Hoy que asistimos a un escándalo internacional ocasionado por la mala calidad de implantes mamarios (ver publicación anterior en este mismo blog) y que actualmente es objeto de procesos judiciales en Francia (país de origen de la empresa que fabricó y comercializó las prótesis PIP) provocando la toma de consciencia de los gobiernos de los diferentes países, creo pertinente hablar de lo que hay detrás de muchos de los casos que han llevado a las mujeres a realizar esas operaciones estéticas. Cabe señalar que esto no se aplica a todas las mujeres que recurrieron a este tipo de cirugía.
La imagen del cuerpo es una representación mental de nosotros mismos que hemos ido construyendo a lo largo de nuestra vida, y se refiere a cómo percibimos, nosotros mismos, nuestro cuerpo o nuestra apariencia. Esta representación mental, comprende tanto un esquema corporal perceptivo (que vemos) como un conjunto de emociones, pensamientos y conductas que se han asociado.
Existe un trastorno de esa imagen corporal, que clínicamente se conoce como Trastorno Dismórfico Corporal (TDC, según el DSM-IV) y consiste en una preocupación excesiva y fuera de lo normal por algún defecto percibido (real o imaginario) en las características físicas (imagen corporal). Si el defecto existe, la preocupación y ansiedad experimentada por la persona con TDC es excesiva, ya que lo percibe de un modo exagerado.
La persona puede quejarse de uno o varios defectos; de algunas características vagas, o de su aspecto en general, causándole un malestar psicológico significativo que deteriora su desempeño social o laboral, hasta el punto de manifestar síntomas ansioso-depresivos severos (en algunos casos depresión con riesgo suicidario), el desarrollo de otros trastornos de ansiedad (obsesiones compulsivas, ansiedad social, fobia social,…) aislamiento y exclusión social. Aunque el TDR se encuentra frecuentemente relacionado a los trastornos alimentarios (anorexia y boulimia,…).
El inicio de los síntomas generalmente ocurre en la adolescencia o en la edad adulta temprana, donde comienzan la mayoría de críticas personales relacionadas con la imagen corporal y va disminuyendo con la edad, aunque en muchas ocasiones puede persistir en la edad adulta. Afecta por igual a hombres y mujeres.
La autoestima baja es una característica común de las personas con TDC, ya que centran su valor como personas en la percepción de su apariencia. Es más común entre jóvenes de clases media y alta, con pocos o ningún defecto físico; y que influenciados por los medios de comunicación y los altos estándares de belleza actual, empiezan a tener una percepción errónea o exagerada de defectos físicos imperceptibles o imaginarios.
Las principales obsesiones se centran en: la piel, el rostro, genitales, arrugas, dientes, pecho, nalgas, cicatrices, asimetría facial, pelo, vello facial, labios, nariz, ojos, muslos, piernas, abdomen, orejas, barbilla,… Los hombres se preocupan generalmente de los genitales, mientras que las mujeres suelen preocuparse más con su cara, pelo y pecho. El defecto existe en los ojos del que sufre de TDC y no entiende por qué su entorno cercano no pueda ver el defecto que percibe y que persistan en discutirle y a pesar de todos los argumentos que le presenten, dará validez solamente a lo que el percibe.
En muchos de los pacientes con TDC, se encuentran cirugías estéticas y tratamientos dermatológicos a repetición, que tienden más a aumentar la insatisfacción con su imagen corporal, como es el caso de la rinoplastia, que tiende a resultar aún más insatisfactoria.
Cuando se tienen familiares y/o amigos con este problema, lo primero que hay que hacer es convencerles de hacer una psicoterapia cognitivo-conductual, que es la que ha demostrado ser eficaz, según muchas investigaciones.
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