Los fumadores y sus intentos de dejar de
fumar o sus justificaciones alimentan gran número de conversaciones, tanto en
las reuniones sociales como en los centros de trabajo, donde las actividades
son interrumpidas por salidas de algunas personas a la intemperie (así esté
nevando,…), para poder fumarse un cigarrillo. Numerosos son los que expresan la
necesidad de que sus familiares y amigos dejen de fumar, no solo por el riesgo
serio que corre la salud de todos, sino también por el anhelo de compartir
momentos agradables en un ambiente confortable y sin ser agredidos por el humo.
Muchos se preguntan sobre las razones por las
que estas personas persisten en fumar, a pesar de ser conscientes de una masa
de informaciones sobre los efectos negativos del tabaco en sus vidas: las
numerosas muertes por cáncer de los pulmones que a diario van incrementándose ,
no solo de los fumadores directos sino también de personas que nunca fumaron,
pero estuvieron expuestas al humo de los fumadores (los “fumadores pasivos”);
el desagradable olor a tabaco que se impregna en las paredes, muebles y
cortinas del ambiente en el que se fuma, o en la ropa de todas las personas que
estuvieron al lado de personas que fuman; el color amarillento de los dedos,
uñas y dientes; el mal aliento permanente que tiene el fumador y que tiene que
soportar su entorno cercano,….. , la lista puede seguir, pero no es suficiente
para hacerles cambiar.
Los fumadores tienen una serie de ideas
erróneas sobre el producto y su dependencia: “me gusta el sabor”, “fumar poco
no hace daño”, “si fumo y hago deporte no es muy malo”, “se me da bien fumar
después de las comidas”, “he disminuido y con eso es suficiente”, “me calma los nervios”, “fumo por placer”,
“siempre he fumado, yo soy así”, “muchas veces he tratado de dejarlo, pero no
pude”, “si es tan malo ¿por qué lo venden?”, “si dejo de fumar engordo”, “no sabré
qué hacer con mis manos,…etc.”. Pasaríamos mucho tiempo a demostrar lo erróneas
que son cada una de las razones mencionadas, que no hacen más que justificar
una actitud de sumisión a un producto y evitar sentir culpabilidad por ello,
así como sucede en todas las adicciones que puede desarrollar una persona (a un
producto: alcohol, drogas, alimentos, medicamentos; a una situación: juegos de
dinero, sexo, video juegos, internet, redes sociales, WhatsApp,……).
Con respecto al tabaco (que se considera una droga
“legal” porque se la puede adquirir libremente en cualquier lugar), la sociedad
actual es consciente de que se encuentra en una encrucijada, entre seguir
permitiendo ese mercado y recibir los impuestos que necesita o controlarlo
agresivamente y ocuparse de preservar la salud pública, porque el costo social
y financiero del tratamiento de los problemas de salud que han generado,
sobrepasan los límites probablemente imaginados, cuando se comenzó a normalizar
el consumo (en la época en que los cigarrillos, contenían solo hojas de tabaco
secas y no todas las mezclas altamente adictivas que contienen actualmente).
Es de dominio público que el mercado del
tabaco ha evolucionado, a través del tiempo, por un círculo vicioso en el que los gobiernos
daban total acceso al mercado del tabaco (con derecho a campaña publicitarias
extraordinarias), por la necesidad de tener cada vez más recursos a través de
los impuestos que se afectan al tabaco y a su vez, las empresas que lo fabrican
fueron investigando e innovando su tecnología para lograr que sus productos
sean cada vez más adictivos (para aprovechar cada vez más de la debilidad
humana, generándole cada vez mejor y más rápido una dependencia y una pérdida
total de su libertad, que es la razón por la que no pueden “desengancharse”).
Una vez mejorado el potencial adictivo de los cigarrillos, estos han generado mucha
más rentabilidad por la generalización del consumo y la dependencia del tabaco
en la población, con las consecuencias en la salud que ya conocemos.
Los fumadores, están , a su vez, frente a otra
encrucijada, entre seguir dependiendo de ese producto y las compañías que lo
fabrican (en una especie de “esclavitud moderna”), o recuperar su libertad y
comenzar a vivir la vida que ellos y sus familias han deseado siempre. Es una
reflexión que cada uno debe hacer y una decisión que debe tomar por sí mismo.
Una vez que haya tomado esa decisión, es recomendable de buscar ayuda
profesional a fin de que su intento sea efectivo, y no venga a agregarse a su
lista de intentos fallidos, que no harán más que convencerlo erróneamente de que
no puede liberarse.
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