Muchos se quejan de las molestias
que ocasiona la envidia, de algunas personas, en sus relaciones familiares y
sociales, que se ve reflejada en los
comentarios desagradables de algunas personas que tienen el arte de “poner el
dedo en la llaga” o de ver el detalle negativo que puede desacreditar a una
persona y arruinar el ambiente de cualquier reunión social. Cabe señalar que, cuando aquí hablamos de
envidia no nos referimos a esa envidia “sana” que puede motivar a las personas a
perseguir sus objetivos para tener el mismo éxito de otras personas a las que
observa, sino a la envidia “nefasta”, o “patológica” que corroe las relaciones
sociales.
La envidia, es ese
sentimiento (tristeza, frustración,…) o estado mental (de pesar o dolor
psicológico) en el que se encuentra una persona (que tiene netos problemas de autoestima) frente al éxito ajeno.
Es como si esa imagen positiva del otro, le renviara un mensaje en retorno que
le recuerda su propia situación de vulnerabilidad (o inferioridad), por no poseer
lo que el otro tiene (bienes, cualidades, éxito,…) y que siempre quiso tener; ocasionándole
un dolor interno o malestar como si le hubieran agredido, a lo que responde disminuyendo
el éxito percibido o agrediendo simplemente, para encontrar la calma perdida.
Pocas
son las personas que se dan cuenta que ese estado mental les ocasiona
sufrimiento, y menos aún las personas que quieren deshacerse de ese problema,
que describe claramente Sofía: “Yo no he hecho
cosas malas en la vida, pero siempre
estuve envidiosa de los demás. Cuando alguien hace algo mejor que yo, me siento
herida y envidiosa. Cuando escucho que una persona ha realizado buenas acciones,
siempre las pongo en duda, pero, cuando escucho que alguien ha hecho cosas
malas, siempre lo doy por cierto y casi me alegro por ello. Cuando veo que otras
personas reciben cosas positivas (halagos, ventajas, premios,…), siento como si
yo hubiera sufrido una gran pérdida. Pero cuando veo que los otros pierden algo,
tengo la impresión de haber ganado una fortuna”.
Nos
podemos preguntar, pero ¿cómo es que llegamos a construir esos sentimientos en
nosotros?, que a veces vemos como rasgos casi familiares, con padres que van
criticando a los que tienen las cualidades que ven como ideales y que ellos no
poseen,… a los que tienen éxito, a “los ricos”, “los otros”; lo que incluso hace parte del saber popular a través
de chistes como este: a un niño le preguntan en clase sobre lo que quiere ser
cuando sea grande, a lo que él contesta “quiero
ser un desgraciado”, y explica que tiene un vecino con dinero, coches, una esposa
bonita, una casa bonita,… y cada vez que pasa por la calle, él escucha a sus padres decir: “allí va el desgraciado”,…!.
Cuántos
casos de envidia nefasta se ahorraría la sociedad (porque se la observa a todo
nivel) si los padres tuvieran más cuidado en mostrar lo positivo del éxito ajeno
(como un modelo a replicar), en lugar de promover el “resentimiento social”
ante los ricos y ante toda persona que logra más éxitos materiales que ellos,
lo que obviamente es disfrazado por las ideologías “progresistas” de todo tipo,
que van dando justificación a una actitud de envidia y reivindicación a
reproducir a través de generaciones, ocasionándoles más sufrimiento personal
porque les provocará una centración excesiva sobre lo negativo, y una amargura
por no poseer lo que otros poseen.
No
quiero terminar este artículo, diciendo que porque venimos de familias donde se
cultivó la envidia, ya somos envidiosos, sino alertando a los que tenemos hijos
para darle mayor atención a los mensajes que reciben de nosotros (las cosas que
les decimos) y sobre todo de nuestras acciones (es actuando que marcamos más el
comportamiento de nuestros hijos), además de decir a las personas que sufren de
ese problema, que es posible de vencer la envidia, con algo de paciencia y
esfuerzo. Para ello, es necesario observar en nuestro accionar (si posible,
incluso anotarlo), ¿cuantas veces hemos sentido envidia? y ¿por qué razones?, ¿qué
miedos estuvieron detrás de esos sentimientos?. A veces son provocados por pensamientos
sueltos que pasean por nuestra mente, … veamos unos ejemplos: “no es justo que María tenga derecho a más vacaciones
pagadas que yo”, “los hijos de Juan han
hecho buenos estudios, quisiera que los míos lo hagan mejor, porque yo soy
mejor padre que él”, “ Robert acaba
de comprarse un nuevo coche, seguro que ha hecho algo malo para conseguir
dinero”, “es Carolina que ha tenido
el aumento de sueldo, pero yo era la que me lo merecía”,…
La
mejor estrategia para deshacerse de la envidia es aceptarse plenamente a sí
mismo. Por lo que le sugiero que trate de ver (y anotar, porque así es más
concreto) cuales son las cosas que ya ha logrado en la vida (familia, salud, trabajo,…)
y las que tiene en camino de lograr; y
sobre todo haga el esfuerzo de aceptarse a si mismo con sus cualidades y sus defectos
(o aspectos a mejorar), pero sin compararse con los demás, porque siempre encontraremos
personas que hayan logrado más (o menos) cosas que nosotros. Por otro lado, si ha identificado los miedos
que están detrás de sus pensamientos de envidia trate de enfrentarlos y
superarlos, sino le es posible, consulte a un psicólogo que pueda ayudarle.