La lucha contra el sida debe ser también en nuestros hogares.

El 1 de diciembre, es el Día Mundial de Lucha Contra el Sida.  Las organizaciones que luchan contra esa enfermedad  trazaron como objetivo para el 2015 de “llegar a cero” (cero infecciones nuevas y cero discriminación),  meta que sigue siendo difícil de alcanzar, si no pensamos todos a tener cierto cuidado con nuestra propia salud y la de nuestra familia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), el UNICEF y el ONUSIDA, se felicitan (este año) por los avances extraordinarios de la medicina (sobre todo en atención a la persona infectada), por los resultados alentadores de las investigaciones y el nivel de infecciones nuevas que comienza a disminuir a nivel global (sin embargo, reconocen que en el mundo hay 34 millones de personas que viven con VIH), aunque no se pueda negar que hayan disparidades, en función de la inversión de los diferentes países en esa lucha.


Los progresos en el mundo no debieran hacernos olvidar el cuidado a tener a nivel de nuestros hogares. Un contagio puede ocurrir a causa de un problema de información de nuestros hijos adolescentes o incluso de algunos adultos que creen erróneamente que el virus está en otro tipo de poblaciones a la suya. 

En la familia, es necesario que se tengan conversaciones abiertas y sinceras con los hijos adolescentes para que puedan comenzar su sexualidad en buenas condiciones y con la protección adecuada. Es innegable que pueda provocar cierta dificultad en los padres el tener que hablar del uso del preservativo, pero cuanto más natural parezca el tema, mayores serán las posibilidades de recepción en los jóvenes. Igual cuidado debiera merecer el evitar la  discriminación con las personas que han sido infectadas.   

La manera de protegerse y proteger a su familia es teniendo una actividad sexual responsable (uso de preservativo) y realizando periódicamente los controles de despistaje (que son fáciles y se hacen en cualquier establecimiento de salud); recordemos que uno puede estar infectado y pasar muchos años (los especialistas hablan de diez años) antes de que se tenga unos síntomas; y el  descubrir a tiempo permite tomar la medicación necesaria y tener una vida larga y relativamente normal.





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