¿Qué hacer para prevenir el cáncer y las enfermedades degenerativas?


Todos tenemos en nuestro entorno cercano, alguien (si no se trata de nosotros mismos) que ha sufrido o sufre de un cáncer, una enfermedad crónica o una enfermedad degenerativa; y es cuando un diagnóstico inquietante se acerca a nuestras vidas que nos interesamos a informarnos y tomar medidas para prevenir las enfermedades que la vida moderna ha convertido en casi “normales”. Al respecto, de la diversa literatura existente sobre el tema, queremos compartir con ustedes una síntesis de la recopilación de las informaciones que nos parecen muy interesantes y fácilmente aplicables por toda persona que quiera tomar una parte activa en su bienestar y el de su familia.

Según el biólogo Otto Heinrich Warburg (premio novel por su investigación: “La causa primaria y la prevención del cáncer”), las causas del cáncer vienen de tener un nivel alto de acidez en el cuerpo.  Un medio alcalino en el organismo atrae el oxígeno necesario para la producción de energía, mientras que un medio ácido expulsa el oxígeno y hace que las células sanas se enfermen (una célula sana a la que se le priva del 35% de oxigeno durante 48 horas podría convertirse en cancerosa). El descubrió que las células cancerosas son anaeróbicas (no respiran oxígeno) y que no sobreviven en un medio con abundante oxígeno, y por el contrario, sobreviven (reaccionando con la glucosa) en un medio sin oxigeno.

En su tesis “Metabolismo de los tumores” Warburg demostró que todas las formas de cáncer tienen dos condiciones: un nivel alto de acidez (acidosis) y la falta de oxígeno (hipoxia). El cáncer no sería más que una manera de adaptarse (un mecanismo de defensa) de las células para sobrevivir en un medio ácido con falta de oxigeno. En otras palabras, el cáncer sería el resultado de una dieta basada en alimentos que tienen un efecto acidificante (la acidez expulsa el oxígeno benéfico de la sangre) y una vida sedentaria (que no aporta el oxígeno necesario a los tejidos de nuestro cuerpo), lo que coincide con las actuales campañas de prevención del cáncer, que además de controles médicos periódicos promueven un estilo de vida saludable.

Citamos otros científicos que apoyan esta lógica, como el Dr. George W. Crile, que dice “Todas las muertes mal llamadas naturales, son solo el punto final de saturación del cuerpo en ácidos.  En cambio, es prácticamente imposible que un cáncer se desarrolle en una persona que ha liberado su cuerpo de su acidez, privilegiando los alimentos alcalinizantes y aumentando el consumo de agua pura para drenar mejor el cuerpo de los desechos tóxicos; evitando también, en la medida de lo posible, los alimentos que producen el ácido, o mediante la compensación de su absorción por la ingestión de otras sustancias alcalinizantes, y evitando los elementos tóxicos”.

Según Mencken, (autor de “La lucha por la vida es la lucha contra la retención de ácido”) “el envejecimiento, la falta de  energía, el mal humor, las enfermedades del corazón, alergias, eczema, urticaria, asma, cálculos, arterioesclerosis,… no son más que la acumulación de acido”.  El Dr. Theodore A. Baroody en su libro “Alkalize or Die” (“Alcalinizar o morir”) “En realidad, independientemente de la gran cantidad de nombres diferentes de las enfermedades, lo que importa es que todas ellas vienen de la misma causa: demasiados residuos ácidos en el cuerpo”. El Dr. Robert O. Young “La acidificación excesiva en el cuerpo es la causa de todas las enfermedades degenerativas”…. “cuando se rompe el equilibrio y el cuerpo comienza a producir y almacenar más acidez y residuos tóxicos que lo que puede eliminar con la suficiente rapidez, diversas dolencias se manifiestan

Retenemos, que las células de nuestro cuerpo funcionan en base a tres elementos: agua, oxígeno y nutrientes; que el oxígeno reacciona químicamente con la glucosa para generar la energía necesaria para la vida; que necesitamos oxígeno en el cuerpo para que nuestras células se mantengan sanas y que éste viene de la alimentación saludable y del ejercicio cotidiano. Una vez que el proceso de digestión se ha realizado, es en función de la calidad de nutrientes (proteínas, hidratos de carbono, grasas, minerales y vitaminas) que aportaron los alimentos que consumimos, que se generará un estado de acidez (que eliminará el oxígeno) o alcalinidad (que atraerá el oxígeno que necesitamos) en la sangre.

El resultado alcalinizante o acidificante se mide mediante una escala llamada PH (potencial hidrógeno) cuyos valores van de 0 (grado de acidez máxima) y 14 (grado de alcalinidad máxima), siendo 7 (un valor neutro). Para que nuestras células funcionen correctamente necesitamos que nuestro cuerpo tenga un medio ligeramente alcalino; aunque cada órgano requiere de diferentes niveles de alcalinidad: el Ph de la sangre debe mantenerse entre 7,32 y 7,42, fuera de esos límites comienzan los problemas de salud que pueden ser graves. El Ph de la orina, de una persona que se alimenta correctamente se ubica entre 6,5 y 7,5 (idealmente entre 7,0 y 7,5). El Ph de la piel es 5,2 (ácido).

Nuestro organismo funciona inteligentemente y siempre trata de mantener un equilibrio de sus funciones y compensar algunas carencias tomando o no las reservas que tenemos; es  así que, cuando tenemos durante mucho tiempo un aporte de sustancias ácidas en la sangre (por una alimentación inadecuada, estrés, contaminación, … etc., ) el propio cuerpo, por la necesidad de  mantener un nivel adecuado de alcalinidad, va a utilizar las reservas minerales alcalinas (socio, potasio, magnesio, calcio, hierro,…) que tenemos en los huesos, cartílagos, dientes, pelo, etc. , por lo que la desmineralización se instala en forma de caries dentales, osteoartritis, osteoporosis,……

Ese proceso se ve claramente en las personas que reciben quimioterapia, un tratamiento agresivo que ataca el proceso de multiplicación celular descontrolado, pero que también acidifica el organismo, de tal manera que éste se ve obligado a utilizar las reservas alcalinas para neutralizar al acidez extrema, pero lo hace sacrificando los minerales alcalinos (calcio, magnesio, potasio) de los huesos, dientes, uñas , articulaciones y cabello; es por esa razón que la persona que sigue ese tratamiento pierde rápidamente sus cabellos y siente dolencias en los órganos señalados.

Es interesante saber que se puede restaurar el hueso o cartílago desmineralizado y que se puede retrasar la progresión de artrosis o la osteoporosis,… restaurando el equilibrio ácido-base (nivel de acidez y alcalinidad en la sangre), porque si no, la desmineralización continuará. Para restablecer el equilibrio, se requiere de una dieta saludable y un estilo de vida sano, lo que significa que todas las personas deben conscientemente asumir la responsabilidad de su salud, mejorando su alimentación y su estilo de vida.

Al respecto, existen una serie de alimentos alcalinizantes, que pueden verse en un cuadro que encontrarán más abajo. Cabe señalar que no estamos promoviendo que se siga de manera rígida esa lista; y que la compartimos como una guía que nos pareció interesante para ir progresivamente incluyendo ciertos alimentos en la dieta diaria, a fin de llegar a un porcentaje que permita la prevención esperada y un bienestar general.

El agua que permite hidratar el organismo y drenar los desechos del metabolismo, debe ser en abundancia “por dentro y por fuera”. Se aconseja beber entre 2 a 3 lt de agua purificada por día. El agua de mar es aconsejada como muy alcalinizante y se consume mezclada en una proporción de una medida de agua de mar por cinco medidas de agua dulce. Existe también, otro sistema para la obtención de agua ionizada alcalina, que es obtenida por un filtro especial (un aparato ionizador que se fabrica en Alemania pero que aún no es comercializada en otros países) y que separa el agua de la red habitual en dos tipos de agua: ionizada alcalina y ácida.

El beber agua alcalina (sea del filtro especial o por mezcla de agua de mar) tiene diversos efectos benéficos para la salud: limpia el colon de los residuos y desechos acumulados, ayuda a neutralizar la acidez del tejido sin desmineralizar los huesos, dientes, cabellos,… y ayuda a neutralizar los radicales libres (responsables del envejecimiento) cuando la carga de acidez producida por las células y la dieta no produce suficientes anti oxidantes naturales. El agua alcalina se utiliza para beber, cocinar, lavar las frutas y verduras, mientras que el agua ácida (que sale del filtro como desecho) se puede utilizar para lavarse los cabellos, desinfectar los secadores de la cocina, para curar heridas y quemaduras y para regar algunas plantas como las rosas, que requieren un medio ácido para desarrollarse bien.


Finalmente, van algunas recomendaciones muy simples para mejorar su salud:

1  * Incluir a su dieta diaria una mayor cantidad de alimentos alcalinizantes.  Procurar limitar la cantidad de   alimentos acidificantes a solo 20 a 30% de su dieta.
2  * Para oxigenar adecuadamente los tejidos, haciendo ejercicios físicos regularmente (tres veces a la semana como mínimo)
3   * Beber 2 a 3 lt de agua al día para drenar el cuerpo de todos los residuos tóxicos (de nuestro metabolismo) porque la acumulación a largo plazo de las toxinas en el cuerpo puede provocar alteraciones (mutaciones) y convertirse en células cancerosas.
4  * De ser posible beber agua ionizada alcalina que neutraliza el exceso de acidez sin forzar al cuerpo a desmineralizarnos.
5   * Combatir el exceso de estrés con la practica de actividades agradables en familia y con amigos.   
-   * Tratar de tener una actitud positiva frente a todo lo que ocurre en la vida. Utilizar el humor y la risa, que son las más agradables de las terapias.

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Cuando los celos se convierten en obsesión


Los celos en las parejas generan muchas tensiones y sufrimiento. Son frecuentemente mencionados como motivo de separaciones, porque cuando se vuelven patológicos (obsesivos) son una verdadera pesadilla, no solo para la persona que siente los celos (por la ansiedad que le provoca), sino también para la que los soporta, (que vive asfixiada por la sospecha cotidiana y la desconfianza), lo que perturba gravemente la calidad de vida y de relación que mantienen ambos.  

Muchas personas consideran los celos como sentimientos normales en una pareja, incluso hay algunas que los consideran como una “prueba” de la existencia de amor entre dos personas que mantienen una relación (de enamoramiento, noviazgo, matrimonio o convivencia) y que,  de alguna manera, se  consideran mutuamente como su pertenencia, su mitad o su complemento; y es en esa idea, que el miedo a perder su espacio en la vida del otro y ser abandonado, genera (tanto en hombres como en mujeres) ese sentimiento de celo que afecta a la relación.

La frontera entre los celos normales y patológicos (enfermizos) no es muy neta, progresivamente pueden acentuarse y convertirse en una verdadera obsesión que tiene una manera bastante perniciosa de agravación hacia un trastorno obsesivo-compulsivo; aunque encontramos algunos casos serios en personas con problemas de personalidad o incluso de paranoia (manera general de funcionar con desconfianza y la idea de persecusión). Se habla de celos patológicos cuando estos son recurrentes (vienen con frecuencia), y se han instalado insidiosamente en la mayor parte de situaciones de la vida cotidiana, generando mucha ansiedad y accesos de agresividad que puede llegar a veces a ser destructivos (agresiones, actos de violencia,…).

La mente de la persona celosa  es invadida por pensamientos obsesionales de sospechas (de engaño); se siente habitada por el miedo a perder al otro y a ser abandonada, lo que le provoca una ansiedad importante que no puede controlar;  y que a pesar de los esfuerzos que hace, siente que es más fuerte que ella. Frente a esa ansiedad (que le parece insoportable) la persona se pone a verificar (a hacer compulsiones) todas las cosas de su pareja, buscando pruebas del engaño, hacer muchas preguntas una y otra vez, sin llegar a calmarse realmente con las respuestas que recibe, sino  más bien, a alimentar la ansiedad y hacerla cada vez más fuerte…, lo que vemos reflejado en lo que nos cuenta un paciente:  Desde hace meses, cada día soporto la misma rutina:  cuando regreso del trabajo, ella me revisa el móvil, los bolsillos, la cartera, el histórico de mi ordenador, los mails, todos los papeles,… buscando un ticket de algún gasto extra,…. Puedo hacer todo para calmarla, diciéndole que la quiero a ella, que yo la escogí, que no tengo otra persona,.. pero nada es suficiente!.  Ella ha llegado hasta a anotar el kilometraje de mi coche para ver si voy a ver a alguien antes de venir a casa,…”. Yo me enervo y le grito porque estoy cansado de que me acose con sus preguntas y viole mi intimidad de esa manera,.. pero es esfuerzo perdido!, ella se calma un momento y después recomienza. Si salimos a algún lado, ella vigila si miro a alguna mujer que cruzamos, a la cajera de la tienda,… es inimaginable el calvario que me hace vivir”.

Esa queja del paciente es como muchas de las que escuchamos en terapia, que demuestran que ambas personas tienen un sufrimiento importante que pone en riesgo la calidad de vida y la estabilidad de su pareja. La sospecha crónica del otro les impide de vivir una relación armoniosa y puede incluso, a veces, empujar al otro (que se siente injustamente agredido por la sospecha cotidiana)  a los brazos de otra persona…, que cansado de tanto ser acusado constantemente de engañar a su pareja,  pueda decidir un día a hacerlo, pensando que, finalmente, eso no cambiará nada en la actitud de su conjugue.

Muchos se deben preguntar que lleva a las personas a desarrollar los celos patológicos, a lo que podemos decir que no hay una sola causa; son diversas las causas que pueden llevar a una persona, en una determinada situación o etapa de su vida a  desarrollar este problema. En algunos casos vemos a personas que tienen un problema de autoestima baja (están convencidas de que un día u otro serán abandonadas, porque no se sienten capaces de mantener la relación que tienen, o,  no se sienten a la altura de su conjugue); en otras vemos que han vivido una experiencia de engaño bastante dolorosa que las ha traumatizado y generado una inseguridad en la relación; otras personas que vienen de familias en las que las experiencias de tensiones, conflictos y engaños eran frecuentes y que temen que eso les pase también a ellas,…., por mencionar solo algunas de las situaciones que encontramos en terapia.

Finalmente, si Ud. tiene en su entorno cercano, a una persona que tenga celos patológicos, convénzale de buscar ayuda profesional, porque un solo conjugue no podrá llegar a resolver ese problema por más esfuerzo y buena voluntad que le ponga. La persona que lo sufre tiene un trastorno importante y no reconoce que sea exagerado lo que vive, ella está convencida de que es engañada y todas las cosas que hará para controlar sus miedos,  no harán más que agravar su obsesión y la ansiedad que viene con ella. Este tipo de personas van a terapia solamente cuando el nivel de sufrimiento es extremo o cuando la pareja ha decido de terminar la relación y le ha puesto un ultimátum. En todos los casos,  se requiere con cierta urgencia, una psicoterapia de tipo cognitivo-conductual para llegar a resolver el problema y devolverle a la pareja la posibilidad de vivir con tranquilidad y armonía.


Saber decir “no”, preserva el bienestar general de la persona


Hay personas que viven siempre abrumadas realizando actividades o ejecutando proyectos que otros decidieron por ellas,  y que las aceptaron, no porque les interese realmente, sino porque no encontraron la fuerza de decir “no”; o ni siquiera pensaron antes de responder, porque están acostumbradas a no decir jamás “no” a su familia, amigos, jefes, colegas, clientes,… aunque les cueste mucho esfuerzo asumir lo que aceptaron. Así, muchos jóvenes pueden encontrarse consumiendo sustancias (alcohol, drogas, tabaco,…), realizando o soportando actos antisociales (robos, agresiones, sexualidad precoz,…),  por no saber resistir a la presión del grupo y no saber decir “no” a algo o alguien que ellos no quieren.  

Una serie de temores está detrás de esa tendencia a aceptar todo lo que se le pide a una persona: el temor a decepcionar (“que va a pensar de mí?”), a no ser querido (“me rechazará”), a ser excluido (“no estará conmigo”, “no haré parte de su grupo”) , por miedo a la autoridad (“pensará que soy agresivo y que no quiero obedecer,… me penalizará”), por evitar la confrontación (“no quiero conflictos”,…), por necesidad de ser aceptado y tener buena imagen (“hago cosas que no les gusta a los demás para que vean que yo puedo resolverles el problema, que soy útil y que me necesitan”). Temores que  al no ser enfrentados se hacen casi automáticos en la persona y los lleva a encontrarse en situaciones negativas para sí mismos, comprometiendo su bienestar físico y mental, con una sobrecarga de trabajo, ansiedad, dependencia, sumisión,…,  lo que en algunos casos es aprovechado por otros que se dan cuenta de la situación.

Cuando hablamos de aprender a decir “no”, no nos estamos refiriendo a decir “no” a todo, sino a ser asertivos, quiere decir a estar al escucha de nuestros propios pensamientos, emociones, deseos, necesidades y derechos, a poderlos expresar, dándoles la importancia debida, pero sin menospreciar los de nuestro interlocutor.  Por lo que es importante aprender a decir “no” sin agresividad, simplemente con convicción y cordialidad, pues lo único que se está haciendo es marcar sus límites. De lo contrario se corre el riesgo de dejarse invadir por los deseos de otros, de dejarse desviar de sus propios objetivos al punto de no saber más lo que se es, ni lo que se quiere.

Lo importante es de responder en función de un beneficio para si mismo en una situación determinada, en lugar de ceder por culpabilidad o por miedo a no ser querido.  Es tener la libertad de decir “” cuando se piensa sí, decir “no” cuando se piensa no y de decir “voy a pensarlo” cuando se necesita tiempo para dar una respuesta (que tiene derecho a hacerlo) para  pesar los pro y los contra de lo que le piden, ver si eso tiene más consecuencias positivas o negativas sobre su vida o al contrario si eso le da placer (que en ese caso se acepta, obviamente).

El saber decir “no” hace parte de las habilidades sociales (la asertividad) que aprendemos (o no) desde pequeños observando a nuestros padres y adultos de referencia (abuelos, maestros,…) en sus relaciones sociales, y las vamos consolidando durante toda nuestra vida con el aporte de nuestras propias experiencias; por lo que es posible que toda persona, a toda edad, pueda desarrollar esas habilidades. Algunas veces será suficiente el tomar la decisión, informarse y practicar las nuevas maneras de actuar para adquirir esas habilidades;  otras veces, cuando el problema es más complejo (como en el caso de una fobia social, personalidad ansiosa,…), se requerirá una ayuda profesional. Una Psicoterapia cognitivo-conductual es la que ha mostrado mayor eficiencia en este problema, por lo que se ser el caso, lo recomendamos.

Para los que se interesen, aquí van algunas pautas básicas que podrían ayudarles a aprender a decir “no” y  poner límites:
·         Entrénese a decir “no” a cosas muy simples que no tienen grandes consecuencias y por las que no siente mucha ansiedad, para probar como le va. Practíquelo todos los días con familiares y amigos cercanos, así se motivará a seguir haciéndolo en situaciones más complejas.
·         Si sabe que alguien le va a hacer un pedido, prepárese, encuentre una manera adecuada de expresar el “no”,  repítalo varias veces para que le sea más fácil de decirlo. O si prefiere dígale que ese pedido le supone un problema y que se tomará un tiempo para responder a ello, eso le permitirá sopesar mejor las cosas y tomar una decisión con menos estrés.
·         Antes de dar una respuesta, imagínese cómo estará cuando haya aceptado ese pedido (que tareas más tendrá que hacer, qué sensaciones o emociones tendrá cuando se sienta obligado a hacer lo que realmente no quiere) y también imagine lo contrario (si no acepta, cómo se sentirá ocupando su tiempo como ya había previsto). Eso le ayudará a tomar la decisión.
·         Al dar la respuesta negativa, arguméntela ligeramente (simplemente para no cortar el diálogo) y con convicción, pero sin ahondar en justificaciones que realmente son inútiles. Puede usar frases de este tipo: “me hubiera gustado decir si, pero ya he previsto otra cosa”,  o incluso:  “hasta hoy siempre he dicho sí a todo lo que me pedían, pero veo que eso me perjudica”.  
·         Cada vez que usted sienta que no está siendo respetado con el pedido que le van haciendo y usted quiera marcar sus límites, entonces tiene que decir “no”, sin agresividad pero con convicción. Por ejemplo: su hermana le pide que cuide a sus hijos mientras ella se va de compras, usted puede decirle: “no, lo siento, pero ya tengo otras cosas previstas.” 
 


Las “crisis de angustia” me estropean la vida!!


“El corazón que bate muy rápido, los músculos que tiemblan, el cuerpo que se pone a transpirar, dolor en el pecho, en el vientre,…”, son algunos de los signos de una “crisis de angustia” que fácilmente reconocen, quienes las han vivido con cierta frecuencia; los que por primera vez los sienten, tienen simplemente la impresión de estar a punto de morirse!. Numerosos son los que llegan a los servicios de urgencias de los hospitales, convencidos de que tienen una crisis cardíaca y se sorprenden o incluso se sienten incomprendidos por los médicos, cuando les dicen que no tienen nada grave.

Un “ataque de pánico” o una “crisis de angustia” (también conocida en algunos países como “crisis de espasmofilia”) no es una simple ansiedad, que es una reacción natural y normal frente a un peligro o una situación de estrés.  Tampoco es un fenómeno raro, se estima que el 5% de la población sufre de ese tipo de problemas, por lo que conviene de explicarlo con algo de detalle.

Un ataque de pánico es una crisis de angustia acompañada de síntomas físicos (muy desagradables y difíciles a soportar) y síntomas cognitivos (mentales) que se reflejan bien en la queja de una paciente:  “Apareció cuando fui a hacer compras…, creí que me iba a volver loca,… me vino una crisis y no es la primera vez. Yo entré al supermercado y cuando fui a la zona baja  para buscar un detergente, me sentí muy rara, como si no fuera yo misma. Mi corazón comenzó a golpear tan fuerte que pensé que me iba a caer,… y salí corriendo del supermercado, pero ni en la calle me iba mejor. Mi corazón seguía batiendo fuerte,.. tenía la impresión de que me estaba muriendo!. Fui de inmediato al hospital y apenas pude hablar con alguien se me pasó…. Luego, me hicieron varias pruebas médicas y me dijeron que todo era normal…., pero yo sé que tengo algo serio!, porque ya son varias veces que me ha venido esto y realmente me estropea la vida!.,… recuerdo que hace cuatro días tuve otra crisis muy fuerte cuando estaba por tomar el tren y no lo tomé, no fui a trabajar!,… y casi a diario tengo pequeñitas, como si comenzaran las crisis y me estropean el día, Desde que me levanto, tengo la impresión de que voy a tener una crisis, me siento mal hasta la noche,…

Cuando los ataques de pánico se instalan en la vida de la persona, se habla ya de un trastorno pánico, que puede presentarse asociado a una Agorafobia (miedo irracional o exagerado a lugares abiertos o con mucha gente,…) o sin ella. Un trastorno pánico es más que una simple crisis de angustia aislada,  éste se caracteriza por la recurrencia (que viene con cierta frecuencia) de ataques que aparecen de manera imprevisible (sin que haya aparentemente algo que los provoque) y se van complicando progresivamente.

El primer ataque viene generalmente de manera imprevista, cuando la persona está realizando cualquier actividad cotidiana, como conducir un coche, comer en un restaurante, caminar en el campo, estar en algún lugar muy concurrido,…cuando , de golpe, siente un gran terror. Le invade la impresión de que una catástrofe le ocurre; y  al igual que la paciente que mencioné antes, tiene la impresión que se va a desmayar, volverse loca o incluso morir en acto!. Siente que su cuerpo se enloquece: siente palpitaciones, dificultad de respirar, sudores, sensación de asfixia…El malestar más intenso le dura sólo algunos minutos, pero el miedo que la crisis regrese no le abandonará más. Su día se le ha estropeado, pero también las siguientes.

Así, marcada por esa primera experiencia catastrófica, la persona tiene temor de volver a estar en las situaciones parecidas a las del primer ataque. Si su primer ataque vino cuando estaba en un restaurante donde había mucha gente, comenzará a tenerle miedo a los lugares cerrados y con mucha gente: restaurantes, tiendas, aviones, cinemas, transportes en común…y comenzar a evitar de frecuentarlos.

Tendrá la impresión de que su universo cotidiano se ha convertido en un terreno minado que puede hacerle daño en cualquier momento. Ella se pone también a vigilar las reacciones de su cuerpo, y cuando descubre que tiene un síntoma que se parece al que tuvo en un ataque de pánico (el corazón que se acelera, un ligera dificultad a respirar, una sensación de garganta apretada), teme que esos pequeños signos estén señalando la venida de la catástrofe y es ese miedo, precisamente, que desencadena otro ataque.

La persona, comienza a sentirse más vulnerable, tiene miedo de estar sola, pide que le acompañen en todos sus desplazamientos (o simplemente no sale de casa), porque siente terror a la idea de tener una crisis cuando esté sola y no haya una persona de confianza que le ayude. Entonces, evita ciertas situaciones y calcula todas sus actividades de manera a estar siempre rodeada de personas conocidas, desarrollando así la agorafobia y otras fobias.

La depresión es otro de los riesgos que, además de las fobias, asechan a las personas que sufren de pánico. Cerca al 20% de personas con ese trastorno hacen tentativas de suicidio. Casi dos de cada tres pacientes con pánico están deprimidos y, en algunos casos, es difícil de determinar si es la depresión que se complicó con ataques de pánico,  o es el sufrimiento causado por los ataques que llegan a generar una depresión en la persona. Otros riesgos vienen del alcohol o los medicamentos (ansiolíticos, benzodiacepinas,..) que utilizan para disminuir sus síntomas durante las crisis y desarrollan rápidamente una dependencia a esas sustancias, lo que obviamente les provocará mayores problemas.

Un “ataque de pánico” ( o “crisis de angustia”) puede durar unos minutos o varias horas, dejando a la persona completamente agotada. Viene por lo general de manera brutal, sea en una situación temida sea al improviso. Hay una diversidad de síntomas, pero las más frecuentemente mencionadas por los pacientes son:
·         * Palpitaciones, taquicardia
·         * Transpiración
·         *Temblores de músculos o sacudones
·         * Sensación de asfixia, dificultad a respirar,
·        *  Dolores toráxicos
·         * Nauseas, dolores abdominales, vómitos
·         * Sensación de vértigo, cabeza vacía, impresión de desmayarse
·    * Sentimiento de despersonalización (como si fuera otra persona, o se mirara como en una película),
·         * Sentimiento de miedo intenso e inexplicable
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Los síntomas de un ataque de pánico pueden ser muy impresionantes y pueden, a veces, parecerse a una verdadera crisis cardiaca o a de problemas digestivos a repetición (nauseas, vómitos, diarréas,…) . Razón por la que se debe, en un primer momento, hacer un examen médico (cardiaco y digestivo) para descartar una causa orgánica. El descarte rápido permite evitar que se haga crónico el problema y que la persona entre en un circulo vicioso en el que los síntomas físicos y mentales se agraven mutuamente (las crisis se vuelvan cada vez más frecuentes y  el miedo de la crisis genere nuevas crisis….).

Si tiene un familiar o un amigo con este problema, sepa que es realmente serio, pero que tiene tratamiento. Los medicamentos (anxiolíticos y otros) ayudan a corto plazo a disminuir la intensidad de los síntomas durante las crisis pero de ninguna manera hacen que desaparezcan.

El tratamiento reconocido como más eficiente es la Psicoterapia Cognitivo Conductual, que tiene la ventaja de su rapidez (terapias cortas de  algunos meses) durante las cuales el terapeuta ayudará al paciente a desaprender los malos reflejos y adquirir nuevas maneras (y más adaptadas) de dominar sus miedos y retomar progresivamente el control de su vida: aprendiendo a gestionar mejor las reacciones de su cuerpo (sus síntomas físicos), sus emociones, sus maneras de pensar, sus actividades cotidianas, sus relaciones sociales,…. 


Información en: www.cleliagalvez.com




En cuestión de drogas, es mejor prevenir que tratar una adicción


Muchos padres se preguntan con gran preocupación ¿cómo evitar que sus hijos entren al mundo de las drogas?, un mundo complejo y destructivo que vemos a diario en múltiples casos de jóvenes y adultos adictos a los diferentes tipos de drogas, que han perturbado sus vidas y la de sus familias (trabajo o estudio precario, problemas con la justicia, relaciones sociales disminuidas e inadecuadas, relaciones familiares conflictivas, marginalización,….)

Para saber cómo lo evitamos es preciso entender cómo comienza el proceso. Según los estudios, los jóvenes prueban una primera vez, las drogas o el alcohol, por curiosidad “para ver que se siente”, otros lo hacen para imitar a sus amigos, sobre todo cuando hay presión sobre ellos y no saben decir “no”. Otros aún lo hacen para demostrar que ya son adultos e independientes. El riesgo reside  en que cuando un adolescente comienza a consumir cualquier sustancia adictiva (drogas, alcohol o medicamentos,…), ésta llegue a gustarle y decida de consumirla con cierta regularidad, lo que rápidamente (y sin que él mismo se dé cuenta) se convertirá en una adicción que le perturbará la vida.  

Aparentemente, el riesgo sería mayor en los adolescentes con ciertas dificultades en sus competencias sociales (“tímidos”, baja autoestima,…) que serían los más susceptibles a consumir drogas y alcohol porque descubren los efectos inmediatos de “escape” que les ayudan a soportar su malestar en situaciones sociales y se sienten más capaces para hablar y desenvolverse en un grupo,…. Contrariamente, un adolescente que haya aprendido a desenvolverse en la sociedad, a vencer obstáculos contando sobre sus propias capacidades, sería menos propenso a caer en ese tipo de problemas. 

El tratamiento de una adicción a las drogas es uno de los más complejos a realizar (con etapas sucesivas de: desintoxicación, psicoterapia de mantenimiento de resultados a nivel  individual, grupal y familiar, cambios de entorno social,…) y tiene altas tasas de recaídas;  por lo que, todos los profesionales,  aconsejamos a los padres de hacer esfuerzos por prevenir el problema en sus hogares en lugar de esperar a que se presente y se tenga que hacer un tratamiento de  un comportamiento adictivo.

Van allí algunas recomendaciones a los padres:

1.    Crear un ambiente de seguridad (confianza) y comunicación en el hogar. Trate de escuchar a su hijo(a) (a toda edad y más a la adolescencia), de contestar a todas sus inquietudes, sea cual fuere el tema del que quiera hablar. Haga que su hijo(a) sienta que puede confiar en usted (que estará siempre para apoyarle y protegerle), que puede hablarle de todo y que no tendrá que soportar una lección de moral cada vez que lo haga; así cuando esté en alguna situación problemática (de consumo de drogas de parte de sus amigos, por ejemplo) no dudará en llamarle a usted para que pueda sacarle de esa situación.

2.    Hablar sobre las drogas. Busque momentos para hablar en familia (por ejemplo, cuando están cenando) en los que se aborde el consumo de drogas y sus efectos nefastos, poniendo incluso ejemplos de personas que arruinaron su vida con esas sustancias; pero antes, infórmese bien sobre lo que existe y sus efectos, para sus conocimientos sean más exactos (y el adolescente no resulte sabiendo más que usted). Haga el esfuerzo de mirar con su hijo(a) algunas películas , reportajes, publicidad o cualquier información sobre el tema en los medios de comunicación; aproveche para conversar con el adolescente y ayudarle a generarse una opinión; esto va a prepararlo para situaciones en las que el tema aparezca entre sus amigos.

3.    Conocer el entorno social de su hijo(a) adolescente. Conozca a todos los amigos de su hijo(a) adolescente, invítelos a casa algunas veces para ver que sensibilidad tienen; conozca a sus padres, para saber en qué ambiente se mueve su hijo(a) y también poder hacerle un seguimiento en caso de que comience a retraerse. Cuando salga con amigos, pregúntele donde, con quienes  y cómo van a pasar el tiempo (obviamente, evitando hacer un interrogatorio de estilo policial). Asimismo, ponga reglas claras sobre la hora de retorno (y penalidades para cuando incumpla las reglas).

4.    Enseñar a través del ejemplo. Para enseñar a un adolescente hay que “tener autoridad moral”, quiere decir que no podemos ser dependientes del alcohol o tabaco, por ejemplo y exigirle a un adolescente de no tocar a drogas o alcohol. Si tiene algún problema con un producto adictivo, es la ocasión para dejarlo!. Hágalo por su hijo(a)!.

5.    Ayúdele a tener seguridad en sí mismo. Esté atento a hacer que su hijo se sienta bien con él mismo, reconozca y felicítele por sus logros y todos sus esfuerzos (enfoque los errores solo como lecciones que debe tener en cuenta) , dígale con frecuencia que lo quiere, y sobre todo, enséñele a decir “no” y a mantenerse firme en sus decisiones. Acepte también que en algún momento le pueda decir “no” a algo que haya usted pedido y acepte su decisión. Eso le servirá para no ceder a la presión de los amigos.

6.    Diríjalo hacia la práctica de actividades y deportes. Pase más tiempo con él, ayúdele a descubrir sus aficiones deportivas, artísticas u otras,  y promueva que lo practique con bastante regularidad; eso contribuirá a disciplinarlo y lo alejará de situaciones de “tiempo vacío a llenar con experiencias nefastas”.

     Finalmente, si cree que su hijo(a)  está consumiendo drogas o alcohol, hable claramente con él, sobre lo que ha observado en su comportamiento, pregúntele y escuche calmadamente sobre cómo ha llegado a eso?, con quienes y donde lo hace? Para que usted pueda ayudarle a hacer cambios en sus rutinas a fin de eliminar las situaciones de riesgo. Pídale que él se comprometa a  no tener un consumo habitual que podría rápidamente llevarlo a la adicción…. Si no  logra hacer que deje la sustancia, entonces busque lo más pronto posible la ayuda de un profesional y un centro especializado donde pueden desintoxicarlo y hacerle el tratamiento adecuado (y ayúdele participando activamente en su terapia) en caso de que ya tuviera una adicción.
 

¿Cómo reaccionar frente a la crisis?


Actualmente, es prácticamente imposible de no escuchar hablar de la crisis financiera, económica ,… y tal vez, pronto social! que sacude Europa y tiene impacto en todo el planeta. Cada mañana nos despertamos con noticias sobre los estados arruinados como Grecia, bancos asfixiados como en España, el empleo cada vez más caótico en Francia… y con una larga lista de problemas (recortes anunciados, impuestos incrementados, cierres probables de empresas, … etc.) que desestabilizan el equilibrio sobre el que reposaba la vida de nuestras familias.

Frente a esa situación de crisis generalizada, así como frente a cualquier tipo de crisis personal que nos toque vivir, tenemos que saber tomar decisiones: o nos quedamos bloqueados en la queja y buscando a los culpables (quienes y cómo lo hicieron?...), lo que no nos avanzará obviamente a resolver los problemas que nos atañen personalmente, y seguiremos perdiendo un precioso tiempo? , o, comenzamos a cambiar nuestra manera de abordar la realidad a fin de ver qué cambios podemos hacer en nuestras habitudes y actitudes a fin de sobrellevar la crisis y , tal vez incluso, salir airosos de este periodo nefasto que nos afecta a todos?.

Van aquí, algunas ideas que podrían ayudarnos a enfrentar la crisis:
1.    Preservar el optimismo. Este término puede resultar chocante en este contexto, pero los estudios han demostrado que las personas que tienen una actitud positiva ante la vida y que “ven la luz a la salida del túnel”, desarrollan la resiliencia (capacidad de adaptarse a los problemas) que les permite no sucumbir ante las dificultades, sino más bien sobrellevar los momentos difíciles o críticos, enfrentarlos e incluso tener éxito.

2.    Cambiar nuestras habitudes. Aceptar que la crisis perturbe nuestra vida, dejar de lamentarnos y,  de inmediato, comenzar a cambiar nuestras habitudes de confort, a controlar nuestros gastos, a optimizar nuestros recursos (utilizarlos con inteligencia para hacer más cosas gastando lo menos posible); podemos incluso considerarlo como un reto personal (y de la familia) el vivir con menos recursos. Otras personas lo hacen y con mucho menos que nosotros!.

3.    Aprender a leer las oportunidades que una situación de crisis puede presentar. Comenzar a observar nuevos territorios, nuevas actividades (con curiosidad de niño, dejando de lado sus antiguas maneras de percibir las cosas, porque la situación ahora es nueva!!), ver cómo van los negocios, hacia donde va la gente?,  qué le hace falta a la gente en este momento de crisis? ¿qué nuevos productos o servicios?,….  

4.    Tratar de ser creativo e imaginativo, no todo está dicho o hecho!, aún se pueden imaginar muchas nuevas cosas a hacer. Es útil mirar cómo lo hacen los habitantes de sociedades en las que el Estado no se ocupa de ellos,…

5.    Cuando haya identificado algunas actividades, tome la mayor información existente sobre ellas,  y luego priorícelas de acuerdo a sus competencias y preferencias. Si encuentra que le faltan algunas competencias para ello, haga el esfuerzo de ponerse en un curso para resolver ese obstáculo a la brevedad posible.

6.    Hágase un pequeño plan con metas realistas y accesibles (escríbalas, que eso le ayudará a controlar sus progresos) y comience a caminar en su nuevo proyecto de vida, corriendo riesgos calculados, pues quien no arriesga, nada consigue!.

7.    No dude en utilizar las redes de apoyo que tenga, los amigos, familiares y conocidos que pueden ponerle en contacto con otras personas u oportunidades; ahora con la generalización del internet es más fácil de hacerlo.
     
     Finalmente, debe convencerse de que Ud. puede hacerlo!. La autoconfianza es el ingrediente principal para la preparación de su nueva aventura, y si quiere que ella sea exitosa, sea persistente en el esfuerzo y exíjase  calidad y eficiencia en todo lo que haga,… verá que poco a poco va a descubrirse nuevas habilidades e incrementará su competitividad personal (pues es de eso se trata) para encontrar su nuevo y propio espacio.
 
 
 
 
 


Comprender el estrés en el trabajo


Actualmente, se reconoce el estrés laboral como uno de los principales problemas para la salud de los trabajadores y el buen funcionamiento de las instituciones o empresas en las que trabajan. Un trabajador estresado será más propenso a contraer enfermedades (y faltar al trabajo), estará menos motivado, más distraído con las pautas básicas de seguridad y como consecuencia será menos productivo, tendrá más accidentes,…etc; lo que, obviamente, disminuirá las posibilidades de la empresa en la que trabaja a tener éxito en un mercado cada vez más exigente y competitivo. 

Los expertos coinciden en señalar que, más del 20% de los trabajadores dicen sufrir de trastornos de salud vinculados al estrés laboral, y que ningún tipo de actividad laboral escapa a este fenómeno,  razón por la que la Organización Mundial de la Salud  (OMS) y la Organización Internacional del trabajo (OIT) han desarrollado programas para prevenir este problema y reducir las fuentes de estrés en la empresa interviniendo directamente sobre la organización, las condiciones de trabajo y las relaciones sociales.

Cómo ya explicamos en el artículo anterior, el estrés en el trabajo ocurre cuando la persona siente que hay un desequilibrio entre lo que se le pide que haga en su trabajo profesional y los recursos internos (sus competencias profesionales o su “saber hacer”) y externos (materiales “con qué hacer”) de los que dispone para responder. 

Cuando lo que se le pide está a la medida de sus posibilidades, el estrés es positivo y le permitirá dar lo mejor de si mismo, ser eficiente en el trabajo y sentirse valorizado; sin embargo, si  lo que se le pide es mucho más de lo que puede responder, es un estrés negativo que atentará contra su salud si se hace crónico (perdura en el tiempo, lo sufre cada día) como vemos en lo que dice un paciente: « Cada mañana, cuando pienso a lo que me espera en el trabajo, siento enloquecer.  Mi vida es un infierno: todos me interrumpen a cada momento para pedirme datos que no conozco y me impiden de concentrarme en mi trabajo, mis colegas que entran a mi despacho para consultarme sobre expedientes, una y otra vez…. Mi jefe que pone documentos en mi mesa, unos minutos antes de salir, para que los resuelva para el día siguiente, diciéndome con una sonrisa sarcástica “es para ayer”. Y el sistema que no llego a hacer funcionar,… yo corro haciendo todo, estoy cansado, hastiado, …”

Si nos preguntamos de donde viene ese tipo de estrés?, podemos afirmar que son muchas las causas (o factores), que generalmente se agrupan en seis tipos que mencionaremos aquí:

1) Las que dependen del contenido mismo del trabajo a efectuar: cuando hay exigencias importantes en cuanto a la cantidad del trabajo a  realizar (sobrecarga de trabajo, exigencia de rendimiento y de resultados, presión para cumplir plazos cortos, demasiadas informaciones a tratar al mismo tiempo,…); exigencias importantes sobre  la calidad (trabajos de alta precisión y calidad, vigilancia,…); cuando hay dificultades en las tareas (trabajo monótono, sin  autonomía, gestos repetitivos,…)

2) Las que dependen de  la organización del trabajo: Cuando no hay una buena repartición y planificación de tareas (recae más sobre unos que otros); las indicaciones sobre las tareas a realizar no son claras (no se sabe exactamente que quieren que se haga); Mala comunicación (las informaciones no fluyen bien y no todos la conocen); Contradicción entre las exigencias del cargo (cómo hacer bien y rápido?, a quien satisfacer al cliente o a mi jefe ?); Cuando se tiene nuevos modos de organización (jerarquía no es muy clara y no se sabe quien toma las decisiones, o todos hacen de todo y nadie sabe a quien corresponde la tarea); Inestabilidad de contratos de trabajo (contrato precario, dudas sobre su permanencia en la empresa,…); conflicto entre sus horarios de trabajo y la vida social y familiar (trabajos de noche, fines de semana,…).

3)Causas que vienen de las relaciones de trabajo: falta de apoyo de la parte de colegas (cada quien en su mundo aparte o competencia entre todos) y/o superiores jerárquicos (exigen pero no enseñan), ausencia de comunicación, gestión poco participativa (no tienen en cuenta la opinión de los trabajadores), autoritaria (los cambios son impuestos sin discusión) o deficiente (no hay autoridad y se forman clanes,…); ausencia o débil reconocimiento por el trabajo realizado (siempre resaltan lo negativo más no el trabajo realizado)

4)Causas que viene del ambiente físico y técnico: molestias físicas en el lugar de trabajo (ruidos, calor, humedad,…); mala concepción de lugares y/o de puestos de trabajo (falta de espacio, iluminación inadaptada o insuficiente).

5)Causas que dependen de la evolución de la sociedad: utilización cada vez mayor de internet y tecnología de comunicación a distancia; disminución de personal y mayor responsabilidad e individualismo en los pocos que quedan; clientela exigente y agresiva.

6)Causas que dependen del entorno macro-económico de la empresa: Mala salud económica de la empresa o incertidumbre sobre su futuro (impacto de la crisis); Competitividad, alta competencia.

Qué pasa cuando el estrés laboral es crónico?

Las consecuencias de soportar un estrés crónico y de no tratarlo oportunamente, pueden generarle ciertos problemas físicos y psicológicos y progresivamente llevarle a sufrir lo que se conoce como burn-out (o síndrome del “quemado”), que es un estado de fatiga crónica que resulta de un proceso lento, de una tensión continua durante largos meses o incluso años hasta agotarlo. Fenómeno que puede ocurrirnos a todos, sin excepción alguna.

Los síntomas del burn out son muchos, aunque el que el más sencillo a identificar sea  la fatiga continua , que se acompaña de un agotamiento mental, humor depresivo, desmotivación,… una baja del autoestima, un sentimiento de incompetencia… a veces con una irritabilidad evidente. En el proceso, pueden instalarse trastornos psicosomáticos (dolor de cabeza, de espalda, problemas digestivos,…..) por lo que las interrupciones del trabajo por salud se multiplican. Si las cosas continúan así, es la depresión que termina por instalarse,…

En caso de que tuvieras dudas sobre si estás propenso a desarrollar un burn-out, encontraras aquí algunas preguntas que te ayudarán a identificar ciertos signos:
·         Te sientes cansado fácilmente y tienes con frecuencia dificultades para levantarte por las mañanas?
·        Tienes la impresión de trabajar cada vez más, mientras que tu rendimiento disminuye constantemente?
·         Tienes la impresión de que tus esfuerzos son raramente reconocidos?
·         Tienes una actitud de impotencia y desengaño?
·         Te ocurre de olvidarte de tus citas?
·         Estás mas irritable que de costumbre?
·         Ves cada vez menos a tu familia y amigos íntimos?
Si haz respondido positivamente varios a varias de estas preguntas, es que probablemente estés con riesgo de desarrollar el burn –out y que tienes que hacer un alto y buscar ayuda antes de que se agraven los problemas.

Para salir del Burn-out es indispensable de buscar ayuda profesional y hacer una psicoterapia, si posible de tipo cognitivo-conductual. El tratamiento pasará por aprender a gestionar las causas del estrés y recentrarse sobre uno mismo, a fin de evaluar sus aspiraciones profesionales profundas y también sus limites. Descubrir sus centros de interés y fijarse objetivos realistas. Restablecer la comunicación con su entorno familiar y social, reaprender a trabajar en equipo y desarrollar relaciones normales con sus colegas. Aprender a poner límites, decir “no” a muchas cosas que le sobrecargan. En resumen, es ocuparse de si mismo y lograr un equilibrio entre trabajo, salud y familia, a fin de volver a encontrar  la alegría de vivir!.

El stress nuestro de cada día


Cada vez son más raras las personas que pueden asegurar que no se sienten estresadas. En todas las actividades que realizamos somos susceptibles de tener estrés: en el trabajo (por una sobrecarga de trabajo, horarios difíciles, presión por resultados, falta de competencias individuales,…), el hogar (por dificultades financieras, sobrecarga de tareas sobre una persona, desencuentros con los hijos o la pareja,…), en el barrio en el que vivimos (por ruidos, inseguridad, contaminación,…), en los medios de transporte (ruidos, aglomeración de gente, largas distancias,…) , en las relaciones sociales de todo tipo,… etc.  

El estrés es una demanda, estimulación o agresión que recibe nuestro organismo y ante la cual tiene que responder, por ejemplo: cuando nos piden de realizar un trabajo, tenemos que pagar una cuenta, tenemos que trabajar y estamos cansados, cuando escuchamos un ruido demasiado alto,… etc. Cuando esa demanda es coherente  con nuestra capacidad de respuesta (más o menos a nuestra medida), decimos que es un buen nivel de estrés que nos permite hacer las cosas bien (por ejemplo la convicción de ganar un campeonato le permite a un deportista de obtener buenos resultados), sin embargo, cuando el estrés es demasiado elevado respecto a las capacidades de respuesta (ganar un partido cuando no se está suficientemente preparado, por ejemplo) decimos que estamos ante una situación de estrés que se torna negativa.

El estrés no es bueno ni malo en sí mismo, es más una cuestión de intensidad y permanencia en el tiempo. Un poco de estrés nos agrega “sabor” a la vida, porque el aburrimiento y la monotonía también generan estrés (por ausencia de estimulación). Cuando el estrés que soportamos es de una intensidad demasiado importante para nuestras capacidades de respuesta estamos ante un caso de sobrecarga de estrés y si esa situación se hace crónica (permanece en el tiempo) nos va a generar toda una serie de síntomas físicos y psicológicos que van a hacer que nuestra eficiencia y productividad general disminuya, así como nuestra calidad de vida;  progresivamente iremos sintiendo cada vez más síntomas, hasta llegar a desarrollar el síndrome del “quemado” (colapso extremo de síntomas), si no lo tratamos a tiempo.

Los síntomas que a menudo se observan son numerosos, entre ellos podemos citar: pérdida de apetito (un comportamiento anoréxico o por el contrario a crisis de boulimia); problemas de concentración y memoria;  desmotivación (pérdida de interés por muchas cosas), fatiga general, tensión y dolores musculares (cefaleas, contracción y fatiga de mandíbulas y la nuca,…); ansiedad (problemas de respiración, palpitaciones, tendencia a morderse las uñas, angustias,…); espiral cognitivo negativo (estoy estresado, pienso en mi estrés, me estreso más y pienso aún más,… etc); aparición o aumento de comportamientos adictivos (tabaco, alcohol, drogas, medicamentos,…), aumento de crisis de asma (en personas que lo sufren), problemas de estómago (aerofagia, gastritis, estreñimiento o diarreas, ulceras,…etc.) , trastornos graves de salud a nivel cardiaco y arterial (pudiendo generar accidentes vasculares); aparición de resfriados y problemas bronquiales a repetición, problemas sexuales (pérdida de la libido); problemas de la piel (herpes, agravación de psoriasis y verrugas pre-existentes).

Si comienza Ud. a sentir algunos de esos síntomas, dígase es que es tiempo de parar un momento y reordenar su vida: comience por tener una alimentación equilibrada (con muchas frutas, verduras y productos sanos que le aporten vitaminas y sales minerales); hacer pausas en su actividad para relajarse (cambio de actividad, siesta, actividades de esparcimiento); practicar una actividad física (deporte o ejercicio regular); aprender a hacer más lenta su respiración; hacer el esfuerzo de  ponerse objetivos razonables y realizables ; tratar de relativizar las cosas que le ocurran,…etc.  

Evite consumir medicamentos y experimentos diversos que apuntar a “curas - milagro”, que no son eficientes realmente. Es usted el que tiene que retomar el control de su propia vida. Si no logra disminuir su estrés con las recomendaciones que acaba de leer, haga una psicoterapia de tipo cognitivo –conductual que ayudará a lograrlo de manera más sostenible.