Recibir la noticia sobre la
homosexualidad de un(a) hijo(a) no es fácil para los padres, que viviendo en
una sociedad heterosexual, se ven confrontados a una serie de conflictos
internos y sentimientos de culpabilidad, cólera, decepción,…., que puede
llevarlos a generar una grave crisis familiar y desestabilizar aún más a ese(a)
hijo(a), que ha tenido ya su propio trayecto de cuestionamientos y sufrimiento,
antes de llegar a aceptar su
homosexualidad y tener la valentía de confesarla a sus padres. Abordamos este
tema porque nos escribe Rosa, una madre preocupada por la noticia que acaba de
recibir de su hijo de 17 años, y nos cuenta su desesperación de no saber cómo actuar con él, ni con su familia.
Es comprensible que Rosa se
sienta impotente frente a esa noticia, muchos padres pasan por lo mismo en esa
situación: algunos prefieren negarlo (no
quieren ni hablar de ello), otros sienten
culpabilidad y cuestionan su calidad de padres “¿..ha sido por haberlo querido y protegido?..”, ¿en qué he fallado?, “¡He fracasado como madre!”…), o con rabia
(“está enfermo y tiene que curarse”, “no he tenido un hijo para sea un
homosexual”,…), o decepción (“ya no
voy a tener nietos”, o miedo (“qué
dirán los vecinos, la familia, los amigos”, “lo van a maltratar y humillar los
otros”),…., y así, podríamos seguir con toda una serie de frases que
escuchamos a repetición en la sociedad. Sin embargo, los padres tienen que recurrir
al amor por su hijo(a) para poder gestionar esas primeras emociones que les
invaden ante la noticia, y estar en condiciones de aceptar a su hijo(a) tal como es y darle el apoyo que necesita para resituarse en la vida.
Para responder concretamente
a las preocupaciones de Rosa, cabe señalar que su hijo es aún un adolescente y
que es posible que tenga solo la impresión de ser homosexual y no lo sea en
realidad. La adolescencia, es una etapa
en la que se pueden dar confusiones, a raíz de algunas experiencias de
descubrimiento de la sexualidad con sus pares del mismo sexo (cosa común en los(as)
jóvenes, sin que eso comporte una real homosexualidad) o simplemente por la
aparición de sentimientos afectivos marcados
por un(a) amigo(a) del mismo sexo, o incluso por los sueños eróticos involuntarios (protagonizados con un(a) amigo(a)
del mismo sexo) que pueden generar una ansiedad importante en el(la)
adolescente y hacerle pensar que es homosexual. Por lo que, sugerimos a Rosa de
conversar calmadamente con su hijo, mostrarle su apoyo y apertura hacia el tema, para
que él vaya afinando su reflexión, sin culpabilidad, de manera a llegar a
descubrir progresivamente la veracidad o no de sus afirmaciones en cuanto a su
homosexualidad.
Algo que debe quedar claro,
es que la homosexualidad no es una enfermedad mental. Desde hace más de tres
décadas, ella no figura en los instrumentos de diagnóstico clínico (Manual de
Diagnóstico de Trastornos Mentales DSMIV
u otros). Por otro lado, el ser
homosexual o heterosexual no se decide voluntariamente, existen múltiples
causas biológicas y psicológicas que se encuentran entrelazadas, y que no hay
razón de culpabilizar a la persona que lo vive ni a sus padres.
La homosexualidad siempre ha
existido a través de la historia de la humanidad, pero se la escondía por temor
a la mentalidad represiva que había en la sociedad. Actualmente, con la
evolución de las normas sociales (como producto de una lucha constante de las
asociaciones de homosexuales en diferentes países) y los medios de comunicación,
se habla más fácilmente del tema. Las personas afirman su homosexualidad
(“salen del armario”) con mayor facilidad que antes y son ya 14 países en el
mundo (entre ellos, España, Bélgica, Holanda, Africa del Sur, USA, … y
recientemente Francia), en los que van adquiriendo progresivamente los mismos
derechos que los heterosexuales.
Sin embargo, a pesar de que
a nivel macro (de la sociedad) la actitud frente a la homosexualidad vaya mejorando,
a nivel micro (en las familias) la situación es todavía muy difícil; cuando
sucede, se genera una crisis familiar que en muchos casos acaba por rechazar al
(la) hijo(a) y provocar un abandono del hogar, poniéndolo(a) en riesgo de
desarrollar una serie de problemas psicológicos (ansiedad, baja autoestima,
depresión, suicidio, comportamiento sexual a riesgo,…), por lo que es necesario
comprender y darle el apoyo emocional necesario a fin de que el(la) joven pueda
aceptarse a sí mismo(a), construir sus proyectos de vida y vivir como todas las
personas tienen derecho a hacerlo.
Aquí damos algunas pautas para
las madres (lo que, por razones obvias, se aplica a ambos padres):
1. No se desespere si no sabe cómo actuar, nadie
lo haría de manera ideal. Limítese a
escuchar a su hijo(a) sin juzgarle. Piense que ya es difícil para él
o ella, el poder hablar de su homosexualidad con su madre. Dígase que si se lo
ha dicho, es porque tiene confianza en usted y busca su apoyo, lo que, en
esencia, es el rol de una madre.
2. Evite de culpabilizarse. Recuerde que la
homosexualidad no es una enfermedad mental, que las causas son múltiples y hasta
hoy no del todo definidas, y que por lo general no depende de la educación de
los padres.
3. Acepte a su hijo(a) tal como es. Ayudele a
aceptarse a sí mismo(a), céntrese más en su persona (con sus cualidades, sus
dudas, sus preocupaciones, sus sueños,…) y no en su homosexualidad.
4. Si le es difícil aceptar la situación, pídale
un tiempo para hacerlo, dígale que lo quiere mucho y que quiere que sea feliz,
y que siempre estará usted allí para él(ella), porque lo(a) quiere,… pero que necesita
un poco de tiempo para adaptarse a la situación.
5. Infórmese sobre el tema, lea libros (existen
varios libros sobre los padres de hijos homosexuales), guías de orientación,
contacte a los centros de asesoría para padres de hijos homosexuales., o vea un(a)
psicólogo(a) para que le ayude a integrar la situación y tener una actitud
adecuada con su hijo(a) y consigo misma(o).
6. Evite enfrentamientos en la familia o
actitudes de rechazo que puedan provocar que el(la) hijo(a) abandone el hogar,
porque sería exponerlo(a) a una serie de problemas psicológicos de ansiedad , depresión, sexualidad a riesgo, o incluso suicidio (la tasa de suicidio es más
alta en adolescentes y jóvenes homosexuales que heterosexuales).