El EMDR, o Desensibilización y Reprocesamiento a través de Movimientos
Oculares (en inglés: Eye Movements Desensibilization and Reprocessing), es un método
psicoterapéutico que, a través de la estimulación de los dos hemisferios
cerebrales, permite que las capacidades naturales del ser humano puedan
reprocesar los recuerdos traumáticos (experiencias duras de vivir y de
recordar) y restablecer su equilibrio emocional. Es un método reconocido por la
OMS (Organización Mundial de la Salud) como el tratamiento de primer orden para
el Trastorno de Estrés Post Traumático, por los resultados positivos de
numerosas investigaciones que se realizaron con los veteranos de guerra y las
víctimas de abusos sexuales, aunque el desarrollo posterior de este método
permite abordar un abanico importante de los problemas psicológicos.
El EMDR (como gran parte de los descubrimientos
científicos) fue descubierto por casualidad por la Dra. Francine Shapiro, en los
Estados Unidos, en los años 80, cuando ella iba paseando por un parque, teniendo
en la mente una serie de pensamientos negativos que la perturbaban, los que
fueron disminuyendo a medida que ella iba haciendo determinados movimientos
oculares; al darse cuenta de ello, comenzó a probarlo con otras personas y
progresivamente, ese descubrimiento básico, fue objeto de numerosos ajustes e investigaciones
para llegar a tener una verdadera herramienta terapéutica, cuyo desarrollo
actual es mucho más amplio de lo que deja suponer su nombre, el que no fue
cambiado dado el posicionamiento que ya había alcanzado.
El nombre EMDR, podría llevar a pensar que se
trata de algo muy limitado. Ese fue mi
caso, cuando hace más de 20 años, (como miembro del personal científico de una
universidad europea y de un equipo de terapeutas de orientación
cognitivo-conductual que era un referente en el tratamiento de trastornos de
ansiedad), al escuchar que en los Estados Unidos se estaba desarrollando esta
metodología, pensé que era una más, de las tantas tentativas no serias que
iban apareciendo. Muchos años después, la realidad me demostró lo contrario: los
resultados sobre el Estrés Post Traumático iban haciéndose más conocidos y , especialmente,
cuando me solicitaron que atendiera vía online, a un paciente que había perdido
a su esposa y a uno de sus hijos, en un grave accidente en el que él conducía y
que unos instantes de somnolencia habían provocado semejante catástrofe.
Consciente de las limitaciones de la intervención vía online en un problema tan
grave como ese, recomendé de buscar un terapeuta EMDR certificado por la
asociación del país en el que se encontraba esta persona. Al poco tiempo recibí
una comunicación del paciente para agradecerme por haberlo referido e
informarme que ya estaba bien y había retomado su vida habitual. Por lo que tomé
la decisión de formarme y certificarme como terapeuta EMDR, para complementar el abanico de mis herramientas terapéuticas.
Para entender cómo funciona el EMDR, hay que
recordar algunas nociones que nos vienen de las neurociencias: el efecto de los
movimientos oculares en el procesamiento de información durante el sueño, el
funcionamiento de los dos grandes sistemas memoria (implícita y explícita) y
finalmente nuestro sistema innato de procesamiento de la información.
Los movimientos oculares
Lo que ocurre con los movimientos oculares en el
EMDR (aunque en terapia se utiliza varias modalidades de estimulación de los
hemisferios cerebrales) es comparable a lo que ocurre cuando dormimos. Durante
la fase del sueño REM (fase de movimientos oculares o “paradoxal”, en la que
estando dormidos tenemos una actividad neurofisiológica importante: movimientos
oculares, ritmo cardiaco acelerado,…) es que ocurren los sueños, se procesa lo aprendido durante el día y se consolida en
la memoria. Si durante
la noche no tenemos una fase REM adecuada, no recordaremos gran cosa de lo que
aprendimos el día anterior.
Los dos sistemas de memoria
La memoria implícita (que es la que más nos
interesa en este caso) se conoce así porque no es verbal (no necesita palabras
para tratar y almacenar la información), se desarrolla desde antes del nacimiento
(los bebés pueden reconocer la voz de la madre, la música que escucharon
durante la gestación,…) y se procesa de manera automática (sin participación de
la consciencia); ella utiliza la parte emocional de nuestro cerebro por medio
de una estructura que se llama amígdala (que con el hipocampo, la parte
pre-frontal del cerebro y el tronco cerebral, son responsables de nuestra
gestión emocional). En esta memoria se encuentran nuestros modelos mentales y patrones
de conducta (maneras de funcionar que hemos aprendido a lo largo de nuestra
vida), nuestros hábitos, percepciones, memoria corporal y la memoria procedural
(procesos que hemos aprendido en algún momento y que luego lo hacemos
automáticamente: como montar en bicicleta, conducir, abrocharse un botón,…), los
condicionamientos,…etc. Es una memoria
que almacena información sobre todo lo que vivimos, sin que nos demos cuenta, dándole
un tono emocional a nuestras vivencias y cuando recuperamos la información no tenemos la impresión de estar recordando
(los recuerdos y las emociones se imponen en la mente y por ende en el cuerpo). Así, puede
ocurrir que podamos tener una reacción exagerada ante un estímulo inofensivo
(una paloma, perro, oscuridad,…etc.) porque hubo una experiencia impactante anterior
que hizo que desarrolláramos un miedo, o incluso, una fobia.
La memoria explícita, es la que es consciente e
intencional, se desarrolla en los primeros años de vida y almacena las
informaciones en función de la atención que se les presta; allí están los
conocimientos que vamos adquiriendo a la largo de la vida (operaciones matemáticas,…)
y cuando recuperamos la información tenemos la sensación de recordar.
Nuestro sistema innato de procesamiento
El ser humano tiene un sistema, innato, de
procesamiento de la información por el que trata, analiza y almacena los
sucesos que le llegan tanto del exterior como de sus propias vivencias,
haciendo sus respectivas conexiones con lo que ya conoce y está almacenado en
su memoria, a la misma velocidad a la que vamos viviendo.
Como el cerebro tiene una perspectiva de
supervivencia va procesando toda la información de nuestras vivencias, y sí en
algún momento vivimos algo traumático (difícil de vivir y recordar), el sistema
lo almacena en nuestra memoria implícita sin procesarlo, con todo el contenido
emocional del momento, lo que hace que las conexiones que debían hacerse no se
hagan y la persona guarde una sensibilidad o desarrolle un síntoma que se
activará automáticamente cuando encuentre algún estímulo o hecho menor, que al
tener algunos factores comunes con ese recuerdo no procesado, pueda generarle
un malestar o incluso algún trastorno psicológico que perturbe su vida.
La Terapia EMDR
EMDR es un tipo de terapia centrado en el
paciente, en el que el terapeuta va a estimular los dos hemisferios cerebrales
(por movimientos oculares, estimulación táctil o sonora) y los mecanismos naturales
de curación de la persona, a fin de que su propio sistema de procesamiento de
información se active y reprocese los recuerdos generadores de perturbación,
así como los pensamientos, las creencias negativas, las sensaciones y emociones
asociados a ese recuerdo; no para olvidarlos, sino para almacenarlos adecuadamente
en la memoria, con sus conexiones específicas y despojados de la emotividad perturbadora
que le impide de vivir bien.
Este método, inicialmente se desarrolló para el
Estrés Post Traumático, actualmente ha alcanzado un desarrollo importante y
tiene protocolos específicos para abordar todo un abanico de problemas
psicológicos: ataques de pánico, fobias, obsesiones-compulsivas, ansiedad
generalizada, trastornos alimentarios, adicciones, duelo, dolor crónico,
trastornos de personalidad,…
El EMDR parece muy simple a aplicar, por lo que
vemos muchas personas haciendo ensayos como si se tratara de una receta a
seguir, por lo que hay que tener cuidado. Es un protocolo bastante complejo y
requiere una formación especializada, porque la sesión puede activar un bagaje emocional
importante, por lo que es indispensable de estar en manos de un terapeuta con la formación
y la experiencia adecuadas. Los terapeutas están certificados por la Asociación
de EMDR de cada país. Así en España, es la Asociación Española de EMDR que garantiza la calidad del trabajo de sus
terapeutas.
Para encontrar un terapeuta certificado en su localidad,
puede visitar la web: www.emdr.es.