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Comprender el "burn out" o el agotamiento profesional

Todas las demandas que recibimos del entorno (laboral, familiar, social, ambiental,…) , a las que nuestro organismo debe responder,  nos generan un cierto nivel de estrés. Un poco de estrés, hace que nuestro desempeño sea adecuado (trabajamos mejor y nos esforzamos por mantener nuestras relaciones). Sin embargo, soportar un exceso de estrés nos genera malestar y cuando esa situación se prolonga en el tiempo, puede llevarnos a sufrir toda una serie de síntomas físicos y psicológicos que afectará, de manera dramática, nuestra manera de vivir. Es lo que conocemos como « burn out » o agotamiento profesional.

Podría decirse que el « burn out » (síndrome del quemado) es el grado extremo de un estrés laboral. Un fenómeno que afecta a la persona que ha ido soportando un alto nivel de estrés durante un período largo de tiempo, lo que le ha provocado un agotamiento físico y psicológico.  Recordemos que el organismo humano es como una máquina con reservas emocionales limitadas para afrontar los retos de la vida cotidiana. Una vez que esas reservas desaparecen, la persona entra en una fase de agotamiento general que invade todos los aspectos de su vida.

Hace unas décadas, cuando se comenzaba a diagnosticar este sindrome, se pensaba que afectaba esencialmente a los profesionales de la salud y a los que atendían emergencias (como bomberos, policías,…) . Actualmente,  se puede decir que toda la población podría desarrollarlo,  por el contexto de crisis en el que se vive, con preocupaciones económicas que se han multiplicado y convertido en una fuente inagotable de estrés, así como el temor a un futuro incierto que se ha fortalecido en el discurso habitual de la población, lo que mantiene una especie de angustia latente. Hoy, podemos encontar personas con burn out en diferentes actividades profesionales : desde empresarios y directivos (preocupados por mantener la competitividad o por la supervivencia de sus empresas) , artistas, escritores, profesores, vendedores, fuerzas del orden,…, hasta los trabajadores irregulares, rutinarios o incluso los parados (los últimos por ausencia de estimulación).

Cabe señalar, que no son las actividades profesionales las que determinan que se desarrolle un burn out, porque es el resultado de un conjunto de factores psicológicos (personalidad, actitud con la que se desempeña el trabajo, expectativas desmesuradas, frustraciones,…) , factores laborales (horarios largos y dificiles, mal manejo de jerarquías y decisiones, remuneración disproporcionada con el esfuerzo desplegado, riesgo de perder el empleo,…), factores externos (crisis económica , inestabalidad política y jurídica,...). Aunque, podría considerarse como el factor más importante a la actitud con la que la persona enfrenta su trabajo y todo lo que le ocurre en la vida.

La dinámica actual de la sociedad globalizada, ha hecho que las personas se hayan acostumbrado a priorizar el trabajo y la productividad , y se hayan habituado a vivir con los sintomas de una sobrecarga de estrés, a tomar paliativos (medicamentos, suplementos, alcohol, drogas,…)  y a no prestar atención a algunos signos de alarma que su organismo les envía ( palpitaciones, manos húmedas, sudores, digestión dificil, trastornos del sueño, un consumo mayor de tabaco y alcohol, una emotividad exacerbada,…), lo que representa un real riesgo para su salud.

Cuando esos sintomas se agravan y entrenan un Burn out, un estado letárgico invade la vida de la persona. A nivel fisico, tiene una fatiga que no puede recuperar con el sueño ni el descanso. Su productividad baja de manera estrepitosa. Tiene la impresión que su cuerpo no responde más y tiene una gran dificultad a hacer frente al esfuerzo físico (hasta para subir escaleras,..). Problemas regulares de sueño. Perturbaciones alimentarias (al inicio, come mucho y luego su apetito desaparece). Su consumo de estimulantes se dispara (tabaco, alcohol, medicamenteos,…),…

A nivel psicologico, se observa un cuadro depresivo importante, con pérdida de energía y motivación (hasta levantarse de la cama significa un esfuerzo considerable).  La apatia invade todos los aspectos de su vida. Sus emociones se perturban (de haber sentido las emociones de manera excesiva, tiene la impresión de no sentir nada, de estar indiferente a todo lo que le rodea). El sentimiento de ser inútil y la devalorización de sí mismo. Un malestar general gana progresivamente todos los elementos de la vida y es acompañado de un cuestionamiento de todo (de su familia, su trabajo, su vida social, de su vida en general).  Sus relaciones con su entorno se vuelven frios, casi robóticos, con las consecuencias que podemos, todos, inferir.

Finalmente, si usted reconoce los signos de alarma en su propia vida,  piense que es el tiempo de lavantar el pie del acelerador y pensar a modificar su estilo de vida. Hable con su familia,  pida ayuda a su médico y si lo requiere,  acuda a un psicólogo para que le ayude a reordenar su estilo de vida…, porque si eso avanza hacia un burn out, tendrá que dejar el trabajo, hacer un largo tratamiento médico y psicológico, superar todo un camino de recuperacion y después podrá  volver a la vida activa probablemente en otra actividad, menos estresante. 

Información en: www.cleliagalvez.com



Mejora tu sueño

Tener un sueño reparador es a lo que aspiramos todos, un sueño que nos permita retomar energías para desplegar adecuadamente nuestros esfuerzos y creatividad en las actividades del día siguiente. Aunque eso parezca sencillo, no lo es para las personas que sufren de diversos tipos de insomnio (dificultad a conciliar el sueño, interrupciones frecuentes, despertar precoz,…) que les provoca un estado de fatiga que afecta su desempeño general.


El sueño tiene un ciclo que dura aproximadamente 90 minutos, en los que el cerebro atraviesa por cinco fases (1,2,3,4 y REM), las primeras fases son de un sueño ligero del que se puede despertar fácilmente, y progresivamente se llega hasta el sueño profundo o “paradoxal” o REM (debido a la actividad fisiológica que ocurre en esta fase: movimientos oculares rápidos, aceleración del ritmo respiratorio, cardíaco,…) y es durante esta fase que soñamos y que la memoria consolida lo aprendido en el día ( de allí la importancia de que los estudiantes tengan un sueño adecuado).

El sueño es una de nuestras funciones básicas y cambia con la edad. Todos hemos pasado de dormir prácticamente todo el día (cuando se es recién nacido), a ir adaptando la cantidad y la calidad de sueño, a las diferentes etapas de la vida: en la infancia (el  niño duerme fácilmente cuando se le acostumbra a horarios y rituales definidos, salvo en algunos casos de ansiedad que, en ciertas ocasiones, puede mantenerlos despiertos y/o generarles pesadillas) ; en la adolescencia (los adolescentes le dan menos importancia a sus requerimientos de sueño, incrementan sus actividades sin considerar sus límites, lo que sumado a los cambios hormonales pueden generarles algunas dificultades para conciliar el sueño, que puede afectar su rendimiento escolar).

En la edad adulta es cuando las personas manifiestan una mayor preocupación por el insomnio, por el impacto directo que constatan sobre su funcionamiento general. En esta etapa, tanto los cambios hormonales (como en el embarazo, la menopausia,…) como los cambios sociales (estrés laboral, problemas relacionales, familiares, y obviamente el actual contexto de crisis,…) parecen estar a la base del problema; y en la tercera edad,… (una reducción de la estimulación, poco ejercicio y pocas salidas al aire libre, estarían entre los factores que facilitan la aparición y/o mantenimiento del problema).

Según el Pr. D. Leger (responsable del Centro del Sueño y la Vigilia del Hospital “Hotel Dieu” de París), cuando se avanza en edad, la parte del sueño lento profundo disminuye y el número de interrupciones de sueño durante la noche aumenta. La eficacia del sueño (la relación entre el tiempo que se duerme y el tiempo que se está acostado) pasa de 90% en el adulto joven a 75% después de los 60 años, y el tiempo promedio de sueño disminuye de alrededor de una hora, modificando así el reloj biológico. “Con la edad se instala una tendencia al adelanto de fase: se tiene ganas de ir a dormir más pronto y de levantarse más pronto”. Aunque la mayoría de mayores se quejan sobre todo de despertarse por la noche y no poder volverse a dormir, lo que genera un elevado uso de somníferos, con los problemas que eso representa.

A fin de recurrir a los medicamentos, sin tener realmente la necesidad, aquí van algunas pautas simples para mejorar el sueño:

1.     Ten una higiene de vida que te mantenga en forma. Realiza actividades físicas durante el día (deporte, yoga, caminata, danza,…) sobre todo por la mañana y trata de exponerte a la luz natural del día por lo menos 1 hora por día.

2.     Deja de fumar, si aún no lo has hecho. Los problemas respiratorios que te provoca el tabaco tienen un efecto sobre la calidad de tu sueño.

3.     Trata de respetar tus horarios y rituales de sueño. Así como se hace con los niños (lavarse los dientes, leer un cuento,…), trata de tener un ritual propio que lleve progresivamente tu cuerpo y tu mente a una fase de calma propicia para el sueño (lavarse los dientes, ponerse cremas, lectura de algún libro que no sea una novela que te enganche a seguir leyendo, beber una infusión,…)

4.     Recuerda que el sueño es dividido en ciclos de 90 minutos. Trata de dormir cuando sientas la necesidad: es el momento en el que tu ciclo de sueño comienza.

5.     Si haces una siesta, no pases de 15 minutos y luego de la siesta realiza actividades que te activen física y mentalmente, para llegar a la hora de dormir con un adecuado nivel de fatiga. 

6.     Haz que tu dormitorio sea un ambiente agradable para dormir. Sin ruido ni luces estridentes, con una temperatura moderada (18-19 ºC). Una habitación bien aireada, con sábanas de colores y textura suaves y un colchón bien mantenido (no muy duro ni muy suave).

7.     Por las noches no tomes bebidas excitantes (café, té, sodas, alcohol). Come ligero (evita grasas, hidratos de carbono,…) y no te acuestes justo después de comer.  Un producto lácteo (yogourt o leche) conviene bien por su contenido de triptófano (para la producción de serotonina)

8.     No dejes que las preocupaciones te acompañen a la cama. Puedes utilizar el yoga, una infusión (valeriana, manzanilla, flor de naranjo,…), lectura, meditación o simplemente  escribir en un papel todas las cosas que trotan en tu mente, para tratarlas al día siguiente y luego te vas a la cama, con la mente tranquila.

Si con estas pautas, aún persisten tus problemas de sueño, consulta a un especialista, a fin de ver si no estás desarrollando otros problemas, porque un problema de sueño puede venir en el marco de diversos problemas de salud física y mental. Una terapia para reeducar tu sueño te será de mucha utilidad. 
 

Las ideas erróneas de los fumadores

Los fumadores y sus intentos de dejar de fumar o sus justificaciones alimentan gran número de conversaciones, tanto en las reuniones sociales como en los centros de trabajo, donde las actividades son interrumpidas por salidas de algunas personas a la intemperie (así esté nevando,…), para poder fumarse un cigarrillo. Numerosos son los que expresan la necesidad de que sus familiares y amigos dejen de fumar, no solo por el riesgo serio que corre la salud de todos, sino también por el anhelo de compartir momentos agradables en un ambiente confortable y sin ser agredidos por el humo.

Muchos se preguntan sobre las razones por las que estas personas persisten en fumar, a pesar de ser conscientes de una masa de informaciones sobre los efectos negativos del tabaco en sus vidas: las numerosas muertes por cáncer de los pulmones que a diario van incrementándose , no solo de los fumadores directos sino también de personas que nunca fumaron, pero estuvieron expuestas al humo de los fumadores (los “fumadores pasivos”); el desagradable olor a tabaco que se impregna en las paredes, muebles y cortinas del ambiente en el que se fuma, o en la ropa de todas las personas que estuvieron al lado de personas que fuman; el color amarillento de los dedos, uñas y dientes; el mal aliento permanente que tiene el fumador y que tiene que soportar su entorno cercano,….. , la lista puede seguir, pero no es suficiente para hacerles cambiar.

Los fumadores tienen una serie de ideas erróneas sobre el producto y su dependencia: “me gusta el sabor”, “fumar poco no hace daño”, “si fumo y hago deporte no es muy malo”, “se me da bien fumar después de las comidas”, “he disminuido y con eso es suficiente”,  “me calma los nervios”, “fumo por placer”, “siempre he fumado, yo soy así”, “muchas veces he tratado de dejarlo, pero no pude”, “si es tan malo ¿por qué lo venden?”, “si dejo de fumar engordo”, “no sabré qué hacer con mis manos,…etc.”. Pasaríamos mucho tiempo a demostrar lo erróneas que son cada una de las razones mencionadas, que no hacen más que justificar una actitud de sumisión a un producto y evitar sentir culpabilidad por ello, así como sucede en todas las adicciones que puede desarrollar una persona (a un producto: alcohol, drogas, alimentos, medicamentos; a una situación: juegos de dinero, sexo, video juegos, internet, redes sociales, WhatsApp,……).

Con respecto al tabaco (que se considera una droga “legal” porque se la puede adquirir libremente en cualquier lugar), la sociedad actual es consciente de que se encuentra en una encrucijada, entre seguir permitiendo ese mercado y recibir los impuestos que necesita o controlarlo agresivamente y ocuparse de preservar la salud pública, porque el costo social y financiero del tratamiento de los problemas de salud que han generado, sobrepasan los límites probablemente imaginados, cuando se comenzó a normalizar el consumo (en la época en que los cigarrillos, contenían solo hojas de tabaco secas y no todas las mezclas altamente adictivas que contienen actualmente).

Es de dominio público que el mercado del tabaco ha evolucionado, a través del tiempo,  por un círculo vicioso en el que los gobiernos daban total acceso al mercado del tabaco (con derecho a campaña publicitarias extraordinarias), por la necesidad de tener cada vez más recursos a través de los impuestos que se afectan al tabaco y a su vez, las empresas que lo fabrican fueron investigando e innovando su tecnología para lograr que sus productos sean cada vez más adictivos (para aprovechar cada vez más de la debilidad humana, generándole cada vez mejor y más rápido una dependencia y una pérdida total de su libertad, que es la razón por la que no pueden “desengancharse”). Una vez mejorado el potencial adictivo de los cigarrillos, estos han generado mucha más rentabilidad por la generalización del consumo y la dependencia del tabaco en la población, con las consecuencias en la salud que ya conocemos.

Los fumadores, están , a su vez, frente a otra encrucijada, entre seguir dependiendo de ese producto y las compañías que lo fabrican (en una especie de “esclavitud moderna”), o recuperar su libertad y comenzar a vivir la vida que ellos y sus familias han deseado siempre. Es una reflexión que cada uno debe hacer y una decisión que debe tomar por sí mismo. Una vez que haya tomado esa decisión, es recomendable de buscar ayuda profesional a fin de que su intento sea efectivo, y no venga a agregarse a su lista de intentos fallidos, que no harán más que convencerlo erróneamente de que no puede liberarse.
 




Saber decir “no”, preserva el bienestar general de la persona


Hay personas que viven siempre abrumadas realizando actividades o ejecutando proyectos que otros decidieron por ellas,  y que las aceptaron, no porque les interese realmente, sino porque no encontraron la fuerza de decir “no”; o ni siquiera pensaron antes de responder, porque están acostumbradas a no decir jamás “no” a su familia, amigos, jefes, colegas, clientes,… aunque les cueste mucho esfuerzo asumir lo que aceptaron. Así, muchos jóvenes pueden encontrarse consumiendo sustancias (alcohol, drogas, tabaco,…), realizando o soportando actos antisociales (robos, agresiones, sexualidad precoz,…),  por no saber resistir a la presión del grupo y no saber decir “no” a algo o alguien que ellos no quieren.  

Una serie de temores está detrás de esa tendencia a aceptar todo lo que se le pide a una persona: el temor a decepcionar (“que va a pensar de mí?”), a no ser querido (“me rechazará”), a ser excluido (“no estará conmigo”, “no haré parte de su grupo”) , por miedo a la autoridad (“pensará que soy agresivo y que no quiero obedecer,… me penalizará”), por evitar la confrontación (“no quiero conflictos”,…), por necesidad de ser aceptado y tener buena imagen (“hago cosas que no les gusta a los demás para que vean que yo puedo resolverles el problema, que soy útil y que me necesitan”). Temores que  al no ser enfrentados se hacen casi automáticos en la persona y los lleva a encontrarse en situaciones negativas para sí mismos, comprometiendo su bienestar físico y mental, con una sobrecarga de trabajo, ansiedad, dependencia, sumisión,…,  lo que en algunos casos es aprovechado por otros que se dan cuenta de la situación.

Cuando hablamos de aprender a decir “no”, no nos estamos refiriendo a decir “no” a todo, sino a ser asertivos, quiere decir a estar al escucha de nuestros propios pensamientos, emociones, deseos, necesidades y derechos, a poderlos expresar, dándoles la importancia debida, pero sin menospreciar los de nuestro interlocutor.  Por lo que es importante aprender a decir “no” sin agresividad, simplemente con convicción y cordialidad, pues lo único que se está haciendo es marcar sus límites. De lo contrario se corre el riesgo de dejarse invadir por los deseos de otros, de dejarse desviar de sus propios objetivos al punto de no saber más lo que se es, ni lo que se quiere.

Lo importante es de responder en función de un beneficio para si mismo en una situación determinada, en lugar de ceder por culpabilidad o por miedo a no ser querido.  Es tener la libertad de decir “” cuando se piensa sí, decir “no” cuando se piensa no y de decir “voy a pensarlo” cuando se necesita tiempo para dar una respuesta (que tiene derecho a hacerlo) para  pesar los pro y los contra de lo que le piden, ver si eso tiene más consecuencias positivas o negativas sobre su vida o al contrario si eso le da placer (que en ese caso se acepta, obviamente).

El saber decir “no” hace parte de las habilidades sociales (la asertividad) que aprendemos (o no) desde pequeños observando a nuestros padres y adultos de referencia (abuelos, maestros,…) en sus relaciones sociales, y las vamos consolidando durante toda nuestra vida con el aporte de nuestras propias experiencias; por lo que es posible que toda persona, a toda edad, pueda desarrollar esas habilidades. Algunas veces será suficiente el tomar la decisión, informarse y practicar las nuevas maneras de actuar para adquirir esas habilidades;  otras veces, cuando el problema es más complejo (como en el caso de una fobia social, personalidad ansiosa,…), se requerirá una ayuda profesional. Una Psicoterapia cognitivo-conductual es la que ha mostrado mayor eficiencia en este problema, por lo que se ser el caso, lo recomendamos.

Para los que se interesen, aquí van algunas pautas básicas que podrían ayudarles a aprender a decir “no” y  poner límites:
·         Entrénese a decir “no” a cosas muy simples que no tienen grandes consecuencias y por las que no siente mucha ansiedad, para probar como le va. Practíquelo todos los días con familiares y amigos cercanos, así se motivará a seguir haciéndolo en situaciones más complejas.
·         Si sabe que alguien le va a hacer un pedido, prepárese, encuentre una manera adecuada de expresar el “no”,  repítalo varias veces para que le sea más fácil de decirlo. O si prefiere dígale que ese pedido le supone un problema y que se tomará un tiempo para responder a ello, eso le permitirá sopesar mejor las cosas y tomar una decisión con menos estrés.
·         Antes de dar una respuesta, imagínese cómo estará cuando haya aceptado ese pedido (que tareas más tendrá que hacer, qué sensaciones o emociones tendrá cuando se sienta obligado a hacer lo que realmente no quiere) y también imagine lo contrario (si no acepta, cómo se sentirá ocupando su tiempo como ya había previsto). Eso le ayudará a tomar la decisión.
·         Al dar la respuesta negativa, arguméntela ligeramente (simplemente para no cortar el diálogo) y con convicción, pero sin ahondar en justificaciones que realmente son inútiles. Puede usar frases de este tipo: “me hubiera gustado decir si, pero ya he previsto otra cosa”,  o incluso:  “hasta hoy siempre he dicho sí a todo lo que me pedían, pero veo que eso me perjudica”.  
·         Cada vez que usted sienta que no está siendo respetado con el pedido que le van haciendo y usted quiera marcar sus límites, entonces tiene que decir “no”, sin agresividad pero con convicción. Por ejemplo: su hermana le pide que cuide a sus hijos mientras ella se va de compras, usted puede decirle: “no, lo siento, pero ya tengo otras cosas previstas.” 
 


Los “fallos” sexuales en los hombres pueden estar vinculados a otros problemas.


Los  “fallos” sexuales (como los llaman algunos pacientes) a la ocurrencia de problemas de erección* (ausencia total de erección o erección insuficiente) y  la eyaculación precoz*, son dificultades que la mayor parte de hombres ha sufrido alguna vez en su vida, hecho que no es grave en sí, porque puede tratarse de problemas ocasionales vinculados a situaciones externas o al estado físico y mental de la persona. Es cuando esos “fallos” se hacen frecuentes que se convierten en un problema que afecta la calidad de la vida sexual y el bienestar general de la persona que lo sufre, y que debe ser motivo de tratamiento.

Si antes, éste era un tema tabú, del que no se hablaba porque se lo vinculaba con la virilidad del hombre al que le ocurría; hoy la realidad es otra, existe una apertura mental en la sociedad, que permite hablar de todos los temas que preocupan, por lo que actualmente son muchos los hombres que reconocen haber tenido alguna vez estos problemas. Aunque no hayan muchas estadísticas sobre la incidencia de problemas sexuales en la población general, se puede afirmar que no tiene vinculación alguna con la virilidad del hombre y que son otros los factores que entran en juego.

Cuando en la pareja se viven estos problemas, lo primero que se debe hacer es consultar con su médico tratante y hacer los exámenes necesarios para descartar problemas físicos que estarían generando tanto el problema de erección  como el de la eyaculación precoz. Los especialistas refieren toda una serie de causas orgánicas (físicas) que pueden estar al origen es estos problemas, por ejemplo: la hipertensión arterial , la diabetes, el exceso de colesterol en la sangre (depósitos de grasa en las arterias cardiacas), síndrome metabólico (anomalías secundarias a la acumulación de grasas bajo la piel, conocido también como la resistencia a la insulina), el avance de la edad, el consumo excesivo de alcohol, de tabaco, de algunos fármacos (como los antidepresivos, las benzodiacepinas, …),…. ; lo que permite inferir la necesidad de llevar un  estilo de vida saludable para tener una vida sexual satisfactoria.

Cuando se han descartado los problemas físicos y que se siguen teniendo esos problemas, entonces se debe consultar un(a) psicoterapeuta o sexólogo(a), a fin de identificar las causas psicológicas, que pueden ser igualmente numerosas que las causas orgánicas;  desde problemas de educación demasiado estricta y poca información sobre el sexo, una sobrecarga de estrés por (problemas económicos, laborales,.. etc), la ansiedad de no estar a la altura de las circunstancias (por tener expectativas demasiado altas), tener desencuentros en la relación afectiva con su pareja, problemas de comunicación (conflictos no expresados ni resueltos), infidelidad,… etc.

Si bien es cierto que, en la vida de pareja el sexo no es lo más importante, se debe reconocer que él permite una cohesión afectiva de ambos y que de ocurrir frecuentemente un problema sexual, éste llegará a afectar no solo el grado de satisfacción de la vida en pareja, sino también  a acentuar la gravedad de otros problemas relacionales que existan.

Finalmente, es preciso señalar que la actitud de la pareja es básico para que el problema se instale, o no, en la vida de la persona. Si la primera vez que ocurre, la pareja no dramatiza y expresa claramente que no es grave, que eso es pasajero y que se resolverá en cualquier momento, son menores las posibilidades de convertirse en un problema que afecte su autoestima y le haga ingresar en una espiral de ansiedad. En caso de que el problema ya sea recurrente y esté afectando la vida sexual de ambos, se requiere hablar claramente sin dramatizar y tomar la decisión de buscar ayuda profesional para resolverlo que, como decía antes, es hacer un chequeo médico para descartar las causas orgánicas y una psicoterapia en el que la participación de la pareja es necesaria.


Las migrañas aumentarían el riesgo de depresión

Una investigación de la Universidad  de Calgary (Canadá)   puso en evidencia que las personas con migraña pueden desarrollar una depresión clínica, y que esa relación entre los dos trastornos podría también ser de manera inversa.

La migraña, es un dolor invalidante que obliga a la persona a limitar o abandonar su actividad habitual, mientras dura el dolor.  A la actualidad no tiene un tratamiento que lo haga desaparecer, por lo que es necesaria mucha información para que la persona que lo sufre pueda gestionarla.

Se trata de unas crisis o episodios de dolor intenso (en las sienes) que duran entre 4 a 72 horas y se acompañan de náuseas, vómitos, malestar o hipersensibilidad a la luz y los ruidos.

El proceso generalmente se inicia cuando la persona está en contacto con  algunas situaciones (o estímulos) a las que es sensible, como:
  • Afectivas: estrés, angustia, conflictos o situaciones que generan malestar,
  • Ambientales: olores intensos, humo, tabaco, luz brillante, cambios fuertes de temperatura,
  • Hormonales: menstruación, anticonceptivos, terapia con estrógenos,
  • Sueño: demasiado, insuficiente o interrumpido,
  • Alimentos: queso curado, derivados lácteos, zumo de cítricos, chocolate, salchichas, ahumados, comida china, edulcorantes, alimentos industrializados (conservantes, colorante, realzadores de sabor,…) , nueces, patatas, “chips”,
  • Bebidas: alcohólicas (vino, cerveza  y otros licores), bebidas con cafeína,

Para disminuir la ocurrencia  de migrañas, la persona tiene que tomar ciertas precauciones, como:  
  • Identificar los factores que le provocan las migrañas para poder estar más atento y manejarlas mejor,
  • Procurar, en lo posible, de  evitar situaciones que le produzcan estrés,
  •  No dormir demasiado o muy poco,
  • Tratar de hacer comidas a la misma hora y en cantidades similares,
  • Evitar los alimentos y bebidas a las que es sensible,
  •  Evitar los lugares ruidosos o con olores penetrantes.

Cuando se tenga migrañas, consultar a su médico y evitar la automedicación. Una psicoterapia, complementaria al tratamiento médico, podría ser de utilidad para lograr un mejor manejo de los factores que las provocan.