.

Todos sabemos de que son juegos de azar, que las posibilidades de ganar o perder no dependen de la habilidad de jugador sino exclusivamente del azar (los premios están determinados por la probabilidad estadística de acertar la combinación correcta) y que cuanto mayor es el premio, menores son las probabilidades de ganar (y eso lo conocen bien los jugadores!), pero ocurre que cuando van ganando se van excitando y luego cuando pierden, se opera en ellos, un defecto de percepción por el que dan mayor atención a “ese algo” excepcional que supuestamente tienen en ellos y que hará que ganen, y que “recuperen” esa pérdida,…; y es esa perspectiva de recuperar lo que se perdió que le lleva rápidamente a “engancharse”  y entrar en el circulo vicioso de la adicción al juego.

A veces nos preguntan por el perfil que tienen los adictos al juego, pero eso es variable; aunque una constante que vemos en ellos es la falta de placer que tienen en la vida, son gente que se aburre, más que tener ansias de ganar dinero. Encontramos una mayoría de hombres en  los juegos de casino, o poker,….., aunque también muchas mujeres de edad mayor que se han convertido en adictas y pasan varias horas por día a jugar en los casinos y perder todos los ahorros de su vida. Entre los pacientes que vienen a terapia, podemos decir que los jóvenes de entre 18 y 25 años tienen problemas menos arraigados que los jugadores de larga data que pasan los 40 años.

Cabe señalar que, no todos los que juegan son adictos, es posible que haya gente que juegue porque le guste y que va de vez en cuando a jugar a un casino, o compra un billete de lotería,… y que tiene un límite de tiempo y de dinero para jugar, y que por ningún motivo sobrepasa su límite establecido; pero si no logra pararse cuando lo estableció es que tiene un problema, en ese caso debe cortar con toda actividad de juego y si tiene comportamientos adictivos, debe buscar ayuda con toda urgencia. En ese caso, se requiere una psicoterapia cognitivo-conductual y el apoyo de la familia para salir de esa encrucijada

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Interesante sistema para identificar y actuar sobre los problemas genitales de la mujer


Realmente muy interesante este enlace del familydoctor.org que me apresuro en compartirlo con vosotras. En el se ilustra claramente un sistema sencillo que permite identificar y saber cómo actuar ante los problemas genitales que tenemos, de vez en cuando, la mayoría de las mujeres.  Es realmente una herramienta de consulta que debe tenerse a la mano para cuando se requiera algo de información al respecto.

Las diferentes etapas de vida por las que atravesamos las mujeres, pueden generarnos una serie de problemas genitales que afectan a nuestro bienestar general; estos pueden estar vinculados a los ciclos menstruales, a la actividad sexual, a algunas infecciones, los métodos de control de natalidad, los cambios post embarazo, al envejecimiento,... etc.  

Os sugiero de visitar el enlace y pasar en revista las situaciones de urgencia y sus síntomas,… y de ser necesario consultar a su médico, un tratamiento oportuno evitará problemas mayores!. 

Los “fallos” sexuales en los hombres pueden estar vinculados a otros problemas.


Los  “fallos” sexuales (como los llaman algunos pacientes) a la ocurrencia de problemas de erección* (ausencia total de erección o erección insuficiente) y  la eyaculación precoz*, son dificultades que la mayor parte de hombres ha sufrido alguna vez en su vida, hecho que no es grave en sí, porque puede tratarse de problemas ocasionales vinculados a situaciones externas o al estado físico y mental de la persona. Es cuando esos “fallos” se hacen frecuentes que se convierten en un problema que afecta la calidad de la vida sexual y el bienestar general de la persona que lo sufre, y que debe ser motivo de tratamiento.

Si antes, éste era un tema tabú, del que no se hablaba porque se lo vinculaba con la virilidad del hombre al que le ocurría; hoy la realidad es otra, existe una apertura mental en la sociedad, que permite hablar de todos los temas que preocupan, por lo que actualmente son muchos los hombres que reconocen haber tenido alguna vez estos problemas. Aunque no hayan muchas estadísticas sobre la incidencia de problemas sexuales en la población general, se puede afirmar que no tiene vinculación alguna con la virilidad del hombre y que son otros los factores que entran en juego.

Cuando en la pareja se viven estos problemas, lo primero que se debe hacer es consultar con su médico tratante y hacer los exámenes necesarios para descartar problemas físicos que estarían generando tanto el problema de erección  como el de la eyaculación precoz. Los especialistas refieren toda una serie de causas orgánicas (físicas) que pueden estar al origen es estos problemas, por ejemplo: la hipertensión arterial , la diabetes, el exceso de colesterol en la sangre (depósitos de grasa en las arterias cardiacas), síndrome metabólico (anomalías secundarias a la acumulación de grasas bajo la piel, conocido también como la resistencia a la insulina), el avance de la edad, el consumo excesivo de alcohol, de tabaco, de algunos fármacos (como los antidepresivos, las benzodiacepinas, …),…. ; lo que permite inferir la necesidad de llevar un  estilo de vida saludable para tener una vida sexual satisfactoria.

Cuando se han descartado los problemas físicos y que se siguen teniendo esos problemas, entonces se debe consultar un(a) psicoterapeuta o sexólogo(a), a fin de identificar las causas psicológicas, que pueden ser igualmente numerosas que las causas orgánicas;  desde problemas de educación demasiado estricta y poca información sobre el sexo, una sobrecarga de estrés por (problemas económicos, laborales,.. etc), la ansiedad de no estar a la altura de las circunstancias (por tener expectativas demasiado altas), tener desencuentros en la relación afectiva con su pareja, problemas de comunicación (conflictos no expresados ni resueltos), infidelidad,… etc.

Si bien es cierto que, en la vida de pareja el sexo no es lo más importante, se debe reconocer que él permite una cohesión afectiva de ambos y que de ocurrir frecuentemente un problema sexual, éste llegará a afectar no solo el grado de satisfacción de la vida en pareja, sino también  a acentuar la gravedad de otros problemas relacionales que existan.

Finalmente, es preciso señalar que la actitud de la pareja es básico para que el problema se instale, o no, en la vida de la persona. Si la primera vez que ocurre, la pareja no dramatiza y expresa claramente que no es grave, que eso es pasajero y que se resolverá en cualquier momento, son menores las posibilidades de convertirse en un problema que afecte su autoestima y le haga ingresar en una espiral de ansiedad. En caso de que el problema ya sea recurrente y esté afectando la vida sexual de ambos, se requiere hablar claramente sin dramatizar y tomar la decisión de buscar ayuda profesional para resolverlo que, como decía antes, es hacer un chequeo médico para descartar las causas orgánicas y una psicoterapia en el que la participación de la pareja es necesaria.


Tener amigos mejora nuestra salud física y mental


A lo largo de la historia se ha exaltado siempre el valor de la amistad en las relaciones interpersonales, de ese vínculo afectivo que construimos con una o más personas y que es un importante soporte psicológico para enfrentar las dificultades que encontramos en el decurso de la vida. Hecho que podemos todos confirmar desde nuestra propia experiencia de haber tenido amigos con los que hemos compartido alegrías, sueños, preocupaciones,.. y que nos hemos acompañado, mutuamente, en los momentos duros  que nos tocó vivir.
El mundo científico ratifica esa misma perspectiva, con numerosas investigaciones que dan pruebas de que el hecho de tener amigos cercanos ayuda a mejorar nuestro estado de ánimo (la alegría y el buen humor de los amigos son más contagiosos que la tristeza ), a mantener buenos hábitos de vida, de alimentación y disposición a realizar una actividad física (dejar de fumar u otra adicción, hacer un régimen y tener una actividad deportiva,… son mejor llevados cuando se hace con amigos), a recuperarnos después de una enfermedad (las personas que están rodeadas de amigos cercanos se recuperan más rápido después de una intervención quirúrgica y sienten menos dolor que los que están aislados socialmente), a envejecer mejor (se mantienen en mejor forma y viven más tiempo).…..
Según los expertos, los amigos tendrían mayor influencia que la pareja, en el desarrollo de nuestras habitudes de vida, probablemente por una comparación social implícita que existe primero con el mismo sexo y que hace que las personas, sin darse cuenta, se comparen a sus amigos y vayan progresivamente modificando sus costumbres, llegando a reforzar algunos gustos compartidos, respetando a su vez sus diferencias, para constituir un pequeño grupo en el cada uno tiene su espacio y se enriquece del contacto con los demás.

Según Maslow, todos los seres humanos tenemos una necesidad básica de sentir que pertenecemos a un grupo, que somos reconocidos dentro de él y que estamos relativamente rodeados de un cierto ambiente afectivo, y esto se ve en toda etapa de la vida. En los niños, el tener un amiguito cercano en clase les ayuda a soportar mejor cualquier dificultad, pena o llamada de atención que pudiera tener en la escuela o en otro contexto. En los jóvenes el pertenecer a un grupo de amigos para realizar actividades deportivas, sociales y afectivas hace que su entrada en el mundo de los mayores se haga sin dificultad y tiene además, un efecto preventivo de la depresión y otros problemas psicológicos.

En el caso de adultos, el mantener activas sus redes de amigos, les permite realizar diversas actividades sociales que le ayudan a disminuir el estrés acumulado en el trabajo o en la casa; el salir a tomar un café con amigos, el conversar sobre sus preocupaciones, o simplemente el reír y pensar a otras cosas,… hace que la persona regrese con otro estado de ánimo y que la calidad de tiempo que de en casa y en el trabajo, sea mejor.

En la etapa de envejecimiento, los amigos contribuyen a mantener el cerebro activo y a vivir mayor tiempo y en mejor estado físico y mental que los que están aislados socialmente, porque se sienten bien en un grupo al que pertenecen y en el que comparten los valores, los intereses, y las pequeñas cosas que le producen placer. Esa identidad de grupo positiva repercute en su identidad personal y refuerza su autoestima. Se siente útil y apreciado, razón por la que aconseja de mantener al adulto mayor en su propio entorno, en lugar de ponerlos en residencias alejadas de su entorno estimulante habitual (salvo en casos en los que se requiera una atención médica especializada obviamente!)
Concluyo recomendando que, así parezca que pierde el tiempo de trabajo o la familia, no deje de frecuentar a sus amigos, pues es un capital social y psicológico que le hará la vida más agradable y le ayudará a atravesar dificultades. Por lo que le doy algunas pautas a tener en cuenta:

No escogemos a nuestra familia de origen, pero sí tenemos la libertad de escoger a nuestros amigos. Tómese el tiempo para conocer a la gente y elegir con quienes va a construir esa relación que acompañará su vida; y no se acostumbre a cambiarlos rápidamente.

No busque la perfección en sus amigos porque no hay perfección en el mundo, ni trate de descubrir defectos en ellos, porque podría quedarse solo. Todos somos falibles, y es la fuerza de la amistad y el afecto que cultivaran,  que le ayudarán a superar las deficiencias y respetar las diferencias en una complementaridad enriquecedora para todos.

La amistad se basa en la confianza mutua, haga el esfuerzo de cultivarla. Recuerde el antiguo refran que dice "a un amigo se le honra cuando está presente, se le valora cuando está ausente y se le asiste cuando lo necesita". Un verdadero amigo es aquel que sigue a su lado, incluso cuando no le queda nada más que ofrecer que su compañía y eso debe ser recíproco.

¿Podemos tener un divorcio exitoso?


Cuando  leemos la pregunta parece imposible el tomar con un relativo éxito un camino alternativo al proyecto de vida que iniciamos con una persona a la que amamos y a la que nos unimos en matrimonio con la idea de estar juntos “hasta que la muerte nos separe”,  y que luego con el tiempo y esas cosas extrañas que tiene la vida  llegamos a constatar que ya no podemos ser felices juntos, por razones diversas (rutina, infidelidad, …) y propias a cada una de las parejas que se separan, que son muchas (en algunos países llegan hasta los 2/3 de las parejas que se casan, aunque el contexto actual de crisis económica pareciera estar llevando las cifras a la baja).  

El proceso de divorcio es similar al del duelo, y pasa por las mismas etapas. Primero, viene el rechazo a creerlo posible, luego vienen los sentimientos de cólera (con ganas de destruir todo lo que nos recuerda la vida común), abandono e impotencia. Luego se instala la tristeza y los periodos de llantos, hasta llegar a integrar en la mente la realidad del divorcio, del que hay que ocuparse de sus detalles. Luego de un tiempo, en que las emociones se decantan y se tiene que vivir el día a día con energía, viene la etapa de retomar el control de su vida y continuar en un camino diferente, probablemente rehaciendo su vida con un amor diferente o un entorno social que le permita seguir avanzando por la senda de la vida, con satisfacciones y proyectos propios.

Veamos los factores que hay que tener en cuenta, cuando se está frente a una situación de divorcio inminente:

Aunque no puede decirse que haya una situación ideal, sería preferible de que una vez que uno o los dos conjugues piensen en el divorcio, hagan el esfuerzo de consultar no con un abogado (que es lo que erróneamente se piensa en primer lugar)  sino con un psicoterapeuta de parejas, para ver con este profesional si hay posibilidades de salvar el matrimonio, analizar los problemas y ver si se pueden modificar algunas cosas y reconstruir la relación, o de lo contrario preparar un divorcio tratando de examinar todos los aspectos en juego (afectivos, sociales y materiales) y llegar a tener un divorcio , aunque no podamos llamarlo “exitoso” porque es la negación o ruptura de un proyecto de vida, por lo menos satisfactorio y lo menos traumático posible para todos (la pareja que divorcia , los niños que son afectados por ese cambio, los familiares, los amigos,…).

Cuando se ha tomado la decisión, lo primero que hay que hacer es hablar lo más claramente posible con los hijos (utilizando un lenguaje claro y accesible a ellos en función de las edades), sobre la decisión que están tomando, sin culpabilizar a uno u otro conjugue (por más difícil que esto resulte!), y sobre todo dejando bien en claro que no es culpa de los hijos; que ese es un asunto entre los adultos de la pareja. Asimismo, hablarles de todos los cambios que se darán (cambios de colegio, de casa, de habitación,…), y hacer el esfuerzo de responder a todas sus inquietudes, dejando muy claro que sus padres siempre los seguirán amando.

Informe de igual manera a la familia cercana y los amigos más cercanos. Hágalo de una manera clara aunque sin dar demasiados detalles que puedan mostrar como responsable a uno u otro. No intente que tomen partido por usted, simplemente infórmeles para que puedan apoyarle cuando necesite soporte en algún momento.

Trate de evitar discusiones acaloradas delante de los hijos, son discusiones que ya no aportan nada a la realidad, y  trate de conservar la “cabeza fría” para arreglar los detalles más concretos. No entre en una guerra por cuestiones de dinero o búsqueda de revancha;  con la ayuda del psicoterapeuta o un mediador (que puede ser el mismo psicólogo o un abogado, que sería el mismo para ambos)  se puede llegar a un entendimiento a la amigable, examinar los gastos que tendrán que asumirse,… y demás detalles necesarios para hacer el cambio menos drástico.

Recuerde que los niños “necesitan amar tanto al padre como a la madre”, así que evite de desacreditar al otro (así sea difícil, no hable mal de él!), de enviar mensajes a través de los hijos (utilice el teléfono o el E-mail si se quiere comunicar, nunca a través de los hijos!) o utilizarlos de espía para saber lo que pasa en el otro lado, porque solo les generará innecesariamente malestar e inseguridad, lo que podría afectarles en su vida futura.

Finalmente, si usted está en el entorno de una pareja de que se separa, no tome partido por uno de ellos, porque nadie sabe lo que pasa al interior de la pareja;  a lo más,  escúcheles a ambos y sugiérales de ir a terapia de pareja, donde puedan ver con mayor claridad si hay posibilidades de reconciliación y de reconstrucción de la pareja o para preparar un divorcio más tranquilo y menos traumático para todos.


Información en: www.cleliagalvez.com

La envidia en las relaciones sociales


Muchos se quejan de las molestias que ocasiona la envidia, de algunas personas, en sus relaciones familiares y sociales, que se ve reflejada en  los comentarios desagradables de algunas personas que tienen el arte de “poner el dedo en la llaga” o de ver el detalle negativo que puede desacreditar a una persona y arruinar el ambiente de cualquier reunión social.  Cabe señalar que, cuando aquí hablamos de envidia no nos referimos a esa envidia “sana” que puede motivar a las personas a perseguir sus objetivos para tener el mismo éxito de otras personas a las que observa, sino a la envidia “nefasta”, o “patológica” que corroe las relaciones sociales.

La envidia, es ese sentimiento (tristeza, frustración,…) o estado mental (de pesar o dolor psicológico) en el que se encuentra una persona (que tiene netos problemas de autoestima) frente al éxito ajeno. Es como si esa imagen positiva del otro, le renviara un mensaje en retorno que le recuerda su propia situación de vulnerabilidad (o inferioridad), por no poseer lo que el otro tiene (bienes, cualidades, éxito,…) y que siempre quiso tener; ocasionándole un dolor interno o malestar como si le hubieran agredido, a lo que responde disminuyendo el éxito percibido o agrediendo simplemente, para encontrar la calma perdida.   

Pocas son las personas que se dan cuenta que ese estado mental les ocasiona sufrimiento, y menos aún las personas que quieren deshacerse de ese problema, que describe claramente Sofía: “Yo no he hecho cosas malas en la vida,  pero siempre estuve envidiosa de los demás. Cuando alguien hace algo mejor que yo, me siento herida y envidiosa. Cuando escucho que una persona ha realizado buenas acciones, siempre las pongo en duda, pero, cuando escucho que alguien ha hecho cosas malas, siempre lo doy por cierto y casi me alegro por ello. Cuando veo que otras personas reciben cosas positivas (halagos, ventajas, premios,…), siento como si yo hubiera sufrido una gran pérdida. Pero cuando veo que los otros pierden algo, tengo la impresión de haber ganado una fortuna”.

Nos podemos preguntar, pero ¿cómo es que llegamos a construir esos sentimientos en nosotros?, que a veces vemos como rasgos casi familiares, con padres que van criticando a los que tienen las cualidades que ven como ideales y que ellos no poseen,… a los que tienen éxito, a “los ricos”, “los otros”;  lo que incluso hace parte del saber popular a través de chistes como este: a un niño le preguntan en clase sobre lo que quiere ser cuando sea grande, a lo que él contesta “quiero ser un desgraciado”, y explica que tiene un vecino con dinero, coches, una esposa bonita, una casa bonita,… y cada vez que pasa por la calle,  él escucha a sus  padres decir: “allí va el desgraciado”,…!.  

Cuántos casos de envidia nefasta se ahorraría la sociedad (porque se la observa a todo nivel) si los padres tuvieran más cuidado en mostrar lo positivo del éxito ajeno (como un modelo a replicar), en lugar de promover el “resentimiento social” ante los ricos y ante toda persona que logra más éxitos materiales que ellos, lo que obviamente es disfrazado por las ideologías “progresistas” de todo tipo, que van dando justificación a una actitud de envidia y reivindicación a reproducir a través de generaciones, ocasionándoles más sufrimiento personal porque les provocará una centración excesiva sobre lo negativo, y una amargura por no poseer lo que otros poseen.

No quiero terminar este artículo, diciendo que porque venimos de familias donde se cultivó la envidia, ya somos envidiosos, sino alertando a los que tenemos hijos para darle mayor atención a los mensajes que reciben de nosotros (las cosas que les decimos) y sobre todo de nuestras acciones (es actuando que marcamos más el comportamiento de nuestros hijos), además de decir a las personas que sufren de ese problema, que es posible de vencer la envidia, con algo de paciencia y esfuerzo. Para ello, es necesario observar en nuestro accionar (si posible, incluso anotarlo), ¿cuantas veces hemos sentido envidia? y ¿por qué razones?, ¿qué miedos estuvieron detrás de esos sentimientos?. A veces son provocados por pensamientos sueltos que pasean por nuestra mente, … veamos unos ejemplos: “no es justo que María tenga derecho a más vacaciones pagadas que yo”, “los hijos de Juan han hecho buenos estudios, quisiera que los míos lo hagan mejor, porque yo soy mejor padre que él”, “ Robert acaba de comprarse un nuevo coche, seguro que ha hecho algo malo para conseguir dinero”, “es Carolina que ha tenido el aumento de sueldo, pero yo era la que me lo merecía”,…

La mejor estrategia para deshacerse de la envidia es aceptarse plenamente a sí mismo. Por lo que le sugiero que trate de ver (y anotar, porque así es más concreto) cuales son las cosas que ya ha logrado en la vida (familia, salud, trabajo,…) y las que tiene en camino de lograr;  y sobre todo haga el esfuerzo de aceptarse a si mismo con sus cualidades y sus defectos (o aspectos a mejorar), pero sin compararse con los demás, porque siempre encontraremos personas que hayan logrado más (o menos) cosas que nosotros.  Por otro lado, si ha identificado los miedos que están detrás de sus pensamientos de envidia trate de enfrentarlos y superarlos, sino le es posible, consulte a un psicólogo que pueda ayudarle. 
 



La espiritualidad y nuestra salud mental

La espiritualidad es cada vez más reconocida, en los cuidados de salud física y mental, como un factor que puede contribuir a prevenir, curar o enfrentar la enfermedad. Hace unas décadas solo se reconocía ese aspecto en los servicios de “cuidados paliativos” (enfermedades terminales), sin embargo la práctica clínica nos hace reconocer que los valores espirituales o religiosos y los objetivos de vida que tienen los pacientes, les aportan una contribución innegable a su salud física y psíquica así como a su satisfacción de vivir.

Podemos citar innumerables casos de personas que luego de haber vivido una experiencia de vencer una enfermedad grave han cambiado su perspectiva de vida y se reconocen como personas religiosas practicantes o espirituales. Asimismo,  observar que personas con perspectiva espiritual o religiosa pueden entender con mayor facilidad los límites de la ciencia médica (en caso de enfermedades raras o graves), o en casos de pérdida de sus seres queridos, hacer su trabajo de duelo en menor tiempo (dado que pueden explicarse muchas cosas y encontrar consuelo en su fe) comparado a lo que sucede con ciertas personas “escépticas” que tienen mayor dificultad a integrar una pérdida de un ser querido pues los confronta a la “nada” existencial.  

La espiritualidad entendida como lo hacen algunos autores (Carson, 1989),  es un concepto a dos dimensiones: la dimensión horizontal o existencial que tiene que ver con los valores inherentes a las relaciones humanas y con las actividades que le dan sentido a la vida, y la dimensión vertical o religiosa que hace referencia a una relación con lo trascendental o un Ser supremo. Reconociendo que en una misma persona, la vida espiritual no siempre se desarrolla en ambas dimensiones. Ciertas personas van a concentrarse sobre la dimensión horizontal y a privilegiar los valores de amor, de amistad y de sentido de la vida, sin considerar jamás la relación con lo transcendental. Por otro lado, otras personas  profundamente religiosas se interesaran casi exclusivamente a la relación con el infinito, olvidando de cultivar la dimensión existencial u horizontal de la espiritualidad.

La religión, sería entendida como un conjunto específico de creencias y prácticas de un grupo organizado de confesión (católica, protestante, judía, musulmana,...);  mientras que la espiritualidad tendría una connotación más individual (que puede ser “mística” o no), siendo a menudo definida por las personas como el sentido de la paz, de relación con los demás y de creencias relativas en el sentido de la vida.

Si nos interesamos al bienestar general de las personas, podríamos inferir que sea cual fuere la perspectiva espiritual o religiosa que se tenga, deba tratarse, en lo posible, de ser coherentes con ella, a fin de armonizar su vida con ese eje importante que direcciona sus acciones más nobles. Pues , contrariamente a lo que se espera, muchas veces se observan personas muy religiosas que pertenecen a asociaciones religiosas (“hermandades”, “cofradías”, “templos”…) o espirituales (“fraternidades”,…) que están enfrascadas en conflictos y luchas por el poder o por el dinero que les hace perder el sentido primigenio por el que abrazaron su fe religiosa o perspectiva espiritual, llegando a desnaturalizar el sentido de la asociación y realizar ritos con otros objetivos (figuración social, poder, dinero,…etc.) que en lugar de permitirles elevarse psicológicamente y armonizar su vida, las reduce a preocupaciones bien domésticas que generan malestar y frustraciones y les hacen desperdiciar ese valor profundamente positivo que podría ayudarles a ver la vida con ojos de esperanza y tener la fuerza de enfrentar los retos cotidianos. 
 

Prepare su hogar para evitar intoxicaciones o envenenamientos accidentales

Leo un interesante artículo norteamericano que nos da luces para evitar intoxicaciones y envennamientos en casa, ahora que el verano se aproxima y que comenzaremos a utilizar una serie de productos para evitar que los insectos ingresen en nuestro hogar o que realizaremos actividades en los bosques.

Según los autores, en más del 90% de los casos, las intoxicaciones y envenenamientos se producen en el hogar y la mayoría de estos ocurren en la cocina, baño, o en la habitación. Por lo que se requiere enseñar a los niños a que nunca toquen o pongan en su boca nada que no sepan lo que es.

A continuación, algunos consejos sobre cómo mantener su hogar seguro:
  • Mantener los medicamentos en sus envases originales (con sus respectivas indicaciones) y guardarlos adecuadamente (en un botiquín que no esté al alcance de los niños).
  • Tener en casa una alarma para detectar monóxido de carbono, preferiblemente  instalada cerca de las habitaciones y cerca de las calderas o calentadores.
  • Mantener las sustancias tóxicas en sus envases originales. No usar recipientes de comida (tales como vasos o botellas) para almacenar limpiadores u otros productos químicos fuertes.
  • Mantener el anticongelante y los productos químicos fuertes en sus envases originales.
  • Algunos productos de arte (pinturas, plastilinas,… etc) son mezclas de productos químicos que pueden ser peligrosos si no se usan correctamente. Asegúrese de que los niños los usen de manera segura, que lean y sigan las instrucciones y que no coman ni beban mientras los usen.
  • Lavarse la piel después de trabajar y estar en contacto con productos de arte. Limpiar el equipo, las mesas, los escritorios y mesas de trabajo. Mantener esos productos en sus envases originales.
  • Si se va a preparar los alimentos, no olvidarse de lavarse las manos y limpiar la mesa de trabajo antes de hacerlo, así como de  limpiar los utensilios de cocina y aquellos para servir.
  • Almacenar los alimentos a la temperatura adecuada. Los alimentos que requieren refrigeración no pueden dejarse en temperaturas que superen los 40 grados F (5 grados C).
  • Si se va a practicar una excursión al aire libre, tomar la precaución de identificar los sitios donde pudieran haber serpientes u otras especies peligrosas y usar la vestimenta adecuada (botas, por ejemplo).
  • Leer atentamente el rótulo de cualquier repelente contra insectos. La mayoría de ellos contienen DEET, que puede ser dañino si se aplica en grandes cantidades.
  • Asegurarse de que todos los miembros de su familia puedan identificar hongos y plantas venenosas. Recuerde la frase “las hojas de a tres, no las toqués” cuando se trata de hiedra venenosa.
  • Recordar que, si hay sospecha de que alguien se ha intoxicado o envenenado, llamar inmediatamente al centro de control de intoxicación y envenenamiento local, para saber como actuar y pedir ayuda.

 

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Cómo abordar las dificultades atencionales de los niños

Es frecuente y comprensible  la preocupación de los padres por encontrar una solución a las dificultades que ven en sus hijos para concentrar su atención cuando realizan sus deberes escolares u otras tareas. Algunos expresan su preocupación y tratan de buscar asesoría, otros lo viven solos con extrema ansiedad y pueden llegar a magnificar el problema y hacer que el niño se convenza que tiene un problema y se acomode a él.

El constatar que sus hijos no se pueden concentrar en lo que hacen y el interpretar eso como algo grave que va a perturbarlos en los aprendizajes que tienen que hacer en la vida, puede hacer que los propios padres se vuelvan innecesariamente ansiosos y se vayan confrontando a una serie de preguntas  que se hacen ellos mismos y que ponen en cuestión sus propias habilidades como padres (que si son buenos padres,… que si se equivocaron en algo,… o si sus hijos tienen algún problema médico que deben tratar,…), hecho que puede convertirse en un circulo vicioso que por la ansiedad que sienten, puedan ejercer cada vez más presión  sobre los niños y estos al sentir el estrés en el que se encuentran sus padres, aún estar más ansiosos y distraídos,…. , y el circulo se retroalimenta sucesivamente….

Por lo que,  lo primero a hacer, debería ser calmarse y examinar las situaciones en las que se desenvuelven los niños para identificar algunas que pueden obstaculizar al niño en su tarea de concentrarse  en su tarea.

Hagamos un sobrevuelo de las posibles situaciones que podrían perturbarles:
  • · Los aspectos materiales: ¿el ambiente en el que hace sus tareas es silencioso?,  ¿hay demasiados objetos que él pueda tocar o distraer su atención inútilmente? ,  el espacio está adecuadamente iluminado? , ¿el material con el que debe trabajar está bien presentado y es bien legible?,  ¿tiene el niño todos sus útiles requeridos?
  • · Los aspectos personales: ¿hay alguna situación que le genere ansiedad o preocupación? , ¿ha perdido a algún ser querido? o incluso una mascota?, ¿se ha disputado con algún amigo, o un miembro de la familia?, ¿hay alguna enfermedad que lo afecta a él, o a algún miembro de la familia? , ¿hay niños que lo molestan en la escuela?, ¿tiene algún miedo a algo o a alguien?
  • · ¿Está motivado por la escuela o se le ve algo aburrido de ella?
  • · ¿Duerme suficientemente?, ¿tiene pesadillas o miedos que le impiden de dormir suficientemente?
  • ·  ¿Como está su alimentación?, ¿está suficientemente nutrido e hidratado?
  • ·  ¿Tiene demasiadas actividades para-escolares?
  • ·  ¿Tiene miedo al fracaso o a decepcionar a sus padres?
  • ·  ¿Le falta tiempo para relajarse o para canalizar sus energías?

Entre otras causas posibles, se puede mencionar el Trastorno de Déficit Atencional (TDAH), que comprende una agitación y una falta de atención constantes en el niño y que obstaculizan tanto su aprendizaje como la realización de la mayor parte de actividades cotidianas, llegando a perturbar su calidad de vida y la de su entorno familiar y escolar. Si tiene dudas sobre su niño, le aconsejo de solicitar una evaluación específica, pues el TDAH tiene que ser diagnosticado por un equipo de profesionales de la salud (médico y neuropsicólogo).

Para los casos que no presentan  problemas que requieran una intervención terapéutica o medicamentosa, existen algunas medidas simples que los padres podrían aplicar para ayudar a su niño a mejorar su atención:

  • ·  Determinar con el niño, el lugar donde va a realizar habitualmente sus tareas y  el lugar más preciso en los que pondrá sus útiles de escritorio más usados (que estén a la mano y siempre en el mismo lugar).  
  • ·  Mantener el ambiente de trabajo relativamente ordenado (sin convertir eso en una obsesión) y sin ruidos inútiles.  Evitando tener objetos que puedan captar su atención cuando efectúa sus tareas.
  • · Planificar con el niño la actividad que va a emprender, dividiéndola en etapas pequeñas y explicándole claramente la manera en que se va a realizar la tarea (las consignas deben ser claras, simples y coherentes) para que tenga en mente la secuencia.
  • · Fijar la duración de la actividad, en función de la edad del niño y de su nivel de atención. Hacer  solo una a la vez para no desmoralizarlo, programando pausas para que el niño pueda moverse y gastar su energía.
  • · Instalar rutinas para los “momentos-bisagra” del día (partir a la escuela, llegada por la tarde, cena, baño, ir a la cama, etc. ); puede también tener una pequeña canción o repetir una lista como jugando para cada una de esas etapas a fin de ejercer su atención sobre las tareas a realizar.
  • · Si el niño no esta más concentrado y manifiesta su malestar, es preferible de suspender la actividad y retomar mas tarde, si es necesario
  • ·  Evitar de ponerlo en situaciones de  fracaso, enfatizar positivamente sus esfuerzos (así sean pequeños, porque irá mejorando progresivamente). “muy bien”, “veo que hiciste tu esfuerzo”, “será mejor la próxima vez”.
  • · Valorar los esfuerzos que hace el niño y felicitarlo con palabras “bravo”, “estoy orgullosa de ti”, “continúa así”, “vas bien”,  y estableciendo un sistema de recompensas (por ejemplo dándole algunos privilegios)
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