Fumarse
un “porro” de marihuana (o Canabis) o ingerirlo en alimentos y bebidas, se ha
convertido en una práctica tan “normal” y generalizada en nuestra sociedad, que
prácticamente a diario encontramos personas que la consumen de manera habitual,
por los efectos sobre el sueño, la ansiedad, para evadirse de sus problemas,….llegando
a un grado de desconexión que más que darles sosiego facilita o incrementa sus propios
problemas psicológicos y de relación con los demás. Sin ánimo de entrar en la
polémica que existe sobre la despenalización de esta droga, me parece oportuno
de abordar lo que, como profesional de la salud mental, observo al respecto.
La
Marihuana (Cannabis sativa), se ha convertido en la droga ilegal más consumida
en el mundo (desde la adolescencia hasta la edad avanzada, tanto hombres como
mujeres). La OMS (Organización Mundial de la Salud) la considera como una droga
peligrosa desde el punto de vista físico, mental y social, aunque persista una
intensa polémica al respecto, debido a que algunas investigaciones indican ciertas
cualidades terapéuticas (en la disminución de la percepción del dolor en casos
avanzados de cáncer, dolor crónico, fibromialgia,…) y por la inclusión, en el
debate por la legalización de esta droga, de factores económicos, sociales,
políticos, de salud y religiosos.
¿Cómo
actúa en el cerebro?
La principal sustancia activa en la marihuana es el
delta-9-tetrahidrocannabinol (THC), cuyo efecto es la disminución de la
actividad cerebral y la estimulación de los “circuitos de recompensa” o
sistemas neuronales que provocan las sensaciones de placer. Cuando se fuma, el
THC pasa rápidamente de los pulmones (cuando se ingiere lo hace por vía
digestiva) hacia la sangre y es transportado al resto del cuerpo y al cerebro, donde
se adhiere a los receptores de cannabinoides de las neuronas y afecta la regulación
del placer (produce la sensación de “planear”), el movimiento (los reflejos son
más lentos, hay perturbación de la noción de distancia, riesgo,…), la
coordinación (reduce la capacidad de tratar el conjunto de informaciones para
conducir adecuadamente un vehículo, máquina o realizar un trabajo de precisión),
el aprendizaje, la memoria (disminuye la memoria inmediata), la concentración,
el razonamiento (las ideas parecen desconectadas e incontrolables) y la
percepción sensorial (exaltación de los sentidos) y del tiempo (perturbación de
la noción del tiempo).
Según las investigaciones,
en personas vulnerables, la marihuana puede generar o agravar diversos
trastornos psicológicos como la ansiedad, el pánico, favorecer la aparición de
la depresión y en sujetos con predisposición, podría hacer aparecer o agravar
las manifestaciones de la esquizofrenia. En ciertos casos podría provocar la
aparición de una psicosis canabica (se trata de una crisis delirante que
necesita hospitalización en un servicio especializado).
¿Cómo afecta la vida del que
consume?
Al inicio, es frecuente que
la curiosidad, la presión y el deseo de pertenecer a un grupo, empujen a las
primeras experiencias de consumo. Luego, como todas las drogas, la marihuana
puede ser consumida para darse placer (sentirse bien, relajarse, estar bien con
los amigos,…); o para calmar las tensiones, escapar a la realidad, intentar
olvidar los problemas,…. Progresivamente, la persona se acostumbra a esa
solución “milagro”, que le hace sentirse mejor; y es esa percepción del efecto sobre su estado
de ánimo que le hace consumir cada vez más y convencerse que es lo que necesita
para estar bien (“si no fumo un porro no
puedo dormir”, “sin eso no puedo desconectar”…), lo que en realidad una dependencia psicológica.
Esto es válido por la marihuana como por el tabaco, el alcohol,….
En la persona que consume habitualmente, la marihuana hace
que se desconecte de su realidad y evite de enfrentar los desafíos de su vida
cotidiana. Esa sensación de “planear” limita su capacidad y su
interés por realizar las tareas de aprendizaje o que necesiten una cierta
concentración (escolar, profesional,…). Lo
que hace que ella vea todos sus proyectos (estudios, trabajo, encontrar
pareja,…) como más difíciles y menos motivantes, deje de realizar las tareas o
actividades que tenga que hacer para cumplir sus sueños, tome menos iniciativas
en su vida (personal, familiar y social) y tenga una actitud general de pasividad, despreocupación
e indiferencia ante sus propios problemas y a los de su familia,...
Es lo que se observa en ciertos
casos de problemas de pareja, con conflictos originados o amplificados por el
no respeto de compromisos, la falta de iniciativas o de colaboración en casa
por parte de la persona que consume cotidianamente, (para quien las reglas,
compromisos y todo lo que supone esfuerzo no tiene importancia) y la pérdida de
interés por prácticamente todas las tareas ( el cuidado de los niños: higiene, tareas,
horarios de los alimentos y sueño,… su propia higiene personal: van a la cama
sucios y poco atractivos para la pareja,…). Por otro lado, personas que
consumen a horas más tardías, se levantan por la mañana con mal humor y comienzan
el día con fricciones innecesarias en la pareja, que se pueden convertir en
discusiones agresivas.
En ciertos casos de personas
solas y que consumen cantidades importantes, hasta muy tarde por la noche o que
están, además, bajo medicación, la marihuana hace que se levanten por la mañana
en un estado próximo al estupor, parecen “en las nubes” y no están en capacidad
de realizar actividades intelectuales o asistir a reuniones en horas de la
mañana. Se ha dado algunos casos de personas que pasaron parte de la noche
fumando porros, y que vinieron a terapia con dificultades para articular
palabras,… lo que obviamente vuelve imposible un trabajo terapéutico.
Finalmente, dejar o no dejar
una adicción (cualquiera que sea) depende de cada persona. ¡A usted de tomar la
decisión!.
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