Hay personas que viven siempre
abrumadas realizando actividades o ejecutando proyectos que otros decidieron
por ellas, y que las aceptaron, no
porque les interese realmente, sino porque no encontraron la fuerza de decir
“no”; o ni siquiera pensaron antes de responder, porque están acostumbradas a
no decir jamás “no” a su familia, amigos, jefes, colegas, clientes,… aunque les
cueste mucho esfuerzo asumir lo que aceptaron. Así, muchos jóvenes pueden encontrarse
consumiendo sustancias (alcohol, drogas, tabaco,…), realizando o soportando actos
antisociales (robos, agresiones, sexualidad precoz,…), por no saber resistir a la presión del grupo y
no saber decir “no” a algo o alguien que ellos no quieren.
Una serie de temores está detrás
de esa tendencia a aceptar todo lo que se le pide a una persona: el temor a
decepcionar (“que va a pensar de mí?”),
a no ser querido (“me rechazará”), a
ser excluido (“no estará conmigo”, “no haré parte de su grupo”) , por miedo a
la autoridad (“pensará que soy agresivo y
que no quiero obedecer,… me penalizará”), por evitar la confrontación (“no quiero conflictos”,…), por necesidad
de ser aceptado y tener buena imagen (“hago
cosas que no les gusta a los demás para que vean que yo puedo resolverles el
problema, que soy útil y que me necesitan”). Temores que al no ser enfrentados se hacen casi
automáticos en la persona y los lleva a encontrarse en situaciones negativas para
sí mismos, comprometiendo su bienestar físico y mental, con una sobrecarga de
trabajo, ansiedad, dependencia, sumisión,…, lo que en algunos casos es aprovechado por
otros que se dan cuenta de la situación.
Cuando hablamos de aprender a
decir “no”, no nos estamos refiriendo a decir “no” a todo, sino a ser asertivos,
quiere decir a estar al escucha de nuestros propios pensamientos, emociones, deseos,
necesidades y derechos, a poderlos expresar, dándoles la importancia debida, pero
sin menospreciar los de nuestro interlocutor. Por lo que es importante aprender a decir “no”
sin agresividad, simplemente con convicción y cordialidad, pues lo único que se
está haciendo es marcar sus límites. De lo contrario se corre el riesgo de
dejarse invadir por los deseos de otros, de dejarse desviar de sus propios
objetivos al punto de no saber más lo que se es, ni lo que se quiere.
Lo importante es de responder en
función de un beneficio para si mismo en una situación determinada, en lugar de
ceder por culpabilidad o por miedo a no ser querido. Es tener la libertad de decir “sí” cuando se piensa sí, decir “no” cuando se piensa no y de decir “voy a pensarlo” cuando se necesita
tiempo para dar una respuesta (que tiene derecho a hacerlo) para pesar los pro y los contra de lo que le piden,
ver si eso tiene más consecuencias positivas o negativas sobre su vida o al
contrario si eso le da placer (que en ese caso se acepta, obviamente).
El saber decir “no” hace parte de
las habilidades sociales (la asertividad) que aprendemos (o no) desde pequeños
observando a nuestros padres y adultos de referencia (abuelos, maestros,…) en
sus relaciones sociales, y las vamos consolidando durante toda nuestra vida con
el aporte de nuestras propias experiencias; por lo que es posible que toda
persona, a toda edad, pueda desarrollar esas habilidades. Algunas veces será
suficiente el tomar la decisión, informarse y practicar las nuevas maneras de
actuar para adquirir esas habilidades; otras veces, cuando el problema es más
complejo (como en el caso de una fobia social, personalidad ansiosa,…), se
requerirá una ayuda profesional. Una Psicoterapia cognitivo-conductual es la
que ha mostrado mayor eficiencia en este problema, por lo que se ser el caso,
lo recomendamos.
Para los que se interesen, aquí van
algunas pautas básicas que podrían ayudarles a aprender a decir “no” y poner límites:
·
Entrénese a decir “no” a cosas muy simples que
no tienen grandes consecuencias y por las que no siente mucha ansiedad, para
probar como le va. Practíquelo todos los días con familiares y amigos cercanos,
así se motivará a seguir haciéndolo en situaciones más complejas.
·
Si sabe que alguien le va a hacer un pedido, prepárese,
encuentre una manera adecuada de expresar el “no”, repítalo varias veces para que le sea más
fácil de decirlo. O si prefiere dígale que ese pedido le supone un problema y
que se tomará un tiempo para responder a ello, eso le permitirá sopesar mejor
las cosas y tomar una decisión con menos estrés.
·
Antes de dar una respuesta, imagínese cómo
estará cuando haya aceptado ese pedido (que tareas más tendrá que hacer, qué
sensaciones o emociones tendrá cuando se sienta obligado a hacer lo que
realmente no quiere) y también imagine lo contrario (si no acepta, cómo se
sentirá ocupando su tiempo como ya había previsto). Eso le ayudará a tomar la
decisión.
·
Al dar la respuesta negativa, arguméntela
ligeramente (simplemente para no cortar el diálogo) y con convicción, pero sin
ahondar en justificaciones que realmente son inútiles. Puede usar frases de
este tipo: “me hubiera gustado decir si,
pero ya he previsto otra cosa”, o incluso:
“hasta
hoy siempre he dicho sí a todo lo que me pedían, pero veo que eso me perjudica”.
·
Cada vez que usted sienta que no está siendo
respetado con el pedido que le van haciendo y usted quiera marcar sus límites,
entonces tiene que decir “no”, sin agresividad pero con convicción. Por
ejemplo: su hermana le pide que cuide a sus hijos mientras ella se va de
compras, usted puede decirle: “no, lo
siento, pero ya tengo otras cosas previstas.”
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