La “empatía”, es un concepto que se entiende como el “ponerse mentalmente en el lugar del otro”, o como “la capacidad de ser consciente y comprender las emociones, sentimientos e ideas de los otros”. La empatía es también considerada como una de las habilidades interpersonales más relevantes para conseguir relaciones sociales satisfactorias, porque facilita la complementariedad en los intercambios que se realicen.
Cuando hay un déficit marcado de esta capacidad estamos frente a trastornos de la empatía, que son cuadros clínicos (Síndrome de Asperger, trastornos de personalidad,…), que requieren de un tratamiento específico, que lo abordaremos más adelante (en caso de que existiera un cierto interés).
Sin que llegue a ser un trastorno, vemos en la vida diaria múltiples situaciones en las que una falta de empatía entorpece la comunicación y las relaciones, pero estas son tan frecuentes que casi nos hemos acostumbrado a ellas. Veamos algunos ejemplos:
Todos hemos tenido alguna vez la experiencia de una conversación, con personas que al no saber escuchar tienen un discurso invasivo que va en una sola dirección sin permitir intercambio alguno, o con personas que persisten en un tema (generalmente negativo: “todo va mal”,….) que incomoda a los demás y que termina por alejar a esa persona de su entorno social.
Muchas entrevistas que pasan en los medios de comunicación (radio y TV), en las que el entrevistador no deja hablar al entrevistado y le pone pregunta tras pregunta, sin darle espacio para que pueda contestar completamente alguna (allí vemos que el entrevistador sigue su guión predeterminado, sin interesarse a la frustración que está provocando en la persona que es entrevistada y en las personas que siguen la entrevista).
Igual situación vemos en las reuniones sociales o de trabajo en las que frecuentemente hay alguien que no sabe escuchar e interrumpe continuamente al que está hablando, pronunciando una frase con voz más alta para cubrir al que está hablando, lo que puede ser vivido con malestar tanto por el que es interrumpido como por los demás miembros del grupo que no llegan a tener una idea completa de lo que se está abordando.
Empatizar, con su entorno familiar (pareja, hijos,…), social (amigos, colegas,…) permite tener relaciones más fluidas y armoniosas. No es que se tenga que estar adivinando lo que piensan los demás a cada momento, sino que es una actitud en la que podamos hacer un ejercicio de imaginarnos lo que sentiríamos nosotros si estuviéramos en la situación de la otra persona en un momento dado; eso nos permite calibrar mejor nuestras palabras y gestos hacia esa persona respetando nuestro punto de vista y también el del otro. Hay una frase cristiana muy antigua “no hagas con otro lo que no quieres que hagan contigo” que permite entender mejor la función de la empatía en las relaciones.
Finalmente, empatizar no quiere decir que se tenga que estar siempre de acuerdo, se puede estar en desacuerdo pero respetando que el otro piense diferentemente. La práctica de la empatía nos permitirá de saber gestionar mejor nuestras intervenciones en un entorno social de cualquier tipo.