Las migrañas aumentarían el riesgo de depresión

Una investigación de la Universidad  de Calgary (Canadá)   puso en evidencia que las personas con migraña pueden desarrollar una depresión clínica, y que esa relación entre los dos trastornos podría también ser de manera inversa.

La migraña, es un dolor invalidante que obliga a la persona a limitar o abandonar su actividad habitual, mientras dura el dolor.  A la actualidad no tiene un tratamiento que lo haga desaparecer, por lo que es necesaria mucha información para que la persona que lo sufre pueda gestionarla.

Se trata de unas crisis o episodios de dolor intenso (en las sienes) que duran entre 4 a 72 horas y se acompañan de náuseas, vómitos, malestar o hipersensibilidad a la luz y los ruidos.

El proceso generalmente se inicia cuando la persona está en contacto con  algunas situaciones (o estímulos) a las que es sensible, como:
  • Afectivas: estrés, angustia, conflictos o situaciones que generan malestar,
  • Ambientales: olores intensos, humo, tabaco, luz brillante, cambios fuertes de temperatura,
  • Hormonales: menstruación, anticonceptivos, terapia con estrógenos,
  • Sueño: demasiado, insuficiente o interrumpido,
  • Alimentos: queso curado, derivados lácteos, zumo de cítricos, chocolate, salchichas, ahumados, comida china, edulcorantes, alimentos industrializados (conservantes, colorante, realzadores de sabor,…) , nueces, patatas, “chips”,
  • Bebidas: alcohólicas (vino, cerveza  y otros licores), bebidas con cafeína,

Para disminuir la ocurrencia  de migrañas, la persona tiene que tomar ciertas precauciones, como:  
  • Identificar los factores que le provocan las migrañas para poder estar más atento y manejarlas mejor,
  • Procurar, en lo posible, de  evitar situaciones que le produzcan estrés,
  •  No dormir demasiado o muy poco,
  • Tratar de hacer comidas a la misma hora y en cantidades similares,
  • Evitar los alimentos y bebidas a las que es sensible,
  •  Evitar los lugares ruidosos o con olores penetrantes.

Cuando se tenga migrañas, consultar a su médico y evitar la automedicación. Una psicoterapia, complementaria al tratamiento médico, podría ser de utilidad para lograr un mejor manejo de los factores que las provocan.
 



La dieta mediterránea y algo más….generaría mejor estado de salud

Muchas son las investigaciones que confirman los beneficios de la dieta mediterránea en la prevención de enfermedades  y en el bienestar general de la persona. Entendiendo por dieta mediterránea, una alimentación equilibrada que prioriza las frutas, legumbres, pescados, aceite de oliva,... y el consumo moderado de alcohol (vino). 

Un estilo de vida saludable, que consiste en tener una alimentación sana sumada al ejercicio físico regular tiene beneficios importantes para la salud física (previene las enfermedades cardíacas, pulmonares…) y la salud mental (las endorfinas que son secretadas en el cerebro cuando hacemos ejercicio, tiene un efecto antidepresivo extraordinario y natural).

Una prueba del efecto antidepresivo de las endorfinas, la tenemos frecuentemente cuando, estando apáticos y sin energía, nos ponemos a correr o practicar algún deporte; a medida que hacemos el ejercicio vamos sintiéndonos cada vez con más energía y nuestro estado de humor va cambiando, al final del ejercicio estamos sonriendo y recargados de energía y buen humor.

Es obvio que el ejercicio físico no necesariamente deba ser la gimnasia,  puede ser cualquier actividad en la que haya movimiento del cuerpo y que se gaste energía como: caminar, correr , bailar, nadar, practicar yoga o algún deporte, trabajar en el jardín,….


La lucha contra el sida debe ser también en nuestros hogares.

El 1 de diciembre, es el Día Mundial de Lucha Contra el Sida.  Las organizaciones que luchan contra esa enfermedad  trazaron como objetivo para el 2015 de “llegar a cero” (cero infecciones nuevas y cero discriminación),  meta que sigue siendo difícil de alcanzar, si no pensamos todos a tener cierto cuidado con nuestra propia salud y la de nuestra familia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), el UNICEF y el ONUSIDA, se felicitan (este año) por los avances extraordinarios de la medicina (sobre todo en atención a la persona infectada), por los resultados alentadores de las investigaciones y el nivel de infecciones nuevas que comienza a disminuir a nivel global (sin embargo, reconocen que en el mundo hay 34 millones de personas que viven con VIH), aunque no se pueda negar que hayan disparidades, en función de la inversión de los diferentes países en esa lucha.


Los progresos en el mundo no debieran hacernos olvidar el cuidado a tener a nivel de nuestros hogares. Un contagio puede ocurrir a causa de un problema de información de nuestros hijos adolescentes o incluso de algunos adultos que creen erróneamente que el virus está en otro tipo de poblaciones a la suya. 

En la familia, es necesario que se tengan conversaciones abiertas y sinceras con los hijos adolescentes para que puedan comenzar su sexualidad en buenas condiciones y con la protección adecuada. Es innegable que pueda provocar cierta dificultad en los padres el tener que hablar del uso del preservativo, pero cuanto más natural parezca el tema, mayores serán las posibilidades de recepción en los jóvenes. Igual cuidado debiera merecer el evitar la  discriminación con las personas que han sido infectadas.   

La manera de protegerse y proteger a su familia es teniendo una actividad sexual responsable (uso de preservativo) y realizando periódicamente los controles de despistaje (que son fáciles y se hacen en cualquier establecimiento de salud); recordemos que uno puede estar infectado y pasar muchos años (los especialistas hablan de diez años) antes de que se tenga unos síntomas; y el  descubrir a tiempo permite tomar la medicación necesaria y tener una vida larga y relativamente normal.





La empatía tan necesaria para las relaciones interpersonales

La “empatía”, es un concepto que se entiende como el “ponerse mentalmente en el lugar del otro”, o como “la capacidad de ser consciente y comprender las emociones, sentimientos e ideas de los otros”. La empatía es también considerada como una de las habilidades interpersonales más relevantes para conseguir relaciones sociales satisfactorias, porque facilita la complementariedad en los intercambios que se realicen.

Cuando hay un déficit marcado de esta capacidad estamos frente a trastornos de la empatía, que son cuadros clínicos (Síndrome de Asperger, trastornos de personalidad,…), que requieren de un tratamiento específico, que lo abordaremos más adelante (en caso de que existiera un cierto interés).

Sin que llegue a ser un trastorno, vemos en la vida diaria múltiples situaciones en las que una falta de empatía entorpece la comunicación y las relaciones, pero estas son tan frecuentes que casi nos hemos acostumbrado a ellas. Veamos algunos ejemplos:


Todos hemos tenido alguna vez la experiencia de una conversación, con personas que al no saber escuchar tienen un discurso invasivo que va en una sola dirección sin permitir intercambio alguno, o con personas que persisten en un tema (generalmente negativo: “todo va mal”,….) que incomoda a los demás y que termina por alejar a esa persona de su entorno social.

Muchas entrevistas que pasan en los medios de comunicación (radio y TV), en las que el entrevistador no deja hablar al entrevistado y le pone pregunta tras pregunta, sin darle espacio para que pueda contestar completamente alguna (allí vemos que el entrevistador sigue su guión predeterminado, sin  interesarse a la frustración que está provocando en la persona que es entrevistada y en las personas que siguen la entrevista).

Igual situación vemos en las reuniones sociales o de trabajo en las que frecuentemente hay alguien que no sabe escuchar  e interrumpe continuamente al que está hablando, pronunciando una frase con voz más alta para cubrir al que está hablando, lo que puede ser vivido con malestar tanto por el que es interrumpido como por los demás miembros del grupo que no llegan a tener una idea completa de lo que se está abordando.

Empatizar, con su entorno familiar (pareja, hijos,…), social (amigos, colegas,…) permite tener relaciones más fluidas y armoniosas. No es que se tenga que estar adivinando lo que piensan los demás a cada momento, sino que es una actitud en la que podamos hacer un ejercicio de imaginarnos lo que sentiríamos nosotros si estuviéramos en la situación de la otra persona en un momento dado; eso nos permite calibrar mejor nuestras palabras y gestos hacia esa persona respetando nuestro punto de vista y también el del otro. Hay una frase cristiana muy antigua “no hagas con otro lo que no quieres que hagan contigo” que permite entender mejor la función de la empatía en las relaciones.

Finalmente, empatizar no quiere decir que se tenga que estar siempre de acuerdo, se puede estar en desacuerdo pero respetando que el otro piense diferentemente. La práctica de la empatía nos permitirá de saber gestionar mejor nuestras intervenciones en un entorno social de cualquier tipo. 
 

¿Por qué consultar un psicólogo?

Antiguamente se asociaba tanto el trabajo del psicólogo al abordaje de la locura, que las personas tenían reticencias a consultarlo. El tener que hablar de que “algo raro” le pasaba por la mente generaba vergüenza y la persona demoraba mucho tiempo en consultar (a veces muchos años) haciendo que sus problemas iniciales se ahondaran, en lugar de solucionarlos  antes de que estos pudieran ocasionar daños en su vida.

Hoy, la realidad va cambiando y existe una “normalización” del hecho de asistir a la consulta de un psicólogo, y paradójicamente se está observando una oferta muy numerosa de terapias (formales y no formales) que pueden llevar a confusión, por lo que pienso que una breve explicación sobre algunos detalles ayudaría a ver tener un panorama más claro. Cabe señalar que por la necesidad de tener un lenguaje accesible las nociones técnicas serán reducidas a su mínima expresión.

La primera diferencia que hay que hacer, es entre las dos grandes clases de problemas psicológicos (o trastornos) que pueden afectar a la persona: los de base orgánica (ocasionados por problemas neuroquímicos en el cerebro) y los de base reaccional (que responden a otras causas).  Por un lado, los trastornos de base orgánica (la gama de trastornos con alucinaciones y rupturas con la realidad) son tratados por un psiquiatra (médico especializado en psiquiatría) con una medicación específica que logre estabilizar al paciente y procurarle una vida relativamente normal. 

Por otro lado, están los problemas de base reaccional, que son mucho más numerosos y de intensidades igualmente diversas. Estos son tratados por un psicólogo especializado en psicoterapia, que puede ser de orientaciones teóricas diferentes (Cognitivo-Conductual, Psicoanalítica, Sistémica, Humanista,…...) las que tienen sus peculiaridades e indicaciones propias.  

¿Por qué problemas podemos consultar un psicólogo?

Cuando sentimos que tenemos un problema que perturba nuestra viva (ocasionándonos un cierto malestar) que intentamos resolver y que no lo logramos, entonces recurrimos a un profesional que nos pueda ayudar a resolverlo.

Podemos tener dificultades que sin llegar a ser trastornos, en el sentido estricto de la palabra, nos generen malestar, estas podrían venir de una falta de aprendizajes (no tuvimos la oportunidad de aprender). Nuestros objetivos serian, en este caso, de desarrollo personal;  quiere decir adquirir (o aprender) ciertas habilidades: de comunicación (para enfrentar mejor las relaciones sociales en el trabajo, en la familia,…), de gestión de tiempo, de afrontamiento adecuado a situaciones de estrés,….

Otro tipo de problemas pueden venir de un exceso (o incluso de una desviación) de aprendizajes (por experiencias traumáticas,  porque nos acostumbramos a actuar de una cierta manera, por la educación que recibimos, por el entorno,… etc.) y entonces podríamos tener el objetivo de resolver algunos problemas de: depresión (como trastorno depresivo, o síntomas depresivos en contextos de crisis de vida o duelos), ansiedad (pánico-angustia, fobias, obsesiones, ansiedad generalizada, estrés, estrés post-traumático, hipocondría,…), problemas alimentarios o de imagen corporal (anorexia, boulimia,…), adicciones (ludopatía, alcohol, compras, sexo,…), problemas de pareja (dificultades a gestionar conflictos, celos patológicos, disfunciones sexuales), dolor crónico,….

Presentación

Bienvenidos a "Bienestar en tus manos", un blog , ágil y ameno,  en el que abordaremos diversos temas que tienen relación con la búsqueda del bienestar de la persona, la familia y la sociedad. 

Mi nombre es Clelia (Gálvez Sosa) – Verbist, soy Psicóloga - Psicoterapeuta, tengo una experiencia de trabajo de alrededor de 33 años dedicados al ejercicio terapéutico así como a la gestión de organizaciones de desarrollo, en varios países (Bélgica, Perú y recientemente en España). Actualmente, tengo un gabinete de psicoterapia (de tipo Cognitivo-Conductual)  para abordar diversos problemas psicológicos en terapias individuales, de pareja y grupales.

Para detalles más técnicos les invito a visitar: