Mostrando entradas con la etiqueta Adicción. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Adicción. Mostrar todas las entradas

¿Cuándo consultar un psicólogo?

Antiguamente, apenas se podía mencionar que se consultaba un psicólogo, por la errónea idea de “anormalidad” que se le había asociado a ese proceso y a la persona que recurría. Hoy, la situación es otra. Gracias al desarrollo acelerado de las neurociencias (que nos hacen conocer cada vez más, lo que pasa en nuestro cerebro cuando actuamos y nos relacionamos en la vida cotidiana) y de la tecnología de la información (internet y otros medios de comunicación); una población más amplia (y más educada), ha tenido un mayor acceso a investigaciones e información sobre su salud mental, lo que ha contribuido a elevar su nivel de entendimiento y dar ese paso que tanto temía.

Actualmente, es ampliamente reconocido que todas las personas podemos, en algún momento de nuestras vidas, tener algún problema de tipo psicológico que requiera consultar con un psicólogo. Hacer una psicoterapia, ayuda a resolver el problema con prontitud y evitar que una situación de malestar se pueda prolongar en el tiempo, llegando no solo a afectar de manera importante nuestra calidad de vida, sino también a cronificarse (agravarse).

Van algunos ejemplos de los problemas psicológicos que podemos tener en algún momento y que requieren un apoyo profesional:

  • Cuando nos sentimos deprimidos, sin ganas ni voluntad para realizar las tareas habituales; cuando el placer de vivir se ha esfumado y vemos nuestra vida sin sentido.
  • Cuando hemos vivido un hecho traumático: agresión, accidente, asalto, duelo, separación, enfermedad, despido,… y nos es difícil de retomar el control de nuestra vida.
  • Cuando sentimos que el miedo y la ansiedad han invadido nuestras vidas (con angustias, obsesiones, celos exagerados, fobias,…)
  • Cuando nos vemos en la incapacidad de gestionar las situaciones de estrés de nuestra vida cotidiana (en el trabajo, la familia,…)
  • Cuando las relaciones con otras personas se vuelven difíciles (dificultades para hablar con la gente, hacer y/o conservar los amigos, hablar en un grupo,…)
  • Cuando nuestra vida de pareja se vuelve insatisfactoria (con conflictos frecuentes, comunicación deficiente o ausente,…) o nuestra vida sexual ya no es la que quisiéramos (falta de deseo sexual, dolor, eyaculación precoz, disfunción eréctil,…)
  • Cuando no podemos controlar algunos de nuestros comportamientos adictivos (consumo de alimentos, alcohol, drogas, medicamentos, tabaco, juego, sexo,…)
  • Cuando estamos en relaciones que nos hacen daño y no podemos establecer límites,… o vamos acumulando y repitiendo fracasos en nuestra vida personal,…
  • Cuando nuestra vida familiar se vuelve problemática (hijos con algunos obstáculos a su desarrollo, hijos que no conocen límites ni respeto de reglas, conyugue que no asume sus responsabilidades,….)

Al tomar la decisión de consultar a un psicólogo, aún hay que encontrar al profesional idóneo, por lo que es necesario informarse sobre el profesional que se quiere consultar (si busca por internet, que sea en páginas web de garantía); visite la página web del profesional y revise su trayectoria, su colegiatura y su especialidad,… no dude en llamarle y preguntarle si tiene alguna duda. 

Información en: www.cleliagalvez.com

Lo que hará que este año sea diferente, es la actitud con la que lo enfrentes

Como es costumbre, al culminar un año e iniciar otro, casi todos intercambiamos mensajes positivos, en una fecha en la que la Navidad (fiesta central para los católicos, que es vivida de maneras diferentes por otras religiones) reactiva nuestros sentimientos de paz , unidad familiar y prepara, de alguna manera, el ambiente emocional para expresar nuestros mejores sentimientos, a través de saludos (algunos más originales que otros) deseándonos que el año que viene nos traiga prosperidad, felicidad, amor, bendiciones,…., dando la ilusión de que por arte de magia, el nuevo año nos traerá lo que deseamos, sin que tengamos que hacer esfuerzos por lograrlo.

Pasadas las reuniones sociales, comidas y demás aspectos festivos, entramos al momento de realidades, en el que hay que ordenar algunas cosas para tomar el rumbo adecuado y el ritmo que nos permita atravesar este año y llevar nuestro barco a buen puerto al culminarlo. Lo que significa, tener que realizar algunos cambios en nuestras actitudes, a fin de que esos mensajes de bienestar que hemos recibido con satisfacción, tengan algo de realidad; porque nada viene sin esfuerzo y no podemos simplemente esperar que este año, venga como un mago a cambiar nuestra vida, si nosotros seguimos actuando de la misma manera, y como Albert Einstein decía: “si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”.

 Van algunas pautas para entrenarse a una actitud más positiva y hacer que éste año sea diferente:
  1. Vive el presente con entusiasmo (frente a todo lo que te ocurra, aprende a mirar “el vaso medio lleno”). No cargues con la culpabilidad de un pasado que ya se fue, ni la ansiedad de un futuro que aún no llega.
  2. Sé agradecido. Cada día, mira alrededor tuyo e identifica por lo menos cinco cosas por las que agradecer a Dios (a la naturaleza, a la vida,… según sea tu creencia) y dilo en voz alta (escúchalo con tu propia voz). Eso hará que centres tu atención en las cosas positivas de tu vida.
  3. No guardes rencores, ni resentimientos. Esa es una carga emocional innecesaria que te impide avanzar. En las relaciones, siempre habrán ocasiones que pueden generar conflictos o malos entendidos. Convérsalos y resuélvelos con prontitud y pasa a otra cosa.
  4. Mantén tu mente abierta al aprendizaje. Cada día vive con ganas de aprender algo nuevo. Atrévete a probar cosas nuevas, a cambiar las rutinas. Tu cerebro estará constantemente estimulado y tendrás nuevas experiencias que disfrutar y compartir.
  5. Ponle movimiento a tu cuerpo. Has ejercicio con regularidad, eso te ayudará a drenar el estrés que podrías acumular, a dinamizar tu cuerpo y tus ideas. Oxigenarás todo tu cuerpo y en tu cerebro la secreción de endorfinas (antidepresivos naturales) harán que tu estado de humor esté siempre alto.
  6. Acostúmbrate a reír, a fomentar el juego y las sonrisas en tus interacciones. Rodéate de personas interesantes. No te tomes muy en serio. Recuerda que los juegos han permitido que nuestra especie desarrolle su inteligencia.
  7. Acéptate tal como eres y respétate. Quiérete con todo lo que tú eres, con tu cuerpo, tu mente, tus logros, tus habilidades y también tus dificultades. Si hay algo que no te gusta realmente, identifícalo, trázate unas metas pequeñitas y trabájalas para resolverlo, sin quejarte ni auto compadecerte, sino con entusiasmo y cariño por ti mismo.
  8. No busques la perfección, pues no existe. Permítete cometer errores y aprender de ellos. Cada error te trae una lección interesante a tener en cuenta.
  9. Disfruta de las cosas sencillas, de las actividades en familia y con los amigos. Atrévete a expresarles tus sentimientos. Eso te permitirá fortalecer lazos y tener el soporte afectivo cuando lo necesites. 
  10. Siéntete y vive libre. No te hagas esclavo de ninguna sustancia, actividad o relación que doblegue tu voluntad. No dejes que ninguna forma de adicción tome espacio en tu vida. Si ya la tienes, pide ayuda profesional y recupera tu libertad 
 www.cleliagalvez.com
 

¡Tenga cuidado con las máquinas “Tragaperras”, son altamente adictivas!.

Cuando entramos en cualquier bar o café de España, vemos unas máquinas coloridas y luminosas que parecen ya hacer parte de la decoración y casi ni nos sorprende el ver personas jugando de manera insistente, prácticamente pegadas a esas máquinas conocidas como “tragaperras” o “tragamonedas”; que si bien es cierto ayudan al propietario del negocio a rentabilizar su actividad (en muchos casos los montos acumulados por esas máquinas superan largamente los ingresos por su actividad principal), pero explotan la miseria humana, la vulnerabilidad de personas que se enganchan al juego y entran en un círculo vicioso de la “ludopatía” o “juego compulsivo”, lo que a la larga les destruye la vida y la de sus familias.

Muchos dirán, que es completamente inofensivo el jugar con esas máquinas, o comprarse un décimo de lotería…. Al respecto, podemos decir que el juego en sí mismo no es malo, el problema viene del uso excesivo que se hace de él. Cuando la persona juega de manera ocasional y controlada, quiere decir que lo hace por entretenimiento (decidiendo un monto límite antes de jugar, pudiendo parar sin dificultad y sobre todo sin sobrepasar el límite previsto), no es un problema; pero si la persona juega cada vez más tiempo y con montos cada vez mayores, no puede parar después de haber comenzado y lo hace “para recuperar” lo que va perdiendo, es que se está enganchando a esas maquinitas y en poco tiempo estará atrapada en la espiral de la ludopatía, si ya no lo está.

En todos los juegos de dinero, el riesgo de la persona que juega, a perder a largo plazo es estadísticamente más alto que las probabilidades de ganar, porque han sido concebidos así y de eso depende el crecimiento de ese negocio. Los dependientes del juego, son conscientes de que tienen muy pocas posibilidades de que les toque el premio, pero han desarrollado una serie de pensamientos “irracionales” que les hacen modificar su percepción del riesgo, como: “yo soy experto”, “conozco la máquina”, “soy fuerte en eso” “yo le gano la máquina”, “la suerte está de mi lado”, lo que les hace seguir enganchados.

¿Cómo se desarrolla la adicción?

Cuando una persona comienza a jugar, la máquina le deja ganar un cierto monto, y eso es suficiente para estimularla a seguir jugando y a ir alimentando pensamientos anticipatorios de un premio (“la máquina ya está llena,… un poquito más y ya viene”), y a medida que la máquina le va dando algunos pequeños premios, va haciendo que la persona comience a tener pensamientos “irracionales” sobre la probabilidad de ganar, al extremo de creerse con capacidad de “ganarle al sistema” (“yo sé cómo hacerlo”, “soy experto”, “conozco a la maquina”, “estoy con buena racha”,…); y cuanto más convencidos están de esos pensamientos, más probabilidades tienen de perder el control y de realizar pérdidas considerables que se van acumulando con el tiempo.

Esa es la razón por la que en la mayoría de países industrializados, la regulación de estos juegos es más estricta (no se las encuentra en lugares tan accesibles como bares o cafés, sino en lugares específicos, salas de juego, casinos,… (lugares a los que la persona puede impedirse la entrada), además de que las empresas que explotan esas máquinas están obligadas a alertar a los clientes sobre el riesgo que corren de desarrollar la ludopatía, así como se hace por los riesgos del alcohol y del tabaco.

¿Cuándo estamos frente a una “ludopatía” o “juego compulsivo”?

Cuando las personas juegan por encima de sus posibilidades económicas (y van acumulando deudas), juegan más tiempo que previsto (pierden la noción del tiempo), apuestan sumas cada vez mayores, mienten sobre los montos que juegan (y pierden), son criticados a causa de su afición al juego, dejan que el juego perjudique su vida familiar, su trabajo, su salud o a sus finanzas, juegan para tratar de “recuperar” lo perdido, tratan de olvidar situaciones emocionales difíciles: soledad, estrés, tristeza u otros sentimientos negativos, sienten culpabilidad cuando recuerdan el monto que han perdido en el juego.

La ludopatía no se mide por el monto de dinero gastado en el juego, sino por las dificultades que ocasiona en la vida de la personas. Por ejemplo: si el juego acapara el dinero dedicado a otros fines tales como los gastos de la casa, de la alimentación, gastar sus reservas para emergencias; o gastar el tiempo y la atención que debería consagrarle a su familia, o aún si la persona no puede evitar de jugar o de parar cuando ha empezado a jugar. Si no juega, piensa sin parar y se siente irritado, no tiene placer ni interés por hacer nada  y  siente que le falta alguna cosa importante.

Todas las personas que juegan pueden desarrollar la ludopatía, más aún cuando viven una situación difícil de gestionar (dificultades económicas, rupturas sentimentales, falta de trabajo, soledad,…), lo que puede actuar como factor desencadenante. Por otro lado, si comienza a desarrollar el problema, hay ciertos signos que pueden alertarle: sentir una excitación a la idea de ir a jugar o al momento de jugar y buscar esa sensación de euforia; buscar pretextos para justificar las ganas de jugar; jugar para huir de ciertos problemas, situaciones o sensaciones desagradables; tener pocas actividades o intereses fuera del juego; sentirse solo, aburrirse.

Consejos para evitar los problemas de juego

1.      Cada vez que juegue, fíjese un monto pequeño como límite y ¡no lo supere nunca!.
2.      Considere que el dinero gastado jugando es el precio que Ud. está pagando para divertirse. No siga jugando para tratar de “recuperar” lo perdido.
3.      No sobrepase la suma que se haya fijado para jugar, sacando más dinero de sus tarjetas de crédito, ni prestándose de otras personas.
4.      Cuando juegue, haga pausas frecuentes (eso le ayudará a bajar la excitación y no perder el control).
5.      Pida ayuda profesional (Psicólogo-Psicoterapeuta), cuando comience a perder más dinero del previsto y sentirse enganchado al juego.

Información en: www.cleliagalvez.com

¿Consumir marihuana es realmente inofensivo?

Fumarse un “porro” de marihuana (o Canabis) o ingerirlo en alimentos y bebidas, se ha convertido en una práctica tan “normal” y generalizada en nuestra sociedad, que prácticamente a diario encontramos personas que la consumen de manera habitual, por los efectos sobre el sueño, la ansiedad, para evadirse de sus problemas,….llegando a un grado de desconexión que más que darles sosiego facilita o incrementa sus propios problemas psicológicos y de relación con los demás. Sin ánimo de entrar en la polémica que existe sobre la despenalización de esta droga, me parece oportuno de abordar lo que, como profesional de la salud mental, observo al respecto.
La Marihuana (Cannabis sativa), se ha convertido en la droga ilegal más consumida en el mundo (desde la adolescencia hasta la edad avanzada, tanto hombres como mujeres). La OMS (Organización Mundial de la Salud) la considera como una droga peligrosa desde el punto de vista físico, mental y social, aunque persista una intensa polémica al respecto, debido a que algunas investigaciones indican ciertas cualidades terapéuticas (en la disminución de la percepción del dolor en casos avanzados de cáncer, dolor crónico, fibromialgia,…) y por la inclusión, en el debate por la legalización de esta droga, de factores económicos, sociales, políticos, de salud y religiosos.
¿Cómo actúa en el cerebro?
La principal sustancia activa en la marihuana es el delta-9-tetrahidrocannabinol (THC), cuyo efecto es la disminución de la actividad cerebral y la estimulación de los “circuitos de recompensa” o sistemas neuronales que provocan las sensaciones de placer. Cuando se fuma, el THC pasa rápidamente de los pulmones (cuando se ingiere lo hace por vía digestiva) hacia la sangre y es transportado al resto del cuerpo y al cerebro, donde se adhiere a los receptores de cannabinoides de las neuronas y afecta la regulación del placer (produce la sensación de “planear”), el movimiento (los reflejos son más lentos, hay perturbación de la noción de distancia, riesgo,…), la coordinación (reduce la capacidad de tratar el conjunto de informaciones para conducir adecuadamente un vehículo, máquina o realizar un trabajo de precisión), el aprendizaje, la memoria (disminuye la memoria inmediata), la concentración, el razonamiento (las ideas parecen desconectadas e incontrolables) y la percepción sensorial (exaltación de los sentidos) y del tiempo (perturbación de la noción del tiempo).

Según las investigaciones, en personas vulnerables, la marihuana puede generar o agravar diversos trastornos psicológicos como la ansiedad, el pánico, favorecer la aparición de la depresión y en sujetos con predisposición, podría hacer aparecer o agravar las manifestaciones de la esquizofrenia. En ciertos casos podría provocar la aparición de una psicosis canabica (se trata de una crisis delirante que necesita hospitalización en un servicio especializado).

¿Cómo afecta la vida del que consume?

Al inicio, es frecuente que la curiosidad, la presión y el deseo de pertenecer a un grupo, empujen a las primeras experiencias de consumo. Luego, como todas las drogas, la marihuana puede ser consumida para darse placer (sentirse bien, relajarse, estar bien con los amigos,…); o para calmar las tensiones, escapar a la realidad, intentar olvidar los problemas,…. Progresivamente, la persona se acostumbra a esa solución “milagro”, que le hace sentirse mejor;  y es esa percepción del efecto sobre su estado de ánimo que le hace consumir cada vez más y convencerse que es lo que necesita para estar bien (“si no fumo un porro no puedo dormir”, “sin eso no puedo desconectar”…),  lo que en realidad una dependencia psicológica. Esto es válido por la marihuana como por el tabaco, el alcohol,….

En la persona que consume habitualmente, la marihuana hace que se desconecte de su realidad y evite de enfrentar los desafíos de su vida cotidiana. Esa sensación de “planear” limita su capacidad y su interés por realizar las tareas de aprendizaje o que necesiten una cierta concentración (escolar, profesional,…).  Lo que hace que ella vea todos sus proyectos (estudios, trabajo, encontrar pareja,…) como más difíciles y menos motivantes, deje de realizar las tareas o actividades que tenga que hacer para cumplir sus sueños, tome menos iniciativas en su vida (personal, familiar y social) y tenga una actitud general de pasividad, despreocupación e indiferencia ante sus propios problemas y a los de su familia,...

Es lo que se observa en ciertos casos de problemas de pareja, con conflictos originados o amplificados por el no respeto de compromisos, la falta de iniciativas o de colaboración en casa por parte de la persona que consume cotidianamente, (para quien las reglas, compromisos y todo lo que supone esfuerzo no tiene importancia) y la pérdida de interés por prácticamente todas las tareas ( el cuidado de los niños: higiene, tareas, horarios de los alimentos y sueño,… su propia higiene personal: van a la cama sucios y poco atractivos para la pareja,…). Por otro lado, personas que consumen a horas más tardías, se levantan por la mañana con mal humor y comienzan el día con fricciones innecesarias en la pareja, que se pueden convertir en discusiones agresivas.

En ciertos casos de personas solas y que consumen cantidades importantes, hasta muy tarde por la noche o que están, además, bajo medicación, la marihuana hace que se levanten por la mañana en un estado próximo al estupor, parecen “en las nubes” y no están en capacidad de realizar actividades intelectuales o asistir a reuniones en horas de la mañana. Se ha dado algunos casos de personas que pasaron parte de la noche fumando porros, y que vinieron a terapia con dificultades para articular palabras,… lo que obviamente vuelve imposible un trabajo terapéutico.

Finalmente, dejar o no dejar una adicción (cualquiera que sea) depende de cada persona. ¡A usted de tomar la decisión!.
 







¿Qué es la terapia EMDR?

El EMDR, o Desensibilización  y Reprocesamiento a través de Movimientos Oculares (en inglés: Eye Movements Desensibilization and Reprocessing), es un método psicoterapéutico que, a través de la estimulación de los dos hemisferios cerebrales, permite que las capacidades naturales del ser humano puedan reprocesar los recuerdos traumáticos (experiencias duras de vivir y de recordar) y restablecer su equilibrio emocional. Es un método reconocido por la OMS (Organización Mundial de la Salud) como el tratamiento de primer orden para el Trastorno de Estrés Post Traumático, por los resultados positivos de numerosas investigaciones que se realizaron con los veteranos de guerra y las víctimas de abusos sexuales, aunque el desarrollo posterior de este método permite abordar un abanico importante de los problemas psicológicos.

El EMDR (como gran parte de los descubrimientos científicos) fue descubierto por casualidad por la Dra. Francine Shapiro, en los Estados Unidos, en los años 80, cuando ella iba paseando por un parque, teniendo en la mente una serie de pensamientos negativos que la perturbaban, los que fueron disminuyendo a medida que ella iba haciendo determinados movimientos oculares; al darse cuenta de ello, comenzó a probarlo con otras personas y progresivamente, ese descubrimiento básico,  fue objeto de numerosos ajustes e investigaciones para llegar a tener una verdadera herramienta terapéutica, cuyo desarrollo actual es mucho más amplio de lo que deja suponer su nombre, el que no fue cambiado dado el posicionamiento que ya había alcanzado.

El nombre EMDR, podría llevar a pensar que se trata de algo muy limitado.  Ese fue mi caso, cuando hace más de 20 años, (como miembro del personal científico de una universidad europea y de un equipo de terapeutas de orientación cognitivo-conductual que era un referente en el tratamiento de trastornos de ansiedad), al escuchar que en los Estados Unidos se estaba desarrollando esta metodología, pensé que era una más, de las tantas tentativas no serias que iban apareciendo. Muchos años después, la realidad me demostró lo contrario: los resultados sobre el Estrés Post Traumático iban haciéndose más conocidos y , especialmente, cuando me solicitaron que atendiera vía online, a un paciente que había perdido a su esposa y a uno de sus hijos, en un grave accidente en el que él conducía y que unos instantes de somnolencia habían provocado semejante catástrofe. Consciente de las limitaciones de la intervención vía online en un problema tan grave como ese, recomendé de buscar un terapeuta EMDR certificado por la asociación del país en el que se encontraba esta persona. Al poco tiempo recibí una comunicación del paciente para agradecerme por haberlo referido e informarme que ya estaba bien y había retomado su vida habitual. Por lo que tomé la decisión de formarme y certificarme como terapeuta EMDR, para complementar el abanico de mis herramientas terapéuticas.

Para entender cómo funciona el EMDR, hay que recordar algunas nociones que nos vienen de las neurociencias: el efecto de los movimientos oculares en el procesamiento de información durante el sueño, el funcionamiento de los dos grandes sistemas memoria (implícita y explícita) y finalmente nuestro sistema innato de procesamiento de la información.

Los movimientos oculares
Lo que ocurre con los movimientos oculares en el EMDR (aunque en terapia se utiliza varias modalidades de estimulación de los hemisferios cerebrales) es comparable a lo que ocurre cuando dormimos. Durante la fase del sueño REM (fase de movimientos oculares o “paradoxal”, en la que estando dormidos tenemos una actividad neurofisiológica importante: movimientos oculares, ritmo cardiaco acelerado,…) es que ocurren los sueños, se procesa lo aprendido durante el día y se consolida en la memoria. Si durante la noche no tenemos una fase REM adecuada, no recordaremos gran cosa de lo que aprendimos el día anterior.

Los dos sistemas de memoria
La memoria implícita (que es la que más nos interesa en este caso) se conoce así porque no es verbal (no necesita palabras para tratar y almacenar la información), se desarrolla desde antes del nacimiento (los bebés pueden reconocer la voz de la madre, la música que escucharon durante la gestación,…) y se procesa de manera automática (sin participación de la consciencia); ella utiliza la parte emocional de nuestro cerebro por medio de una estructura que se llama amígdala (que con el hipocampo, la parte pre-frontal del cerebro y el tronco cerebral, son responsables de nuestra gestión emocional). En esta memoria se encuentran nuestros modelos mentales y patrones de conducta (maneras de funcionar que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida), nuestros hábitos, percepciones, memoria corporal y la memoria procedural (procesos que hemos aprendido en algún momento y que luego lo hacemos automáticamente: como montar en bicicleta, conducir, abrocharse un botón,…), los condicionamientos,…etc.  Es una memoria que almacena información sobre todo lo que vivimos, sin que nos demos cuenta, dándole un tono emocional a nuestras vivencias y cuando recuperamos la información  no tenemos la impresión de estar recordando (los recuerdos y las emociones se imponen en la mente y por ende en el cuerpo). Así, puede ocurrir que podamos tener una reacción exagerada ante un estímulo inofensivo (una paloma, perro, oscuridad,…etc.) porque hubo una experiencia impactante anterior que hizo que desarrolláramos un miedo, o incluso, una fobia.

La memoria explícita, es la que es consciente e intencional, se desarrolla en los primeros años de vida y almacena las informaciones en función de la atención que se les presta; allí están los conocimientos que vamos adquiriendo a la largo de la vida (operaciones matemáticas,…) y cuando recuperamos la información tenemos la sensación de recordar.

Nuestro sistema innato de procesamiento
El ser humano tiene un sistema, innato, de procesamiento de la información por el que trata, analiza y almacena los sucesos que le llegan tanto del exterior como de sus propias vivencias, haciendo sus respectivas conexiones con lo que ya conoce y está almacenado en su memoria, a la misma velocidad a la que vamos viviendo.  

Como el cerebro tiene una perspectiva de supervivencia va procesando toda la información de nuestras vivencias, y sí en algún momento vivimos algo traumático (difícil de vivir y recordar), el sistema lo almacena en nuestra memoria implícita sin procesarlo, con todo el contenido emocional del momento, lo que hace que las conexiones que debían hacerse no se hagan y la persona guarde una sensibilidad o desarrolle un síntoma que se activará automáticamente cuando encuentre algún estímulo o hecho menor, que al tener algunos factores comunes con ese recuerdo no procesado, pueda generarle un malestar o incluso algún trastorno psicológico que perturbe su vida.

La Terapia EMDR
EMDR es un tipo de terapia centrado en el paciente, en el que el terapeuta va a estimular los dos hemisferios cerebrales (por movimientos oculares, estimulación táctil o sonora) y los mecanismos naturales de curación de la persona, a fin de que su propio sistema de procesamiento de información se active y reprocese los recuerdos generadores de perturbación, así como los pensamientos, las creencias negativas, las sensaciones y emociones asociados a ese recuerdo; no para olvidarlos, sino para almacenarlos adecuadamente en la memoria, con sus conexiones específicas y despojados de la emotividad perturbadora que le impide de vivir bien.

Este método, inicialmente se desarrolló para el Estrés Post Traumático, actualmente ha alcanzado un desarrollo importante y tiene protocolos específicos para abordar todo un abanico de problemas psicológicos: ataques de pánico, fobias, obsesiones-compulsivas, ansiedad generalizada, trastornos alimentarios, adicciones, duelo, dolor crónico, trastornos de personalidad,…

El EMDR parece muy simple a aplicar, por lo que vemos muchas personas haciendo ensayos como si se tratara de una receta a seguir, por lo que hay que tener cuidado. Es un protocolo bastante complejo y requiere una formación especializada, porque la sesión puede activar un bagaje emocional importante, por lo que es indispensable de estar en manos de un terapeuta con la formación y la experiencia adecuadas. Los terapeutas están certificados por la Asociación de EMDR de cada país. Así en España, es la Asociación Española de EMDR  que garantiza la calidad del trabajo de sus terapeutas.

Para encontrar  un terapeuta certificado en su localidad, puede visitar la web: www.emdr.es.



¿Son nocivos los cigarrillos electrónicos?

Desde la aparición de los cigarrillos electrónicos en el mercado, hemos asistido a un rápido desarrollo de su demanda. Se han abierto numerosas tiendas para venderlos y en ellas se ven colas para adquirir tanto el sistema como los fluidos que contienen. Algunos incluso deben pensar que es la ocasión soñada para poder fumar en los lugares públicos donde el tabaco no es permitido, por eso los vemos en bares y restaurantes,… consumiendo tranquilamente el vapor de la nicotina (“vaporeando” como dicen algunos) en esos dispositivos, pensando, erróneamente al parecer, que no tienen el efecto negativo del “consumo pasivo” sobre las personas del entorno.
Al observar tal desarrollo comercial del producto, las organizaciones de la salud de varios países se han preocupado por saber si realmente no presenta un riesgo. Así en Francia, un grupo de expertos de la Oficina Francesa de Prevención del Tabagismo (OFT), dirigida por el Dr. Bertrand Dautzenberg,  ha realizado un estudio y emitido una serie de 28 conclusiones que han sido publicados por diferentes medios de difusión, aquí solo comentaremos algunas.
El informe recomienda de no prohibir los cigarrillos electrónicos, sino de reglamentar su utilización y venta porque sí representan un riesgo para la salud pública, como el tabaco, aunque en menor medida. Si bien es cierto que para un fumador crónico este sistema es una alternativa menos tóxica (porque contiene nicotina líquida que al igual que un parche pueda darle, al fumador, la dosis que le impida de tener el “mono” de abstinencia), y que puede permitirle de fumar menos y en el mejor de los casos, ayudarle a “desengancharse” del tabaco si ha tomado la decisión de hacerlo. Sin embargo, para los organismos sanos (de fumadores ocasionales y personas que no han fumado nunca) representaría un riesgo serio para su salud, por la dependencia y contaminación del organismo que le provocará la nicotina.
Otra recomendación que hacen es que se evite la publicidad con ese sistema ni se venda a menores de edad (como tampoco debiera hacerse por el tabaco, alcohol,…) porque hay el riesgo de que muchos adolescentes que están en un periodo de búsqueda de un estilo que refuerce su identidad, puedan volcarse hacia un sistema como ese,  atraídos por la imagen “snob” y puedan entrar en un círculo vicioso de dependencia del que tengan dificultades a salir. Recomiendan igualmente que el uso sea evitado por las mujeres embarazadas o que estén lactando.
Así como el tabaco, su utilización debería ser prohibida en lugares públicos porque, según el Dr. Dautzenberg,   existe el problema de contaminación del “fumador pasivo”, pues se han encontrado huellas de nicotina en la orina de las personas que han estado presenten en el lugar donde se ha utilizado los cigarrillos electrónicos. Aunque aún no existen estudios longitudinales que puedan dar cuenta de los perjuicios a largo plazo, ya es un dato que se debiera tener en cuenta.
A propósito de ese informe, hemos constatado que existe un debate entre la gente que toma en cuenta los riesgos y los que piensan que los lobbies de las empresas que fabrican los cigarrillos con tabaco estén al origen de ese estudio y sus recomendaciones, aunque también es probable que muchos fabricantes de tabaco diversifiquen su producción para responder a ese mercado. Creo que ese es un tema que no tiene importancia frente al riesgo para la salud al ingerir  substancias extrañas (sea a través del humo de tabaco o de vapores de nicotina, o aún otras substancias tóxicas,…) que no hacen más que envenenar el cuerpo!
Finalmente, al margen de los debates económico-políticos que puedan iniciarse, las personas debemos sentirnos responsables de nuestra propia vida y entender que lo importante es nuestra salud y la de nuestra familia (recordemos que cuando hay un fumador en casa, éste contamina a toda la familia y cuando un miembro tiene un cáncer es toda la familia que es afectada: física, psicológica, económica y socialmente). Por lo que le recomendamos vivamente a:
·           Si es fumador(a) no siga  haciendo correr un riesgo inútil a su salud y a la de su familia. Tome la decisión de no obedecer más a las compañías de tabaco (y a los recaudadores de impuestos por ese tipo de substancias…!) y empiece a recuperar su libertad de la dependencia de cualquier substancia a la que esté enganchado(a). Si para ello, tiene que recurrir a un cigarrillo electrónico, hágalo (con la convicción de ir disminuyendo progresivamente hasta dejarlo por completo), y si con eso no logra dejar de fumar, busque ayuda especializada (existen varios métodos terapéuticos eficaces que se pueden adaptar al nivel de dependencia y al grado de motivación de la persona).

·          Si, por el contrario, no es fumador(a), resista a la publicidad y los amigos que fuman, no entre en lo que puede llevarle a una nefasta espiral de dependencia.  Siga disfrutando de su libertad de movimientos, decisiones y de la vida misma.




En cuestión de drogas, es mejor prevenir que tratar una adicción


Muchos padres se preguntan con gran preocupación ¿cómo evitar que sus hijos entren al mundo de las drogas?, un mundo complejo y destructivo que vemos a diario en múltiples casos de jóvenes y adultos adictos a los diferentes tipos de drogas, que han perturbado sus vidas y la de sus familias (trabajo o estudio precario, problemas con la justicia, relaciones sociales disminuidas e inadecuadas, relaciones familiares conflictivas, marginalización,….)

Para saber cómo lo evitamos es preciso entender cómo comienza el proceso. Según los estudios, los jóvenes prueban una primera vez, las drogas o el alcohol, por curiosidad “para ver que se siente”, otros lo hacen para imitar a sus amigos, sobre todo cuando hay presión sobre ellos y no saben decir “no”. Otros aún lo hacen para demostrar que ya son adultos e independientes. El riesgo reside  en que cuando un adolescente comienza a consumir cualquier sustancia adictiva (drogas, alcohol o medicamentos,…), ésta llegue a gustarle y decida de consumirla con cierta regularidad, lo que rápidamente (y sin que él mismo se dé cuenta) se convertirá en una adicción que le perturbará la vida.  

Aparentemente, el riesgo sería mayor en los adolescentes con ciertas dificultades en sus competencias sociales (“tímidos”, baja autoestima,…) que serían los más susceptibles a consumir drogas y alcohol porque descubren los efectos inmediatos de “escape” que les ayudan a soportar su malestar en situaciones sociales y se sienten más capaces para hablar y desenvolverse en un grupo,…. Contrariamente, un adolescente que haya aprendido a desenvolverse en la sociedad, a vencer obstáculos contando sobre sus propias capacidades, sería menos propenso a caer en ese tipo de problemas. 

El tratamiento de una adicción a las drogas es uno de los más complejos a realizar (con etapas sucesivas de: desintoxicación, psicoterapia de mantenimiento de resultados a nivel  individual, grupal y familiar, cambios de entorno social,…) y tiene altas tasas de recaídas;  por lo que, todos los profesionales,  aconsejamos a los padres de hacer esfuerzos por prevenir el problema en sus hogares en lugar de esperar a que se presente y se tenga que hacer un tratamiento de  un comportamiento adictivo.

Van allí algunas recomendaciones a los padres:

1.    Crear un ambiente de seguridad (confianza) y comunicación en el hogar. Trate de escuchar a su hijo(a) (a toda edad y más a la adolescencia), de contestar a todas sus inquietudes, sea cual fuere el tema del que quiera hablar. Haga que su hijo(a) sienta que puede confiar en usted (que estará siempre para apoyarle y protegerle), que puede hablarle de todo y que no tendrá que soportar una lección de moral cada vez que lo haga; así cuando esté en alguna situación problemática (de consumo de drogas de parte de sus amigos, por ejemplo) no dudará en llamarle a usted para que pueda sacarle de esa situación.

2.    Hablar sobre las drogas. Busque momentos para hablar en familia (por ejemplo, cuando están cenando) en los que se aborde el consumo de drogas y sus efectos nefastos, poniendo incluso ejemplos de personas que arruinaron su vida con esas sustancias; pero antes, infórmese bien sobre lo que existe y sus efectos, para sus conocimientos sean más exactos (y el adolescente no resulte sabiendo más que usted). Haga el esfuerzo de mirar con su hijo(a) algunas películas , reportajes, publicidad o cualquier información sobre el tema en los medios de comunicación; aproveche para conversar con el adolescente y ayudarle a generarse una opinión; esto va a prepararlo para situaciones en las que el tema aparezca entre sus amigos.

3.    Conocer el entorno social de su hijo(a) adolescente. Conozca a todos los amigos de su hijo(a) adolescente, invítelos a casa algunas veces para ver que sensibilidad tienen; conozca a sus padres, para saber en qué ambiente se mueve su hijo(a) y también poder hacerle un seguimiento en caso de que comience a retraerse. Cuando salga con amigos, pregúntele donde, con quienes  y cómo van a pasar el tiempo (obviamente, evitando hacer un interrogatorio de estilo policial). Asimismo, ponga reglas claras sobre la hora de retorno (y penalidades para cuando incumpla las reglas).

4.    Enseñar a través del ejemplo. Para enseñar a un adolescente hay que “tener autoridad moral”, quiere decir que no podemos ser dependientes del alcohol o tabaco, por ejemplo y exigirle a un adolescente de no tocar a drogas o alcohol. Si tiene algún problema con un producto adictivo, es la ocasión para dejarlo!. Hágalo por su hijo(a)!.

5.    Ayúdele a tener seguridad en sí mismo. Esté atento a hacer que su hijo se sienta bien con él mismo, reconozca y felicítele por sus logros y todos sus esfuerzos (enfoque los errores solo como lecciones que debe tener en cuenta) , dígale con frecuencia que lo quiere, y sobre todo, enséñele a decir “no” y a mantenerse firme en sus decisiones. Acepte también que en algún momento le pueda decir “no” a algo que haya usted pedido y acepte su decisión. Eso le servirá para no ceder a la presión de los amigos.

6.    Diríjalo hacia la práctica de actividades y deportes. Pase más tiempo con él, ayúdele a descubrir sus aficiones deportivas, artísticas u otras,  y promueva que lo practique con bastante regularidad; eso contribuirá a disciplinarlo y lo alejará de situaciones de “tiempo vacío a llenar con experiencias nefastas”.

     Finalmente, si cree que su hijo(a)  está consumiendo drogas o alcohol, hable claramente con él, sobre lo que ha observado en su comportamiento, pregúntele y escuche calmadamente sobre cómo ha llegado a eso?, con quienes y donde lo hace? Para que usted pueda ayudarle a hacer cambios en sus rutinas a fin de eliminar las situaciones de riesgo. Pídale que él se comprometa a  no tener un consumo habitual que podría rápidamente llevarlo a la adicción…. Si no  logra hacer que deje la sustancia, entonces busque lo más pronto posible la ayuda de un profesional y un centro especializado donde pueden desintoxicarlo y hacerle el tratamiento adecuado (y ayúdele participando activamente en su terapia) en caso de que ya tuviera una adicción.
 

Las nuevas adicciones

La evolución de la sociedad (masificación de las tecnologías de la información y la oferta cada vez más amplia y fácil de juegos en línea, poker, sitios pornográficos,…) ha hecho que existan, en nuestro entorno cotidiano,  cada vez más actividades susceptibles de provocar comportamientos adictivos.
Cuando hablamos de adicción, nos referimos a la dependencia que desarrolla una persona hacia una sustancia o hacia una actividad que se ha acostumbrado a realizarla de manera repetitiva. Antes se conocían las adicciones más “tradicionales” a las sustancias como los opiáceos, el tabaco, la cocaína, el alcohol y las anfetaminas; y poco a poco el concepto se fue ampliando a casos de  adicción al sexo, al poder político, económico, o al poder de la vanidad. Ahora, podemos hablar de un amplio abanico de actividades de la vida cotidiana que al realizarse de manera compulsiva llegan a generar adicciones comportamentales, que pueden ser igualmente nocivas para la salud mental que si se tratara de una adicción a una sustancia, porque llegan a perturbar el funcionamiento general (social, laboral y familiar) de la persona.
Las “nuevas adicciones” se refieren por ejemplo, a las relacionadas con la comida (la anorexia, la bulimia) y con el consumo (atracones con alimentos o alcohol,…), a las ludopatías (juegos de dinero en casinos, tragaperras, juegos en red,…), los deportes (el fisicoculturismo, el deporte de espectáculo,…), las nuevas tecnologías (Internet, redes sociales como facebook, twiter,…), los teléfonos móviles, el ordenador portable, televisión,… etc.), las compras compulsivas, la adicción al trabajo,….etc.

Según las investigaciones, no existe  una predisposición natural que volvería a ciertas personas susceptibles de desarrollar comportamientos adictivos, sin embargo, se reconoce que los estados depresivos o de vulnerabilidad psíquica (por ejemplo dificultades relacionales, rupturas dolorosas o una baja autoestima) pueden entrenar una pérdida de control de la situación y entonces favorecer la aparición de las conductas dependientes.

Como reconocer que se está frente a una adicción?

El adicto dedica cada vez más tiempo a su actividad favorita en detrimento de otras actividades habituales y gratificantes (laborales, sociales y familiares) y termina incluso haciéndolo a escondidas para evitar las discusiones.

Progresivamente, se vuelve agresivo y se encierra en un esquema de soledad, que termina por convertirse en la causa y la consecuencia de su adicción, y pierde todo contacto con la vida real.

Sus relaciones con su familia y sus amigos se deterioran y su trabajo puede sufrir las consecuencias si la vida de la persona comienza a girar en torno al objeto de su adicción.

Reconocer la adicción es muy difícil para la persona que lo sufre (lo niega a pesar de la evidencia), es su entorno cercano el primero a darse cuenta y debe insistir a fin de que consulte un especialista.

 Para emprender el camino a la vida “normal”, es preciso admitir su problema de adicción y aceptar la ayuda profesional para controlar esa situación.

El tratamiento, es una indicación para una psicoterapia cognitivo-conductual, que inicia por una evaluación detallada del problema y sus repercusiones en la vida de la persona, y procede a un entrenamiento en el control de sus impulsos,  la gestión de sus emociones y sus pensamientos, así como la adaptación de su comportamiento para retomar el control de su vida familiar, social y profesional. 
 

Cuando el autoestima nos genera problemas


El autoestima, es la imagen (o el concepto) que tenemos  de nosotros mismos y de nuestro valor (comprende todos los pensamientos, sentimientos, sensaciones,…) que hemos ido formando a lo largo de toda nuestra vida en base a los mensajes positivos o negativos que hemos recibido de nuestro entorno (familia, amigos,… etc.) y las experiencias (exitosas o fracasos) que hemos vivido, y que hemos integrado progresivamente en un sentimiento positivo hacia nosotros mismos (nos sentimos inteligentes y atractivos,…) o, por el contrario, en un incómodo sentimiento de no ser lo que esperábamos (nos sentimos poco inteligentes y no atractivos,…).

Un adecuado nivel de autoestima es la base de una buena salud mental y del bienestar de la persona. Un autoestima elevada hace que se maneje mejor las situaciones de estrés que se puedan experimentar, que se tengan menos emociones negativas (cólera, agresividad, tristeza,…), que se desarrollen menos problemas psicosomáticos y menos depresión que cuando se tiene el autoestima baja.

Las personas con autoestima baja se muestran indecisas, con dificultades a tomar decisiones por temor a equivocarse, por lo que dependen de otras personas para la realización de muchas de sus tareas o la toma de decisiones. No valoran sus capacidades, juzgan sus habilidades como pequeñas, y magnifican la de los otros. Son ansiosos y nerviosos, lo que los hace evitar situaciones  en las que tienen que hablar o confrontarse con otras personas. Se dan por vencidas antes de empezar cualquier actividad. No identifican bien sus emociones y no pueden expresarlas. Experimentan una sensación de derrota cuando son criticados o se equivocan, por lo que les cuesta reconocerlo. Son propensos a culpabilizarse por cualquier error o a buscar culpables,… entre otras características que podríamos mencionar.

Muchas son las personas que tienen un nivel bajo de autoestima y viven con un sufrimiento latente en todas sus actividades sin llegar a resolverlos. En nuestra consulta psicológica, encontramos con frecuencia un nivel bajo de autoestima a la base de numerosos problemas psicológicos de ansiedad (fobia social o timidez, otras fobias, obsesiones,….), depresión, trastornos alimentarios (boulimia, anorexia,…) , trastornos de imagen corporal (en personas que recurren a numerosas intervenciones de cirugía estética de nariz, pechos,…) adicciones (alcohol, drogas,…), problemas de pareja (conflictos, problemas de comunicación,…) y sexuales,…etc.

Operar cambios en el autoestima es posible. Cuando el problema es leve algunas recomendaciones  son suficientes para mejorar, pero si es un poco más serio, es mejor buscar un apoyo profesional (Psicólogo-Psicoterapeuta) que con toda una serie de técnicas de probada eficacia puedan ayudarle a resolver el problema y emprender su vida con nuevas perspectivas.

Van algunas pautas simples para mejorar el autoestima:

Conviértete en el mejor amig@ de ti mism@, y acéptate como persona, tal como eres, con tus cualidades y tus defectos. Así como se le quiere y acepta al mejor amigo.

Dedícale más tiempo y atención a las actividades que te procuran placer, a ti, no a los demás!.

Desarrolla el sentido del humor, no des importancia a las cosas que no la tienen ni a los comentarios de los demás. Piensa que frente a todo lo que hacemos, siempre habrá 50% de gente que está a favor y 50% en contra, acostúmbrate a vivir con ello. Es una realidad a la que todos tenemos que adaptarnos.

Permítete el error. Asume las responsabilidades y toma las decisiones que requieras, si algo sale mal, no se acaba el mundo!. Eso nos ocurre a todos. Solo trata de sacar las lecciones que te permitirán hacerlo mejor y vuélvelo a intentar,… una y otra vez si es necesario!.

Reconoce tus logros y prémiate por ellos, así sean pequeños, poco a poco avanzarás hacia tus metas y te irás sintiendo mejor.