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Adaptarnos a la nueva “normalidad”

La nueva “normalidad”, frase que hace referencia a los nuevos hábitos que tenemos que aprender para que nuestra vida en sociedad funcione. Estamos saliendo de un largo confinamiento por Pandemia, que si bien nos permitió protegernos en casa, nuestra salida obedece más a imperativos económicos (la necesidad de reactivar la economía) que a una situación de seguridad sanitaria, pues el virus no ha desaparecido, sigue activo y, según  dicen los expertos, vamos a tener que aprender a convivir con él.

Durante el confinamiento pudimos observar con total impotencia el fallecimiento de muchas personas (incluyendo sanitarios que estuvieron en primera línea y que dieron su vida tratando de salvar la nuestra). Ellas partieron en la más dura soledad y sin poder despedirse  de sus seres queridos, dejándoles un vacío y profundo dolor. Hoy, es momento para ellas de reunirse en familia a fin de dar un adiós simbólico y continuar con su duelo. Para esas familias van nuestros mejores pensamientos y solidaridad con sus sentimientos.

La cuarentena impuesta en el mundo,  no  solo  ha ocasionado problemas,  también  ha dado un respiro a nuestro planeta  (la naturaleza  ha  retomado sus derechos, lo muestran  las  imágenes de animales en libertad, la calidad del aire,…) y  nos  ha  permitido hacer algunos aprendizajes  importantes, que  sería necesario  mantenerlos e  integrarlos  en  nuestra  vida, por  ejemplo: que nuestra casa es nuestro lugar seguro (con excepciones obvias en los casos de violencia intrafamiliar que abordaremos en otro momento). Que nuestra familia es lo más valioso que tenemos (hemos descubierto la riqueza interna de cada miembro), que podemos vivir sin comprar cosas superfluas (que podemos aprovechar más y mejor los recursos), que tenemos talentos escondidos (que el trabajo y el ritmo de vida no permitía verlos ni explotarlos), que lo que más extrañamos es el contacto con los que queremos, sobre todo las muestras de afecto (que ahora deben tener una forma diferente de expresar).

Las condiciones de vida durante el confinamiento  (muchas personas en espacios pequeños, sin
privacidad, con relaciones conflictivas,…), la imposibilidad  de  salir de casa  (porque el riesgograve aguarda afuera),  el aislamiento social  (largos periodos sin ver a nadie),  los numerosos cuidados  de  desinfección  (acentuados por  el   desconocimiento  del  virus  que se  tenía en ese momento),  la saturación de  noticias  y  redes sociales pintando un escenario apocalíptico a lo largo del día y la noche,… etc.,  han provocado  en  muchas personas, estados mentales críticos y acentuado los  ya  existentes  en  muchas  otras.  Hablo de los diversos trastornos de ansiedad (las obsesiones compulsivas, estrés post traumático,  ansiedad generalizada, miedo a infectarse, miedo a infectara sus  seres queridos, miedo a morir, agorafobia con ataques de pánico, …, depresiones,...Todos estos son trastornos que deben ser tratados adecuadamente y con prontitud, porque en ese tipo de trastornos, el paso del tiempo no cura, es más, lo cronifica (lo agrava), por dar un ejemplo, piense en una persona que comienza a evitar muchas cosas por la ansiedad que le provoca, “el miedo a infectarse” o “el miedo a tener miedo” (al imaginar que al salir de casa pueda encontrarse mal y no encontrar ayuda), hace que la persona se vaya convenciendo poco a poco que tiene razón de quedarse en su casa, y su patología se agrava, reduciendo progresivamente su vida a un espacio cada vez más pequeño del que le costará mucho salir cuando quiera hacerlo.

El tratamiento de los problemas  mencionados se hace con la ayuda de  psicólogos especializados  en  psicoterapia cognitivo conductual y EMDR  que  ahora  trabajan  de maneravirtual (como es mi caso). La terapia vía internet es otra habitud que tenemos que adquirir.
Cabe señalar que el modo virtual no tiene la riqueza del presencial en terapia, sin embargo con la aplicación del protocolo de seguridad por la situación de pandemia (desinfección permanente, hablar a distancia a través de una mampara de vidrio y con mascarilla) no permite tener la cercanía indispensable además de que recorta la mitad de la información (pues de la cara del paciente vemos solo los ojos), por lo que es preferible ver al paciente en la pantalla del ordenador y con la utilización de auriculares recreamos la privacidad de la situación terapéutica.

El desconfinamiento desenfrenado que se observa en algunos jóvenes que están en un proceso de negación del problema sanitario y la apertura de fronteras al turismo nos trae otro escenario con el que tendrá que lidiar la sociedad, pero el impacto psicológico ya lo estamos viendo en algunas personas que se encuentran en tratamiento, que al observar en los noticieros que muchos jóvenes están asistiendo a eventos muy concurridos, saltándose todas las medidas sanitarias, ya están preocupándose por una posible recaída, como me decía una paciente “vaya preparándose,… que si nos confinan otra vez me volveré loca”.

Algunas ideas para adaptarse a la nueva “normalidad"

  1. No se enfade ni se estrese mirando lo que hacen los demás. Piense que ellos son responsables de su vida y sólo a ellos les compete el cuidarla.
  2. Dirija su atención a las cosas que usted puede hacer: considere su casa como su santuario de protección, si posible quédese haciendo teletrabajo. Arregle su espacio para que esté más a gusto. Si antes su vida estaba centrada hacia afuera, vuelque esa energía para hacer de su casa un lugar muy agradable para vivir.
  3. Tenga rutinas saludables que le permitan tener un organismo preparado a defenderse y una salud mental acorde a ello. Aliméntese bien (sano y equilibrado), haga ejercicio moderado, tenga pasatiempos que siempre quiso hacer y que el tiempo no le permitió hacerlo (lectura, pintura, jardín, manualidades, ver películas,… descubra sus talentos escondidos!), manténgase conectado con su familia y sus amigos (el internet está a su disposición para acortar distancias).
  4. Al salir de casa, siga las recomendaciones de sanidad (distanciamiento físico, manteniéndose a 1 metro de distancia de las personas que no viven con usted, use mascarilla en los lugares cerrados o donde no pueda mantener la distancia adecuada, lávese las manos con jabón o con gel hidroalcohólico). Por lo demás, siga con sus actividades habituales sin estresarse demasiado ni tampoco incurrir en el descuido y la negación (que eso tampoco ayuda).
  5. El contacto físico al saludar a los seres queridos es lo que más echamos en falta. Hoy es el momento de innovar nuevas formas de expresar la alegría de encontrarse, algunos lo hacen tocándose con los codos, otros con una venia acompañada de una sonrisa, un signo con la mano, las dos manos juntas en el pecho, …. Aquí yo le aconsejo un experimento que de seguro le gustará: abrácese a usted mismo mirando a la otra persona (e invítele a hacer lo mismo) y apriete como si estuviera dando el abrazo a su ser querido, va a ver que funciona para ambos.
  6. Cuando reciba personas en casa, o asista a invitaciones , privilegie reuniones con muy pocos asistentes (a fin de tener el espacio de seguridad para cada uno), reúnase en terrazas o jardines donde el ambiente esté más ventilado, no comparta vasos (existen simpáticos marca vasos a muy bajo costo, para señalar el vaso de cada uno), prefiera el sistema de platos servidos a las tapas o platos compartidos, y disfrute de su velada.
  7. Si va de restaurantes, prefiera los que no estén abarrotados de clientes, que tengan terraza y cumplan con las normas de sanidad (gel a disposición de los clientes,camareros con mascarilla, espacio reglamentario entre las mesas) y por lo demás,disfrute con tranquilidad.
  8. Es normal el estar preocupado por lo que ocurre en el mundo, pero si esa preocupación le invade demasiado y le genera problemas ansiosos, depresivos u otros,… y que usted comienza a sentir que su calidad de vida está siendo afectada, pida ayuda psicológica antes de que se agraven los problemas. Muchos de los psicólogos especializados estamos trabajando de manera virtual, es muy fácil hacer una terapia vía internet. No le tenga miedo, el terapeuta le ayudará a encontrar un sistema accesible para hacerlo.


¿Está Ud. demasiado preocupado por su salud?

¿Le preocupa  frecuentemente la posibilidad de tener una enfermedad grave?,… Si escucha hablar de alguna enfermedad grave ¿se preocupa Ud. por la posibilidad de cogerla?,… ¿le cuesta creer a su médico cuando éste le dice que no tiene motivos para preocuparse?,… entonces, es probable que usted sufra de lo que comúnmente se conoce como Hipocondría.

La hipocondría es una preocupación o ansiedad excesiva por su propia salud. Los hipocondríacos son, por lo general, personas ansiosas que viven constantemente preocupadas por el miedo “anticipatorio” (pero estando casi convencidas) de tener una enfermedad grave (Cáncer, Sida, Infarto, Ictus,…) y permanecen vigilantes de cualquier cambio en su cuerpo. Se comportan prácticamente como si tuvieran un “radar” en la mente, tratando de identificar cualquier cambio en su cuerpo (un lunar, una mancha, una ligera deformación,…) o sensación (un pinchazo en el pecho, palpitaciones, hormigueo de las manos, dificultad a deglutir,…), y las interpretan, (erróneamente) como signos de  la enfermedad que temen, lo que las sume en una crisis de ansiedad importante, que puede ser agravada por sus pensamientos catastróficos sobre la evolución grave de la enfermedad, la muerte,… y puede llevarles a sufrir un ataque de pánico, y acudir al hospital en emergencia, donde reciben una medicación ansiolítica que le ayuda a calmar momentáneamente su crisis de ansiedad, pero que a la larga no le cura.

La Hipocondría es un trastorno de complejo abordaje y clasificación. Durante muchos años los especialistas debatían sobre si era una enfermedad médica reconocida o era una consecuencia de los trastornos de la ansiedad. Actualmente el sistema de referencia que utilizamos los profesionales de la salud mental para comunicar, el DSM-V, (Manual de Diagnóstico de Trastornos Mentales, elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría), ha dividido la Hipocondría en dos: Trastorno de Ansiedad por Enfermedad y Trastorno de Síntomas Somáticos), pero que en esencia es el mismo problema que conocemos todos.

No se sabe de dónde viene la Hipocondría (existen varias teorías que sería tedioso explicarlas en este artículo),  pero podemos decir que se mantiene por una serie de rituales compulsivos. La persona hipocondriaca está continuamente verificando sus sensaciones “raras” (en función de la enfermedad que cree tener: se mira continuamente en el espejo, pregunta a su entorno, se mide la tensión, traga continuamente la saliva para ver si tiene la deformación que espera,….). Asimismo, busca a asegurarse leyendo revistas de salud, consultando diccionarios médicos, internet, haciendo múltiples preguntas a su entorno,… en algunas ocasiones pueden calmarse momentáneamente con esa información, y en otras veces entran en una “crisis” de ansiedad. Luego, realizan una serie de consultas médicas, buscando siempre opiniones de diferentes especialistas y pasando múltiples exámenes (incluso corriendo riesgos innecesarios), sin que puedan encontrar indicios reales de la enfermedad. Cuando reciben la información de estar en buena salud, tiene dificultades a admitirla; llegando, en los casos más graves, a imaginar que le esconden los resultados, que los médicos son incompetentes, o que se han confabulado con la familia,… y siguen su búsqueda incesante. Cabe señalar, que aunque en menor medida, existe otro tipo de hipocondriacos que por miedo a los resultados se hacen prescribir los múltiples exámenes, pero no llegan a hacerlo.

La vida con una persona hipocondriaca es bastante difícil para el entorno familiar, porque es prácticamente imposible calmarle pues está constantemente focalizada en su enfermedad. Finalmente, si Ud. se reconoce en la descripción que hemos dado aquí, o tiene en su entorno cercano alguien que sufre de Hipocondría, puede ayudarle siendo amable y respetuoso de su problema, pero sin participar en sus verificaciones. Por otro lado,  convenciéndole de buscar un tratamiento psicoterapéutico (con un psicólogo-psicoterapeuta de tipo Cognitivo Conductual) y para los casos de mayor gravedad, combinado con un tratamiento farmacológico (medicación antidepresiva ordenada por un psiquiatra), que es el tipo de intervención que ha mostrado mayor eficiencia en la solución de este problema.