El oído, ese sentido maravilloso que nos ayuda a percibir los sonidos del mundo que nos rodea, es una capacidad que recibe poca atención de prácticamente todas las personas. Es cuando comenzamos a perderla por la edad o por ciertos accidentes, que nos interesamos a preservarla y a veces lo hacemos cuando ya perdimos ciertas capacidades.
La pérdida progresiva de la audición es conocida como Presbiacusia, y eso habitualmente sucede a partir de los 40 años, en un proceso que evoluciona lenta y progresivamente a medida que pasan los años y para la cual no existe un tratamiento que lo cure.
La evolución de nuestra sociedad, cada vez más ruidosa, está haciendo que se constaten problemas de pérdida de la capacidad de audición a edades cada vez más tempranas. La exposición, sobre todo de los jóvenes, a ruidos excesivamente altos (auriculares para escuchar música a decibelios bastante altos o frecuentar discotecas con iguales características de ruido) hace que la degradación de sus capacidades de audición se vea acelerada.
Cuando se revisa la literatura al respecto, se encuentra que los tratamientos no son curativos, sino paliativos, y van desde medicación (dilatadores de vasos sanguíneos y vitaminas para potenciar las conexiones nerviosas), uso de audífonos (que actualmente son cada vez más pequeños y estéticos) y diversas intervenciones quirúrgicas (implantes,…), para disminuir el hándicap; lo que demuestra que la prevención es lo más importante.