Cuando entramos en
cualquier bar o café de España, vemos unas máquinas coloridas y luminosas que
parecen ya hacer parte de la decoración y casi ni nos sorprende el ver personas
jugando de manera insistente, prácticamente pegadas a esas máquinas conocidas
como “tragaperras” o “tragamonedas”; que si bien es cierto ayudan al
propietario del negocio a rentabilizar su actividad (en muchos casos los montos
acumulados por esas máquinas superan largamente los ingresos por su actividad
principal), pero explotan la miseria humana, la vulnerabilidad de personas que se
enganchan al juego y entran en un círculo vicioso de la “ludopatía” o “juego compulsivo”,
lo que a la larga les destruye la vida y la de sus familias.
Muchos dirán, que es
completamente inofensivo el jugar con esas máquinas, o comprarse un décimo de
lotería…. Al respecto, podemos decir que el juego en sí mismo no es malo, el
problema viene del uso excesivo que se hace de él. Cuando la persona juega de
manera ocasional y controlada, quiere decir que lo hace por entretenimiento
(decidiendo un monto límite antes de jugar, pudiendo parar sin dificultad y sobre
todo sin sobrepasar el límite previsto), no es un problema; pero si la persona
juega cada vez más tiempo y con montos cada vez mayores, no puede parar después
de haber comenzado y lo hace “para recuperar” lo que va perdiendo, es que se
está enganchando a esas maquinitas y en poco tiempo estará atrapada en la
espiral de la ludopatía, si ya no lo está.
En todos los juegos
de dinero, el riesgo de la persona que juega, a perder a largo plazo es
estadísticamente más alto que las probabilidades de ganar, porque han sido
concebidos así y de eso depende el crecimiento de ese negocio. Los dependientes
del juego, son conscientes de que tienen muy pocas posibilidades de que les
toque el premio, pero han desarrollado una serie de pensamientos “irracionales”
que les hacen modificar su percepción del riesgo, como: “yo soy experto”, “conozco la máquina”, “soy fuerte en eso” “yo le gano
la máquina”, “la suerte está de mi lado”, lo que les hace seguir
enganchados.
¿Cómo se desarrolla
la adicción?
Cuando una persona
comienza a jugar, la máquina le deja ganar un cierto monto, y eso es suficiente
para estimularla a seguir jugando y a ir alimentando pensamientos
anticipatorios de un premio (“la máquina
ya está llena,… un poquito más y ya viene”), y a medida que la máquina le
va dando algunos pequeños premios, va haciendo que la persona comience a tener pensamientos
“irracionales” sobre la probabilidad de ganar, al extremo de creerse con
capacidad de “ganarle al sistema” (“yo sé
cómo hacerlo”, “soy experto”, “conozco a la maquina”, “estoy con buena racha”,…);
y cuanto más convencidos están de esos pensamientos, más probabilidades tienen
de perder el control y de realizar pérdidas considerables que se van acumulando
con el tiempo.
Esa es la razón por
la que en la mayoría de países industrializados, la regulación de estos juegos
es más estricta (no se las encuentra en lugares tan accesibles como bares o
cafés, sino en lugares específicos, salas de juego, casinos,… (lugares a los
que la persona puede impedirse la entrada), además de que las empresas que
explotan esas máquinas están obligadas a alertar a los clientes sobre el riesgo
que corren de desarrollar la ludopatía, así como se hace por los riesgos del
alcohol y del tabaco.
¿Cuándo estamos
frente a una “ludopatía” o “juego compulsivo”?
Cuando las personas juegan
por encima de sus posibilidades económicas (y van acumulando deudas), juegan
más tiempo que previsto (pierden la noción del tiempo), apuestan sumas cada vez
mayores, mienten sobre los montos que juegan (y pierden), son criticados a
causa de su afición al juego, dejan que el juego perjudique su vida familiar,
su trabajo, su salud o a sus finanzas, juegan para tratar de “recuperar” lo
perdido, tratan de olvidar situaciones emocionales difíciles: soledad, estrés,
tristeza u otros sentimientos negativos, sienten culpabilidad cuando recuerdan
el monto que han perdido en el juego.
La ludopatía no se mide por el monto de
dinero gastado en el juego, sino por las dificultades que ocasiona en la vida
de la personas. Por ejemplo: si el juego acapara el dinero dedicado a otros
fines tales como los gastos de la casa, de la alimentación, gastar sus reservas
para emergencias; o gastar el tiempo y la atención que debería consagrarle a su
familia, o aún si la persona no puede evitar de jugar o de parar cuando ha empezado
a jugar. Si no juega, piensa sin parar y se siente irritado, no tiene placer ni
interés por hacer nada y siente que le falta alguna cosa importante.
Todas las personas que juegan pueden
desarrollar la ludopatía, más aún cuando viven una situación difícil de
gestionar (dificultades económicas, rupturas sentimentales, falta de trabajo,
soledad,…), lo que puede actuar como factor desencadenante. Por otro lado, si
comienza a desarrollar el problema, hay ciertos signos que pueden alertarle: sentir
una excitación a la idea de ir a jugar o al momento de jugar y buscar esa sensación
de euforia; buscar pretextos para justificar las ganas de jugar; jugar para
huir de ciertos problemas, situaciones o sensaciones desagradables; tener pocas
actividades o intereses fuera del juego; sentirse solo, aburrirse.
Consejos para evitar los problemas de
juego
1. Cada vez que juegue,
fíjese un monto pequeño como límite y ¡no lo supere nunca!.
2. Considere que el dinero
gastado jugando es el precio que Ud. está pagando para divertirse. No siga
jugando para tratar de “recuperar” lo perdido.
3. No sobrepase la suma que
se haya fijado para jugar, sacando más dinero de sus tarjetas de crédito, ni prestándose
de otras personas.
4. Cuando juegue, haga
pausas frecuentes (eso le ayudará a bajar la excitación y no perder el control).
5. Pida ayuda profesional
(Psicólogo-Psicoterapeuta), cuando comience a perder más dinero del previsto y
sentirse enganchado al juego.
Información en: www.cleliagalvez.com