¿Consumir marihuana es realmente inofensivo?

Fumarse un “porro” de marihuana (o Canabis) o ingerirlo en alimentos y bebidas, se ha convertido en una práctica tan “normal” y generalizada en nuestra sociedad, que prácticamente a diario encontramos personas que la consumen de manera habitual, por los efectos sobre el sueño, la ansiedad, para evadirse de sus problemas,….llegando a un grado de desconexión que más que darles sosiego facilita o incrementa sus propios problemas psicológicos y de relación con los demás. Sin ánimo de entrar en la polémica que existe sobre la despenalización de esta droga, me parece oportuno de abordar lo que, como profesional de la salud mental, observo al respecto.
La Marihuana (Cannabis sativa), se ha convertido en la droga ilegal más consumida en el mundo (desde la adolescencia hasta la edad avanzada, tanto hombres como mujeres). La OMS (Organización Mundial de la Salud) la considera como una droga peligrosa desde el punto de vista físico, mental y social, aunque persista una intensa polémica al respecto, debido a que algunas investigaciones indican ciertas cualidades terapéuticas (en la disminución de la percepción del dolor en casos avanzados de cáncer, dolor crónico, fibromialgia,…) y por la inclusión, en el debate por la legalización de esta droga, de factores económicos, sociales, políticos, de salud y religiosos.
¿Cómo actúa en el cerebro?
La principal sustancia activa en la marihuana es el delta-9-tetrahidrocannabinol (THC), cuyo efecto es la disminución de la actividad cerebral y la estimulación de los “circuitos de recompensa” o sistemas neuronales que provocan las sensaciones de placer. Cuando se fuma, el THC pasa rápidamente de los pulmones (cuando se ingiere lo hace por vía digestiva) hacia la sangre y es transportado al resto del cuerpo y al cerebro, donde se adhiere a los receptores de cannabinoides de las neuronas y afecta la regulación del placer (produce la sensación de “planear”), el movimiento (los reflejos son más lentos, hay perturbación de la noción de distancia, riesgo,…), la coordinación (reduce la capacidad de tratar el conjunto de informaciones para conducir adecuadamente un vehículo, máquina o realizar un trabajo de precisión), el aprendizaje, la memoria (disminuye la memoria inmediata), la concentración, el razonamiento (las ideas parecen desconectadas e incontrolables) y la percepción sensorial (exaltación de los sentidos) y del tiempo (perturbación de la noción del tiempo).

Según las investigaciones, en personas vulnerables, la marihuana puede generar o agravar diversos trastornos psicológicos como la ansiedad, el pánico, favorecer la aparición de la depresión y en sujetos con predisposición, podría hacer aparecer o agravar las manifestaciones de la esquizofrenia. En ciertos casos podría provocar la aparición de una psicosis canabica (se trata de una crisis delirante que necesita hospitalización en un servicio especializado).

¿Cómo afecta la vida del que consume?

Al inicio, es frecuente que la curiosidad, la presión y el deseo de pertenecer a un grupo, empujen a las primeras experiencias de consumo. Luego, como todas las drogas, la marihuana puede ser consumida para darse placer (sentirse bien, relajarse, estar bien con los amigos,…); o para calmar las tensiones, escapar a la realidad, intentar olvidar los problemas,…. Progresivamente, la persona se acostumbra a esa solución “milagro”, que le hace sentirse mejor;  y es esa percepción del efecto sobre su estado de ánimo que le hace consumir cada vez más y convencerse que es lo que necesita para estar bien (“si no fumo un porro no puedo dormir”, “sin eso no puedo desconectar”…),  lo que en realidad una dependencia psicológica. Esto es válido por la marihuana como por el tabaco, el alcohol,….

En la persona que consume habitualmente, la marihuana hace que se desconecte de su realidad y evite de enfrentar los desafíos de su vida cotidiana. Esa sensación de “planear” limita su capacidad y su interés por realizar las tareas de aprendizaje o que necesiten una cierta concentración (escolar, profesional,…).  Lo que hace que ella vea todos sus proyectos (estudios, trabajo, encontrar pareja,…) como más difíciles y menos motivantes, deje de realizar las tareas o actividades que tenga que hacer para cumplir sus sueños, tome menos iniciativas en su vida (personal, familiar y social) y tenga una actitud general de pasividad, despreocupación e indiferencia ante sus propios problemas y a los de su familia,...

Es lo que se observa en ciertos casos de problemas de pareja, con conflictos originados o amplificados por el no respeto de compromisos, la falta de iniciativas o de colaboración en casa por parte de la persona que consume cotidianamente, (para quien las reglas, compromisos y todo lo que supone esfuerzo no tiene importancia) y la pérdida de interés por prácticamente todas las tareas ( el cuidado de los niños: higiene, tareas, horarios de los alimentos y sueño,… su propia higiene personal: van a la cama sucios y poco atractivos para la pareja,…). Por otro lado, personas que consumen a horas más tardías, se levantan por la mañana con mal humor y comienzan el día con fricciones innecesarias en la pareja, que se pueden convertir en discusiones agresivas.

En ciertos casos de personas solas y que consumen cantidades importantes, hasta muy tarde por la noche o que están, además, bajo medicación, la marihuana hace que se levanten por la mañana en un estado próximo al estupor, parecen “en las nubes” y no están en capacidad de realizar actividades intelectuales o asistir a reuniones en horas de la mañana. Se ha dado algunos casos de personas que pasaron parte de la noche fumando porros, y que vinieron a terapia con dificultades para articular palabras,… lo que obviamente vuelve imposible un trabajo terapéutico.

Finalmente, dejar o no dejar una adicción (cualquiera que sea) depende de cada persona. ¡A usted de tomar la decisión!.
 







Comprender y ayudar a una persona deprimida.



Hace unas semanas, una noticia que estremeció el mundo del cinema, nos confrontó, de golpe, con la depresión y el suicidio. El actor, tan admirado por muchos, Robin Williams, había decidido acabar con su vida, luego de una larga y grave depresión, de un batallar contra su adicción al alcohol y drogas, y que el recibir un diagnóstico de una enfermedad degenerativa de Parkinson habría precipitado su decisión. Por la frecuencia con la que ocurren estos casos, creo pertinente abordar el tema y dar algunas sugerencias sobre cómo apoyar a una persona que sufre de depresión.

El suicidio es cada vez más frecuente en nuestras sociedades modernas. Probablemente, los cambios profundos que se han dado en nuestros hábitos no sean ajenos al tema: la masificación del uso de las nuevas  tecnologías que ha desplazado a los contactos personales; la vida estresante (con un ritmo marcado por el mercado y la competitividad); el contexto de crisis internacional (el deterioro económico, las pérdidas de trabajo masificadas, desahucios,…que afectan tanto a adultos, como a los hijos adolescentes - estudio reciente del Dr. Victor Fornari , Hospital Zucker Hillside de Nueva York); una perspectiva solitaria e individualista de la vida (la casi desaparición de la vida “en familia” y en “redes de amigos”), han permitido  que la soledad y la depresión hayan tomado un espacio importante en nuestras vidas, convirtiéndose en la principal causa de discapacidad y contribuyendo de manera importante a la carga de morbilidad en el mundo.
La depresión se ha convertido en un problema de salud pública. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), la depresión es una enfermedad que afecta a unos 350 millones de personas en el mundo y en los casos más graves conduce al suicidio, que es la principal causa de muerte violenta en el mundo (causa aproximadamente 1 millón de muertes anuales), por encima de homicidios, guerras y accidentes de tráfico. Aunque hay tratamientos eficaces para la depresión, más de la mitad de los afectados en todo el mundo (y más del 90% en algunos países) no reciben esos tratamientos, por falta de recursos y de personal sanitario capacitado, además de la estigmatización de los trastornos mentales y la evaluación clínica inexacta. Las personas con depresión no siempre se diagnostican correctamente (algunos síntomas como la fatiga, falta de apetito,  de impulso sexual o el insomnio, son percibidos por el paciente como un problema físico, por lo que no es fácil detectarlo desde la atención primaria), mientras que otras, que en realidad no la padecen, son diagnosticadas erróneamente y tratadas con antidepresivos.

Cuando hablamos de depresión, no nos referimos a los cambios del estado de ánimo y las respuestas emocionales puntuales a los problemas de la vida cotidiana, sino a una serie de síntomas que se instalan en la vida de la persona, de una manera duradera e intensidad moderada o grave: síntomas afectivos (tristeza, ansiedad,…), cognitivos (indecisión, problemas de atención y memoria,…), motivacionales (poca fuerza de voluntad, deseos de evitación y escape,…), motores (pasividad, dificultad en las relaciones interpersonales,…), fisiológicos (problemas de sueño, apetito,…), llegando a producirle un sufrimiento importante y perturbando su funcionamiento social, laboral y familiar.

La persona deprimida tiene sistemáticamente una perspectiva negativa y pesimista de las cosas; hace una serie de “distorsiones cognitivas” (errores de pensamiento) por las que interpreta la realidad de una manera deformada o totalmente inexacta, pierde toda objetividad y es incapaz de ver la realidad de manera positiva o neutra (cualquier cosa que ocurre, toma dimensiones disproporcionadas).

Según Aaron Beck (1979), el deprimido tiene distorsiones cognitivas en los tres temas importantes de la vida: sus cogniciones sobre sí mismo (ej: “yo no valgo nada”, “no estoy a la altura”, “soy débil”, …);sobre el entorno – el mundo y los otros- (ej: “ el mundo está podrido”, “la gente es egoísta”,…) y sobre el futuro (“nada mejorará jamás”, “no hay esperanza”,…). Esa triada cognitiva negativa, la encontramos (en diversos grados) en todos los pacientes deprimidos, y no son solo simples frases, sino que corresponden a una verdadera creencia sobre sí mismo y el mundo.

¿Cómo podemos ayudar a una persona deprimida?
  • El apoyo de la familia y los amigos es importante.
  • No deje que la persona se aísle, así ella quiera hacerlo.
  • Inclúyale en las actividades agradables e insístale con gentileza (sin forzarle) para que participe.
  • Escúchele, compréndale, sin manifestarle compasión, sino más bien mostrándole afecto y ganas de apoyarle. Sabemos que el discurso de una persona deprimida puede ser difícil a soportar por el constante contenido pesimista, sin embargo, una escucha atenta, comprensiva y afectuosa puede ayudarle a tomar consciencia del problema y entrever la posibilidad de buscar tratamiento. 
  • Convénzale de ir a pedir ayuda profesional (Psicólogo, Psiquiatra). Una terapia (con medicación y/o psicoterapia, dependiendo del grave de afectación) aplicada oportunamente resolverá el problema. Una psicoterapia cognitiva-conductual ha demostrado eficiencia tanto en el tratamiento de la depresión, como en la prevención de la recaída.
  • Si la persona que deprime tiene hijos pequeños, es de mayor urgencia el ponerse en tratamiento (medicación y psicoterapia), a fin de preservar la salud mental de los pequeños.
  • Si sospecha que la persona tiene algunas ideas suicidarias, o escuchó algunas expresiones que hagan pensar a ello, ¡tómelas en serio!. Hable con la persona, pregúntele sus razones, no la deje sola, gane tiempo y prevenga a la familia y a los profesionales que podrían intervenir.
  • Si es alguien que ya hizo tentativas de suicidio, hay que tener mayor cuidado, porque según diversas investigaciones la mitad de los que intentaron suicidarse, llegaron a hacerlo finalmente.

Para entender mejor lo que vive internamente una persona deprimida, visione un video muy didáctico promovido por la OMS, “Yo tenía un perro negro que se llamaba depresión” y que fue elaborado por un publicista norteamericano que vivió la experiencia de la depresión. http://youtu.be/vpN8px2QVHI









Adelgazar comienza por la mente

Al aproximarse el verano, son numerosas las personas que comienzan a preocuparse por bajar de peso y hacen dietas (unas más estrictas que otras) o prueban las múltiples ofertas-milagro, que pululan en los medios de comunicación, vendiendo la ilusión de conseguir rápidamente y sin esfuerzo una silueta de ensueño. A veces, la persona puede conseguir una pérdida de peso importante pero no la puede mantener y, al dejar la dieta, entra en un juego vicioso en el que vuelve a subir con mayor rapidez y a veces más kilos de los que perdió, luego cambia de sistema de adelgazamiento y replica lo mismo,… es el efecto “yo-yo”,  que conocen las personas que sufren de excesos importantes de peso o incluso una obesidad como resultado de una trayectoria de ese tipo. Por lo que es necesario concentrarse sobre el funcionamiento de su mente antes, durante y después de iniciar un régimen alimentario, para que ese esfuerzo sea sostenible en el tiempo.

Tener un sobrepeso es una preocupación generalizada en nuestra sociedad moderna que ha modificado por completo nuestros patrones de consumo y nuestro estilo de vida: tenemos una vida cada vez más sedentaria (poco ejercicio físico), la industrialización excesiva de los alimentos (grasas, azúcares, saborizantes, conservantes,… y demás aditivos poco saludables), la tendencia creciente a comer fuera de casa (no se controlan los insumos ingeridos), el consumo social de alcohol, el estrés del trabajo y tiempo limitado para preparar una alimentación adecuada (recurso a la comida rápida,…),… son aspectos que han contribuido a un incremento del peso corporal que no solo contrasta con la imagen de “belleza” promovida por los medios de comunicación (generándonos muchas frustraciones), sino que también incrementa las probabilidades de tener problemas de salud (hipertensión arterial, diabetes, problemas de articulaciones, fatiga ante el esfuerzo físico,…). Cabe señalar que la obesidad se ha convertido en un problema de salud pública global.

No existen milagros en cuanto a la pérdida de peso, que como todo cambio en la vida, se consigue con esfuerzo y disciplina. Se requiere, ante todo, la paciencia (bajar de peso no es una carrera contra el reloj, pues perder peso rápidamente hace que se recupere con facilidad), la perseverancia (ser estable en el esfuerzo), una alimentación equilibrada (elegir una dieta sana y nutritiva, no una que le genere carencias) , incrementar el gasto de la energía ingerida (hacer ejercicio regular) y ponerse metas alcanzables (no esperar a perder muchos kilos y tener en cuenta que con la edad hay modificaciones en nuestro metabolismo que nos impiden de recuperar la silueta que tuvimos de jóvenes).

Si quiere bajar de peso y conservar los resultados, tenga en cuenta que deberá cambiar de estilo de vida, gestionar de una manera diferente las situaciones sociales (generalmente cuando estamos con otras personas tenemos más dificultad a mantener nuestra dieta)  y emocionales (a veces la comida se utiliza para calmarse cuando se está triste, solo, enfadado,... o incluso alegre,...), mantener un plan de alimentación y de ejercicios con el que se sienta a gusto por el resto de su vida, para lo que tiene que prepararse psicológicamente, y ese es un proceso interno que nadie puede hacer en su lugar.

Mucho se ha escrito y se seguirá haciéndolo sobre este tema (métodos de adelgazamiento, dietas de todo tipo, libros de autoayuda,..), sin embargo quiero presentarles un interesante y valioso libro al que me referiré en lo que sigue de este artículo, que es de Judith S. Beck (2007): “El método Beck para adelgazar”, que no es una dieta más que sale al mercado, sino un programa psicológico práctico y accesible (basado en los principios de la terapia cognitivo-conductual) para entrenarse a pensar y actuar como una persona delgada. Un programa que funciona con cualquier dieta que la persona quiera seguir, y le ayuda a optimizarla brindándole las herramientas que requiere para realizar una serie de cambios positivos y duraderos en su vida (tanto en su mentalidad como en su comportamiento) para perder peso y no recuperarlo más.

El adelgazar comienza en la mente. Según la terapia cognitiva, es el modo de pensar que tiene una persona acerca de la comida, los alimentos y las dietas (lo que se dice a sí misma internamente) que va a afectar lo que siente (sus emociones y sentimientos) y lo que hace (su conducta). Para ilustrar este principio, pensemos en lo que conocemos como una “cadena conductual” (cadena de sucesos que nos lleva a comer): imaginemos que una persona nos ofrece un trozo de tarta de chocolate (situación desencadenante), mirando ese pedazo de tarta nos decimos internamente algunas cosas (pensamientos), por ejemplo: “creo que voy a comérmelo,… … No, no debería comérmelo,… no está en mi dieta,… pero ¡qué buena pinta tiene!,…” y según donde termine nuestra discusión interna, tomaremos la decisión de comerlo o no (conducta).

Según Beck, ciertas formas de pensar dificultan el hecho de seguir una dieta adecuadamente. Esos pensamientos “saboteadores” le hacen quebrantar o abandonar su dieta, animándole a comer (“… he tenido un mal día,… es una celebración,… si no me lo como irá a la basura,...”), disminuyendo las consecuencias aparentes de quebrantar su régimen (“no pasa nada porque…”), minando su seguridad cuando ha comido algo que no debía (“soy débil,… no voy a ser capaz de perder peso”), o cuando se sube a la balanza (“no he perdido casi nada, esto no funciona”), entre tantos otros que hacen que la persona termine por abandonar su dieta.

Los pensamientos saboteadores aparecen en  las diversas situaciones "desencadenantes" que pueden ser biológicas (cuando tenemos hambre, sed, deseo compulsivo de comer,…), mentales (cuando leemos la receta de un plato, recordamos algo que comimos y que nos gustó mucho, percibimos un olor agradable de un plato que nos gusta,…),  emocionales ( cuando sentimos emociones negativas como enfado, tristeza, frustración, aburrimiento,… aunque en algunos casos de emociones positivas hayamos aprendido a festejarlas comiendo algo ), sociales (reuniones sociales, o situaciones en las que queremos comer como los demás).

El método de Beck, enseña paso a paso, a sustituir los pensamientos saboteadores que nos llevan a comer de un modo desfavorable, por pensamientos más positivos y motivadores (que nos hacen ver los beneficios de obtener el peso que queremos lograr) lo que hará que consigamos mantenerse firmes y perseverar en nuestra dieta; a identificar las situaciones desencadenantes y gestionarlas de manera adecuada; a descentrarse del peso corporal y a enriquecer nuestra vida social, familiar, profesional, espiritual, …, lo que hará que lleguemos a obtener resultados de adelgazamiento estable y encontrar un bienestar general.

Cabe señalar que este programa está indicado para las personas que han pasado de una dieta a otra sin haber sido capaz de mantener una pérdida de peso estable, pero de ningún modo para las que puedan tener trastornos de la alimentación (anorexia, bulimia,…), que requieren la intervención de un especialista de la salud mental. Si tiene dudas, consúltelo con su médico.

Una manera sencilla de ver si tiene Ud. un trastorno de la alimentación es responder a las siguientes preguntas: ¿tiene una obsesión continua con la comida, las dietas, el peso o la apariencia, hasta el punto de desplazar otros aspectos de su vida más importantes?, ¿se encuentra ya en la franja más baja de lo que se considera su peso ideal? (si no sabe cuál es su peso ideal, pregúntele a su médico). ¿ Tiene Ud. una historia de restricción alimentaria intensa?, ¿se da atracones frecuentemente y luego vomita deliberadamente o exagera de los laxantes?, ¿hace usted mucho más ejercicio de lo razonable para tratar de no engordar?. Si ha respondido afirmativamente, a estas preguntas, tiene que consultar a un especialista y someterse a un tratamiento a la brevedad posible. 
Información en: www.cleliagalvez.com 


¿Qué es la terapia EMDR?

El EMDR, o Desensibilización  y Reprocesamiento a través de Movimientos Oculares (en inglés: Eye Movements Desensibilization and Reprocessing), es un método psicoterapéutico que, a través de la estimulación de los dos hemisferios cerebrales, permite que las capacidades naturales del ser humano puedan reprocesar los recuerdos traumáticos (experiencias duras de vivir y de recordar) y restablecer su equilibrio emocional. Es un método reconocido por la OMS (Organización Mundial de la Salud) como el tratamiento de primer orden para el Trastorno de Estrés Post Traumático, por los resultados positivos de numerosas investigaciones que se realizaron con los veteranos de guerra y las víctimas de abusos sexuales, aunque el desarrollo posterior de este método permite abordar un abanico importante de los problemas psicológicos.

El EMDR (como gran parte de los descubrimientos científicos) fue descubierto por casualidad por la Dra. Francine Shapiro, en los Estados Unidos, en los años 80, cuando ella iba paseando por un parque, teniendo en la mente una serie de pensamientos negativos que la perturbaban, los que fueron disminuyendo a medida que ella iba haciendo determinados movimientos oculares; al darse cuenta de ello, comenzó a probarlo con otras personas y progresivamente, ese descubrimiento básico,  fue objeto de numerosos ajustes e investigaciones para llegar a tener una verdadera herramienta terapéutica, cuyo desarrollo actual es mucho más amplio de lo que deja suponer su nombre, el que no fue cambiado dado el posicionamiento que ya había alcanzado.

El nombre EMDR, podría llevar a pensar que se trata de algo muy limitado.  Ese fue mi caso, cuando hace más de 20 años, (como miembro del personal científico de una universidad europea y de un equipo de terapeutas de orientación cognitivo-conductual que era un referente en el tratamiento de trastornos de ansiedad), al escuchar que en los Estados Unidos se estaba desarrollando esta metodología, pensé que era una más, de las tantas tentativas no serias que iban apareciendo. Muchos años después, la realidad me demostró lo contrario: los resultados sobre el Estrés Post Traumático iban haciéndose más conocidos y , especialmente, cuando me solicitaron que atendiera vía online, a un paciente que había perdido a su esposa y a uno de sus hijos, en un grave accidente en el que él conducía y que unos instantes de somnolencia habían provocado semejante catástrofe. Consciente de las limitaciones de la intervención vía online en un problema tan grave como ese, recomendé de buscar un terapeuta EMDR certificado por la asociación del país en el que se encontraba esta persona. Al poco tiempo recibí una comunicación del paciente para agradecerme por haberlo referido e informarme que ya estaba bien y había retomado su vida habitual. Por lo que tomé la decisión de formarme y certificarme como terapeuta EMDR, para complementar el abanico de mis herramientas terapéuticas.

Para entender cómo funciona el EMDR, hay que recordar algunas nociones que nos vienen de las neurociencias: el efecto de los movimientos oculares en el procesamiento de información durante el sueño, el funcionamiento de los dos grandes sistemas memoria (implícita y explícita) y finalmente nuestro sistema innato de procesamiento de la información.

Los movimientos oculares
Lo que ocurre con los movimientos oculares en el EMDR (aunque en terapia se utiliza varias modalidades de estimulación de los hemisferios cerebrales) es comparable a lo que ocurre cuando dormimos. Durante la fase del sueño REM (fase de movimientos oculares o “paradoxal”, en la que estando dormidos tenemos una actividad neurofisiológica importante: movimientos oculares, ritmo cardiaco acelerado,…) es que ocurren los sueños, se procesa lo aprendido durante el día y se consolida en la memoria. Si durante la noche no tenemos una fase REM adecuada, no recordaremos gran cosa de lo que aprendimos el día anterior.

Los dos sistemas de memoria
La memoria implícita (que es la que más nos interesa en este caso) se conoce así porque no es verbal (no necesita palabras para tratar y almacenar la información), se desarrolla desde antes del nacimiento (los bebés pueden reconocer la voz de la madre, la música que escucharon durante la gestación,…) y se procesa de manera automática (sin participación de la consciencia); ella utiliza la parte emocional de nuestro cerebro por medio de una estructura que se llama amígdala (que con el hipocampo, la parte pre-frontal del cerebro y el tronco cerebral, son responsables de nuestra gestión emocional). En esta memoria se encuentran nuestros modelos mentales y patrones de conducta (maneras de funcionar que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida), nuestros hábitos, percepciones, memoria corporal y la memoria procedural (procesos que hemos aprendido en algún momento y que luego lo hacemos automáticamente: como montar en bicicleta, conducir, abrocharse un botón,…), los condicionamientos,…etc.  Es una memoria que almacena información sobre todo lo que vivimos, sin que nos demos cuenta, dándole un tono emocional a nuestras vivencias y cuando recuperamos la información  no tenemos la impresión de estar recordando (los recuerdos y las emociones se imponen en la mente y por ende en el cuerpo). Así, puede ocurrir que podamos tener una reacción exagerada ante un estímulo inofensivo (una paloma, perro, oscuridad,…etc.) porque hubo una experiencia impactante anterior que hizo que desarrolláramos un miedo, o incluso, una fobia.

La memoria explícita, es la que es consciente e intencional, se desarrolla en los primeros años de vida y almacena las informaciones en función de la atención que se les presta; allí están los conocimientos que vamos adquiriendo a la largo de la vida (operaciones matemáticas,…) y cuando recuperamos la información tenemos la sensación de recordar.

Nuestro sistema innato de procesamiento
El ser humano tiene un sistema, innato, de procesamiento de la información por el que trata, analiza y almacena los sucesos que le llegan tanto del exterior como de sus propias vivencias, haciendo sus respectivas conexiones con lo que ya conoce y está almacenado en su memoria, a la misma velocidad a la que vamos viviendo.  

Como el cerebro tiene una perspectiva de supervivencia va procesando toda la información de nuestras vivencias, y sí en algún momento vivimos algo traumático (difícil de vivir y recordar), el sistema lo almacena en nuestra memoria implícita sin procesarlo, con todo el contenido emocional del momento, lo que hace que las conexiones que debían hacerse no se hagan y la persona guarde una sensibilidad o desarrolle un síntoma que se activará automáticamente cuando encuentre algún estímulo o hecho menor, que al tener algunos factores comunes con ese recuerdo no procesado, pueda generarle un malestar o incluso algún trastorno psicológico que perturbe su vida.

La Terapia EMDR
EMDR es un tipo de terapia centrado en el paciente, en el que el terapeuta va a estimular los dos hemisferios cerebrales (por movimientos oculares, estimulación táctil o sonora) y los mecanismos naturales de curación de la persona, a fin de que su propio sistema de procesamiento de información se active y reprocese los recuerdos generadores de perturbación, así como los pensamientos, las creencias negativas, las sensaciones y emociones asociados a ese recuerdo; no para olvidarlos, sino para almacenarlos adecuadamente en la memoria, con sus conexiones específicas y despojados de la emotividad perturbadora que le impide de vivir bien.

Este método, inicialmente se desarrolló para el Estrés Post Traumático, actualmente ha alcanzado un desarrollo importante y tiene protocolos específicos para abordar todo un abanico de problemas psicológicos: ataques de pánico, fobias, obsesiones-compulsivas, ansiedad generalizada, trastornos alimentarios, adicciones, duelo, dolor crónico, trastornos de personalidad,…

El EMDR parece muy simple a aplicar, por lo que vemos muchas personas haciendo ensayos como si se tratara de una receta a seguir, por lo que hay que tener cuidado. Es un protocolo bastante complejo y requiere una formación especializada, porque la sesión puede activar un bagaje emocional importante, por lo que es indispensable de estar en manos de un terapeuta con la formación y la experiencia adecuadas. Los terapeutas están certificados por la Asociación de EMDR de cada país. Así en España, es la Asociación Española de EMDR  que garantiza la calidad del trabajo de sus terapeutas.

Para encontrar  un terapeuta certificado en su localidad, puede visitar la web: www.emdr.es.



Iniciar un nuevo año,… momento propicio para desempolvar sus sueños

Cuando culmina un año e iniciamos otro, casi automáticamente, vamos pasando revista a lo que logramos el año que termina y a lo que nos gustaría hacer el año siguiente. Existen diversas maneras de hacer su balance de vida y proyectar los planes personales, algunos de ellos han sido claramente explicados en este blog en años anteriores.  Esta vez, quisiera hablarles de algo más simple que nos puede permitir de desempolvar nuestros sueños postergados y ponernos en marcha, a fin de que el año nuevo nos permita alcanzarlos progresivamente.

Podemos desempolvar los sueños, haciendo un pequeño ejercicio mental de vuelta atrás en nuestros recuerdos, en busca de esas cosas que soñamos con hacerlas algún día y que por  múltiples razones fuimos dejándolas postergadas. Luego de haberlas encontrado, las ponemos, por escrito, en una lista de las diez o doce cosas que queremos hacer ahora. Esas se convertirán en metas y objetivos que iremos alcanzando progresivamente. El verlos escritos y aún más el tenerlos siempre a la vista, les da una cierta materialidad que nos va a ayudar en la puesta en marcha de estrategias para conseguirlos.

En los Estados Unidos está muy de moda que las personas hagan su lista sobre “las diez cosas que quiero hacer antes de morir”. Es obvio que con esa frase la gente no se prepara a la muerte, sino que eso les permite darle una motivación adicional para conseguir esos sueños que durante mucho tiempo estuvieron en su mente y que fueron dejados de lado por el mismo ritmo de la vida. Así, podemos encontrar listas de múltiples tipos, en las que figuran experiencias de contenido más emocional (como hacer parapente, ver un volcán en erupción, nadar con un delfín, saltar al elástico,…), experiencias más relacionales (decirle a alguien que le quiere, construir un grupo de amigos, tener pareja,…), adquisición de ciertas destrezas (aprender a un idioma extranjero, a pintar, a bailar o a tocar un instrumento, a hablar en público, decir “no”,…), diversos proyectos personales (fundar una familia, escribir un libro, viajar a algún lugar específico,…., proyectos profesionales (estudiar alguna carrera, crear mi propio negocio, cambiar de trabajo,…)….. Es obvio que no existe lista buena ni mala, cada una corresponde a la vida de cada persona (que ya, en sí, es un mundo diferente).

Le invito a hacer su propia lista y ponerse en marcha para ir cumpliendo progresivamente esos sueños postergados que ahora han sido renovados y hacen parte de su plan del año, con metas y objetivos concretos (y por ende más sencillos a cumplir). Sueños que son metas con fecha de caducidad (hay que ponerles topes temporales), que al cumplirse le irán proporcionando momentos gratos, motivadores y reforzando su autoestima porque se estará demostrando, a usted mismo, que puede hacer las cosas que se propone. Para ayudarse en el trayecto, pegue su lista en el lugar más visible o llévela siempre con usted, para que cada día recuerde que sus sueños están esperando sus acciones.

¡Buen trabajo y diviértase haciéndolo!.

Comprender el "burn out" o el agotamiento profesional

Todas las demandas que recibimos del entorno (laboral, familiar, social, ambiental,…) , a las que nuestro organismo debe responder,  nos generan un cierto nivel de estrés. Un poco de estrés, hace que nuestro desempeño sea adecuado (trabajamos mejor y nos esforzamos por mantener nuestras relaciones). Sin embargo, soportar un exceso de estrés nos genera malestar y cuando esa situación se prolonga en el tiempo, puede llevarnos a sufrir toda una serie de síntomas físicos y psicológicos que afectará, de manera dramática, nuestra manera de vivir. Es lo que conocemos como « burn out » o agotamiento profesional.

Podría decirse que el « burn out » (síndrome del quemado) es el grado extremo de un estrés laboral. Un fenómeno que afecta a la persona que ha ido soportando un alto nivel de estrés durante un período largo de tiempo, lo que le ha provocado un agotamiento físico y psicológico.  Recordemos que el organismo humano es como una máquina con reservas emocionales limitadas para afrontar los retos de la vida cotidiana. Una vez que esas reservas desaparecen, la persona entra en una fase de agotamiento general que invade todos los aspectos de su vida.

Hace unas décadas, cuando se comenzaba a diagnosticar este sindrome, se pensaba que afectaba esencialmente a los profesionales de la salud y a los que atendían emergencias (como bomberos, policías,…) . Actualmente,  se puede decir que toda la población podría desarrollarlo,  por el contexto de crisis en el que se vive, con preocupaciones económicas que se han multiplicado y convertido en una fuente inagotable de estrés, así como el temor a un futuro incierto que se ha fortalecido en el discurso habitual de la población, lo que mantiene una especie de angustia latente. Hoy, podemos encontar personas con burn out en diferentes actividades profesionales : desde empresarios y directivos (preocupados por mantener la competitividad o por la supervivencia de sus empresas) , artistas, escritores, profesores, vendedores, fuerzas del orden,…, hasta los trabajadores irregulares, rutinarios o incluso los parados (los últimos por ausencia de estimulación).

Cabe señalar, que no son las actividades profesionales las que determinan que se desarrolle un burn out, porque es el resultado de un conjunto de factores psicológicos (personalidad, actitud con la que se desempeña el trabajo, expectativas desmesuradas, frustraciones,…) , factores laborales (horarios largos y dificiles, mal manejo de jerarquías y decisiones, remuneración disproporcionada con el esfuerzo desplegado, riesgo de perder el empleo,…), factores externos (crisis económica , inestabalidad política y jurídica,...). Aunque, podría considerarse como el factor más importante a la actitud con la que la persona enfrenta su trabajo y todo lo que le ocurre en la vida.

La dinámica actual de la sociedad globalizada, ha hecho que las personas se hayan acostumbrado a priorizar el trabajo y la productividad , y se hayan habituado a vivir con los sintomas de una sobrecarga de estrés, a tomar paliativos (medicamentos, suplementos, alcohol, drogas,…)  y a no prestar atención a algunos signos de alarma que su organismo les envía ( palpitaciones, manos húmedas, sudores, digestión dificil, trastornos del sueño, un consumo mayor de tabaco y alcohol, una emotividad exacerbada,…), lo que representa un real riesgo para su salud.

Cuando esos sintomas se agravan y entrenan un Burn out, un estado letárgico invade la vida de la persona. A nivel fisico, tiene una fatiga que no puede recuperar con el sueño ni el descanso. Su productividad baja de manera estrepitosa. Tiene la impresión que su cuerpo no responde más y tiene una gran dificultad a hacer frente al esfuerzo físico (hasta para subir escaleras,..). Problemas regulares de sueño. Perturbaciones alimentarias (al inicio, come mucho y luego su apetito desaparece). Su consumo de estimulantes se dispara (tabaco, alcohol, medicamenteos,…),…

A nivel psicologico, se observa un cuadro depresivo importante, con pérdida de energía y motivación (hasta levantarse de la cama significa un esfuerzo considerable).  La apatia invade todos los aspectos de su vida. Sus emociones se perturban (de haber sentido las emociones de manera excesiva, tiene la impresión de no sentir nada, de estar indiferente a todo lo que le rodea). El sentimiento de ser inútil y la devalorización de sí mismo. Un malestar general gana progresivamente todos los elementos de la vida y es acompañado de un cuestionamiento de todo (de su familia, su trabajo, su vida social, de su vida en general).  Sus relaciones con su entorno se vuelven frios, casi robóticos, con las consecuencias que podemos, todos, inferir.

Finalmente, si usted reconoce los signos de alarma en su propia vida,  piense que es el tiempo de lavantar el pie del acelerador y pensar a modificar su estilo de vida. Hable con su familia,  pida ayuda a su médico y si lo requiere,  acuda a un psicólogo para que le ayude a reordenar su estilo de vida…, porque si eso avanza hacia un burn out, tendrá que dejar el trabajo, hacer un largo tratamiento médico y psicológico, superar todo un camino de recuperacion y después podrá  volver a la vida activa probablemente en otra actividad, menos estresante. 

Información en: www.cleliagalvez.com



¿Por qué hay un psicólogo en una clínica dental?

Es una pregunta que hemos escuchado muchas veces, porque aparentemente esas dos profesiones (la psicología clínica y la odontología) no tendrían relación alguna, sin embargo la realidad nos demuestra lo contrario. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 15% de la población general sufre de “odontofobia” o fobia al dentista, un problema probablemente originado por sus experiencias negativas pasadas (de dolor, pérdida de control, pánico,…) durante sus intervenciones dentales.

Las personas “odontofóbicas”, no acuden al dentista con regularidad, lo que pone en riesgo su salud dental y le hace soportar las repercusiones en su salud física (caries, dolores de muelas y de cabeza, problemas estéticos, mal aliento,….) y su salud mental (culpabilidad, baja autoestima, sentimiento de impotencia frente a su ansiedad,…). La persona que sufre este tipo de fobia, siente  un miedo paralizante a la idea de tener que visitar un consultorio dental, lo evita al máximo y si ha decidido de hacerlo,  puede llegar a sentir pánico en el camino hacia el consultorio, dentro del consultorio mismo y/o antes de la intervención del profesional.   En algunas ocasiones, puede abandonar el consultorio dental o anular frecuentemente las citas con diversos pretextos, por no confesar el temor que siente.  

Por otro lado, sin llegar a tener una verdadera odontofobia, existe una buena proporción de adultos que tiene una ansiedad al dentista (expresada como temor, aprehensión,…); a pesar de conocer el avance tecnológico que se ha dado en los últimos años en el sector dental, lo que permite, actualmente, tener intervenciones dentales casi indoloros en las clínicas dentales bien equipadas y con profesionales idóneos. Es por esa razón, que el psicólogo ha ingresado al campo de la odontología, a fin de ayudar a los pacientes con ansiedad importante (o con verdaderas fobias) a retomar el control de sus emociones y lograr ponerse en condiciones óptimas para las intervenciones dentales que requieren.

Es así que en las clínicas dentales más modernas, como la nuestra, existe un Servicio Psicológico, en el que el paciente ansioso realiza algunas sesiones previas con la Psicóloga-Psicoterapeuta, quien a través de diversas técnicas (control respiratorio, relajación, hipnosis, técnicas cognitivas,…) adaptas a las características de cada paciente, le ayudará a tratar su fobia al dentista, ansiedad,… u otros problemas que le impidan realizar un tratamiento dental y/o lograr su bienestar general. 

Comprender la homosexualidad de su hijo(a)

Recibir la noticia sobre la homosexualidad de un(a) hijo(a) no es fácil para los padres, que viviendo en una sociedad heterosexual, se ven confrontados a una serie de conflictos internos y sentimientos de culpabilidad, cólera, decepción,…., que puede llevarlos a generar una grave crisis familiar y desestabilizar aún más a ese(a) hijo(a), que ha tenido ya su propio trayecto de cuestionamientos y sufrimiento,  antes de llegar a aceptar su homosexualidad y tener la valentía de confesarla a sus padres. Abordamos este tema porque nos escribe Rosa, una madre preocupada por la noticia que acaba de recibir de su hijo de 17 años, y nos cuenta su desesperación de  no saber cómo actuar con él, ni con su familia.  

Es comprensible que Rosa se sienta impotente frente a esa noticia, muchos padres pasan por lo mismo en esa situación:  algunos prefieren negarlo (no quieren ni hablar de ello),  otros sienten culpabilidad y cuestionan su calidad de padres “¿..ha sido por haberlo querido y protegido?..”, ¿en qué he fallado?, “¡He fracasado como madre!”…), o con rabia (“está enfermo y tiene que curarse”, “no he tenido un hijo para sea un homosexual”,…), o decepción (“ya no voy a tener nietos”, o miedo (“qué dirán los vecinos, la familia, los amigos”, “lo van a maltratar y humillar los otros”),…., y así, podríamos seguir con toda una serie de frases que escuchamos a repetición en la sociedad. Sin embargo, los padres tienen que recurrir al amor por su hijo(a) para poder gestionar esas primeras emociones que les invaden ante la noticia, y estar en condiciones de  aceptar a su hijo(a) tal como es y darle el  apoyo que necesita para resituarse en la vida.

Para responder concretamente a las preocupaciones de Rosa, cabe señalar que su hijo es aún un adolescente y que es posible que tenga solo la impresión de ser homosexual y no lo sea en realidad. La adolescencia,  es una etapa en la que se pueden dar confusiones, a raíz de algunas experiencias de descubrimiento de la sexualidad con sus pares del mismo sexo (cosa común en los(as) jóvenes, sin que eso comporte una real homosexualidad) o simplemente por la aparición de sentimientos  afectivos marcados por un(a) amigo(a) del mismo sexo, o incluso por los sueños eróticos  involuntarios (protagonizados con un(a) amigo(a) del mismo sexo) que pueden generar una ansiedad importante en el(la) adolescente y hacerle pensar que es homosexual. Por lo que, sugerimos a Rosa de conversar calmadamente con su hijo,  mostrarle su apoyo y apertura hacia el tema, para que él vaya afinando su reflexión, sin culpabilidad, de manera a llegar a descubrir progresivamente la veracidad o no de sus afirmaciones en cuanto a su homosexualidad.

Algo que debe quedar claro, es que la homosexualidad no es una enfermedad mental. Desde hace más de tres décadas, ella no figura en los instrumentos de diagnóstico clínico (Manual de Diagnóstico de Trastornos Mentales  DSMIV u otros).  Por otro lado, el ser homosexual o heterosexual no se decide voluntariamente, existen múltiples causas biológicas y psicológicas que se encuentran entrelazadas, y que no hay razón de culpabilizar a la persona que lo vive ni a sus padres.  

La homosexualidad siempre ha existido a través de la historia de la humanidad, pero se la escondía por temor a la mentalidad represiva que había en la sociedad. Actualmente, con la evolución de las normas sociales (como producto de una lucha constante de las asociaciones de homosexuales en diferentes países) y los medios de comunicación, se habla más fácilmente del tema. Las personas afirman su homosexualidad (“salen del armario”) con mayor facilidad que antes y son ya 14 países en el mundo (entre ellos, España, Bélgica, Holanda, Africa del Sur, USA, … y recientemente Francia), en los que van adquiriendo progresivamente los mismos derechos que los heterosexuales. 

Sin embargo, a pesar de que a nivel macro (de la sociedad) la actitud frente a la homosexualidad vaya mejorando, a nivel micro (en las familias) la situación es todavía muy difícil; cuando sucede, se genera una crisis familiar que en muchos casos acaba por rechazar al (la) hijo(a) y provocar un abandono del hogar, poniéndolo(a) en riesgo de desarrollar una serie de problemas psicológicos (ansiedad, baja autoestima, depresión, suicidio, comportamiento sexual a riesgo,…), por lo que es necesario comprender y darle el apoyo emocional necesario a fin de que el(la) joven pueda aceptarse a sí mismo(a), construir sus proyectos de vida y vivir como todas las personas  tienen derecho a hacerlo.

Aquí damos algunas pautas para las madres (lo que, por razones obvias, se aplica a ambos padres):

1.  No se desespere si no sabe cómo actuar, nadie lo haría de manera ideal. Limítese a escuchar  a su hijo(a)  sin juzgarle. Piense que ya es difícil para él o ella, el poder hablar de su homosexualidad con su madre. Dígase que si se lo ha dicho, es porque tiene confianza en usted y busca su apoyo, lo que, en esencia, es el rol de una madre.

2.  Evite de culpabilizarse. Recuerde que la homosexualidad no es una enfermedad mental, que las causas son múltiples y hasta hoy no del todo definidas, y que por lo general no depende de la educación de los padres.

3. Acepte a su hijo(a) tal como es. Ayudele a aceptarse a sí mismo(a), céntrese más en su persona (con sus cualidades, sus dudas, sus preocupaciones, sus sueños,…) y no en su homosexualidad.

4.  Si le es difícil aceptar la situación, pídale un tiempo para hacerlo, dígale que lo quiere mucho y que quiere que sea feliz, y que siempre estará usted allí para él(ella), porque lo(a) quiere,… pero que necesita un poco de tiempo para adaptarse a la situación.

5. Infórmese sobre el tema, lea libros (existen varios libros sobre los padres de hijos homosexuales), guías de orientación, contacte a los centros de asesoría para padres de hijos homosexuales., o vea un(a) psicólogo(a) para que le ayude a integrar la situación y tener una actitud adecuada con su hijo(a) y consigo misma(o).

6. Evite enfrentamientos en la familia o actitudes de rechazo que puedan provocar que el(la) hijo(a) abandone el hogar, porque sería exponerlo(a) a una serie de problemas psicológicos  de ansiedad , depresión, sexualidad a riesgo,  o incluso suicidio (la tasa de suicidio es más alta en adolescentes y jóvenes homosexuales que heterosexuales).

7.     Por sobre todo, quiera más a su hijo(a) y preocúpese menos en lo que piensen los demás. 

Información en: www.cleliagalvez.com