¿Cuales son sus metas para el nuevo año?


Al finalizar un año, no solo compartimos deseos de felicidad y éxitos con nuestras redes de amigos, sino también hacemos el esfuerzo de reflexionar sobre lo avanzado durante el año que culmina y lo que nos gustaría lograr en el que viene. Para realizar un balance de vida y determinar sus metas hay tantos sistemas como diversas culturas existen. Aquí les daremos algunas ideas simples que podrían serle de utilidad.

Partamos de la idea de que todos queremos ser felices (aunque a algunos les cueste reconocerlo!),  y dándole la razón al escritor francés Bernard de Fontanelle (1657-1757), “el secreto más grande para lograr la felicidad consiste en estar bien consigo mismo”, reconocemos que para tener una vida armoniosa,  necesitamos restablecer una coherencia o equilibrio entre los tres pilares importantes de nuestra vida: la salud, la familia y el trabajo. Equilibrio que la vida moderna y globalizada nos ha llevado a olvidar, y a soportar una serie de problemas que afectan nuestra manera de vivir y nuestras relaciones más significativas.

Antes de definir sus metas, tenga en cuenta que: Cuando piense en su salud, no se refiera solamente a la salud física (algún malestar, problema o enfermedad a prevenir o tratar) sino también a la salud mental (las emociones, sentimientos y pensamientos), a sus redes sociales (sus amigos) y a su vida espiritual.

Cuando piense en su familia, refiérase a las relaciones más importantes y estables que tiene en la vida: la relación con su pareja, sus hijos, sus padres y demás seres a los que está unido de alguna manera. Comunican bien?, se expresan afecto?, tienen actividades de ocio compartidos?... podría mejorar algún aspecto?
Cuando piense en su trabajo, quítele el peso de la “obligación” a cumplir y transfórmelo en placer de realizar tareas que le hacen sentir útil y realizado,…. El tratar de “enamorarse” de su trabajo, es hacerlo con placer, vivirlo mejor y ser más eficiente con menos esfuerzo.

Aquí, le damos pautas simples para determinar sus metas:

Busque un lugar tranquilo, siéntese, cierre los ojos e imagínese que está en el último día del año 2013, y que está mirando una foto suya,  contándole alegremente a un amigo las cosas importantes que ha logrado en ese año (obviamente en los tres pilares: salud, familia y trabajo). Luego, regrese a la realidad, abra los ojos y anote claramente lo que acaba de imaginarse haber logrado.

Escoja un cuaderno de notas y divídalo en los tres compartimentos (salud, familia y trabajo). Prepare una carátula por cada compartimento con lo que quiera lograr, pegando fotos o haciendo dibujos coloridos que le recuerden lo que quiera lograr en ese aspecto (pero con objetivos accesibles).

Cada semana (los domingos o un momento que tenga libre), escriba las cosas que hizo y que van en el sentido de sus objetivos de cada aspecto. Eso le permitirá ir recordando lo que tiene que hacer, visibilizar sus pequeños logros, los que obviamente le seguirán motivando a avanzar.  No olvide de considerar que cada meta irá avanzando por etapas pequeñitas y con paciencia. 
 

La procrastinación, o la tendencia a postergar continuamente las cosas importantes.


Dejar las cosas para más tarde es una tendencia frecuente en  un gran número de personas, quienes a la espera del momento “ideal” para realizar las actividades importantes que tienen pendientes, se distraen con otras tareas menores y van postergando una y otra vez, hasta en algunos casos, trabajar bajo presión al “último minuto”, poniéndose en un estado de tensión extremo o terminar por abandonar sus sueños más ansiados. 

Esta tendencia, antiguamente se  explicaba como ocasionada por la flojera, desorden o falta de disciplina de la persona, ahora se sabe que es mucho más que un tema de descuido y es reconocido como un problema psicológico, y que por ello tiene tratamiento.

La procrastinación (que viene del latin pro: adelante y crastinus: referencia al futuro o postergación), se refiere al hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, a pesar de tener un sentimiento de ansiedad o culpabilidad y de ponerse en situación de riesgo a tener consecuencias negativas por ello, como nos explica Mario (“yo sé que tengo que revisar mis notas de curso, pasar a limpio, hacer mis resúmenes…, pero no llego a hacerlo;  me distraigo por una mosca que vuela… por el internet, mis correos, el Facebook, hago mi horario muy preciso una y otra vez, y digo que tengo que comenzar, pero no lo hago…, y allí estoy dando vueltas, insultándome a mí mismo y  dejando las cosas para el último minuto. Siempre es así, año tras año es lo mismo, no tengo remedio… voy a desaprobar otra vez”)

Podemos hablar de dos tipos de procrastinación, el primero, que es más banal y el que hemos vivido todos en algún momento; que ocurre por una falta de motivación para realizar una tarea que la vemos como complicada, aburrida, bastante larga, agobiante,… (limpiar la casa, ordenar documentos, cocinar para la semana, tener una alimentación equilibrada, hacer ejercicio, tomar las citas para un control médico de rutina,…etc.), que coincide con un momento de cansancio de la persona o un bajón de energía por causas diversas. De este estado se puede salir sacudiéndose un poco y esforzándose para pasar a la acción inmediata o en su defecto, decidiendo conscientemente de cambiar de actividad y dejar la acción para más tarde, asumiendo, obviamente, sus consecuencias.

El segundo tipo de procrastinación, qué es el que ocasiona problemas más serios, viene de factores internos de la persona (sus emociones, pensamientos, habitudes,…) y que podemos encontrar como parte de una serie de trastornos psicológicos (de ansiedad, de personalidad,….) y que requieren un tratamiento psicoterapéutico con el objetivo de disminuirlo y hacer que la persona retome el control de su vida.

Cuando analizamos este último tipo de procrastinaciones, encontramos que son los propios temores y angustias de la persona que (en el momento en que piensa o se dispone a realizar la tarea en cuestión), llegan a tener más peso en su manera de funcionar y hacen que automáticamente (sin darse realmente cuenta) se distraiga con muchas acciones menores, como una estrategia que le permite huir de una situación que va a poner a prueba sus temores más profundos; aún, sabiendo que se pone en situaciones cada vez más difíciles, cuanto más tiempo postergue lo que tiene pendiente.

Los problemas que están a la base de una procrastinación patológica, son diversos, pero podemos señalar los más frecuentes, como un autoestima frágil (“no puedo”, “no soy capaz”, “nunca pude hacerlo”,…), un temor al fracaso  (“y si no lo hago bien?;… qué pensaran de mí?.....”); o como se encuentra comúnmente en personas que tienen el perfeccionismo como modo de funcionamiento: el temor a cometer errores (“si hago algo tiene que ser perfecto, por eso necesito mi tiempo para realizar actividad,… por eso no lo hago”),…..

Si usted tiene un problema de procrastinación, no lo viva como una catástrofe, aquí le damos unas recomendaciones muy simples:

1.    Comience por reconocer el problema. Si no admite la presencia de un problema en su vida, no podrá encontrarle una solución
2.   Obsérvelo con atención (sin desmoralizarse ni desvalorizarse). Trate de ver qué características tiene su caso; tal vez encuentre algunos temores que frenen su actividad.
3.  Mírelo de otra manera, trate de convertir la “obligación” en placer. Tal vez el hecho de hacer las cosas por placer (“me gustaría llegar a…”, en lugar de “tengo qué…”) le ayude a enfrentar mejor la tarea.
4. Divida la tarea en muchas etapas pequeñitas y comience a abordarlas  progresivamente, es posible que sin darse mucha cuenta haya avanzado un buen trecho. Eso le motivará a continuar.
5.    Autorícese a cometer errores. Nadie es perfecto y no le va a pasar nada si no lo es!
6. Si lo mencionado no le ayuda, busque apoyo profesional, un psicoterapeuta cognitivo-conductual es el más indicado.